8 cosas que se deben de recordar cuando se pasa por momentos difíciles.
1. Todo, absolutamente todo, cambia.
2. Ya has superado cosas difíciles también en el pasado.
3. Esta es una experiencia de aprendizaje.
4. No tener lo que deseas puede ser una bendición.
5. Pe
rmítete momentos de relajación y diversión.
6. Se amable contigo mismo, no te juzgues tan duramente.
7. La negatividad de otras personas no merece tu preocupación.
8. No todo es tan malo como se ve, siempre hay un motivo por el cual estar agradecidos.
Rodolfo Ugarte
¿Por qué cerrarnos a aquello que la vida nos regala?
Mientras tengamos un corazón latente, un cuerpo que aun respire, personas a nuestro lado que quieran brindarnos amor. ¿Por qué no disfrutar?
Cada día es un regalo de la vida o de Dios, como sea, es un bello regalo, porque nos permite atesorar recuerdos, algunos malos, otros hermosos, pero al fin, recuerdos que son los que en conjunto muestran nuestra superación como personas.
¿Qué importa lo sufrido? ¿Qué importan las heridas y las lágrimas derramadas? ¿Qué importan los errores? Todo, todo es cosa del pasado; si, vive en nuestra memoria, porque son un aprendizaje, pero si nos aferramos a ello, lo único que logramos es poner nuestras propias cadenas para evitar avanzar. Culparnos para toda la eternidad, ¿de qué nos sirve? Guardar rencor por algo, ¿de qué nos sirve?
Aprovechemos cada día que se nos permite sonreír, llorar, enojarnos, gritar; apreciemos y agradezcamos hasta los detalles más pequeños, porque si algo podemos decir o al menos yo considero, es que:
Nadie nos asegura el futuro soñado, pero el presente si lo está, así que, vivámoslo al máximo.
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10 de julio 2015
Paris, Francia
Cinco días para dejar Paris
Lorena se veía al espejo, acomodando su vestido por... ¿quinta vez? En realidad, ya había perdido la cuenta.
Estaba nerviosa, pero tranquila a la vez, una combinación de sentimientos que parecía que solo Luca le provocaba; ese día, era el primero que tendría junto a Luca de una manera más formal, así que, envolvía su figura en un lindo vestido veraniego, que resaltaba perfectamente sus atributos. Era una mujer guapa, y su toque principal era la naturalidad, así que, cualquier prenda la hacía ver hermosa.
Visualizó su rostro que no contenía ni una pizca de maquillaje, y, aun así, sus labios rosados de forma natural y sus largas pestañas, dejaban ver su angelical atractivo. Su larga cabellera rojiza, tanto como una cereza, hacia un hermoso contraste con su piel aduraznada.
Se veía bien y lo agradecía, a quien fuera que se lo tuviera que agradecer.
Luca, por su parte, había hecho por lo menos, ocho cambios de camisa, tratando de elegir la mejor. Quería verse bien para Lorena, y cuando por fin se decidió por una, salió de su hogar, recibiendo algunas burlas familiares por su evidente nerviosismo.
Ahora, se encontraba en su coche, de camino al edificio donde se ubicaba el departamento de Lorena. Lo hacía con una sonrisa radiante plasmada en su rostro; no importaba nada de lo confesado el día anterior, para él, el tiempo y las situaciones se daban por algo. Desde hace años él ha gustado de Lorena, siempre la consideró la mujer más guapa que sus ojos hubieran visto, y el que pasara tanto tiempo, le dejaba comprobar eso, pues ahora la veía más hermosa de lo que recordaba. Sin embargo, si le pidieran la razón de por qué jamás se acercó a ella, fue precisamente porque el notaba el amor de ella hacia Nicholas.
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Al cabo de un tiempo, Luca fue anunciado por el portero del edificio, a lo que Lorena atendió, informando que bajaba enseguida.
Tomó su bolso, dio un último vistazo a su reflejo en el espejo y finalmente salió del lugar; llamó el ascensor y cuando este llegó, ingresó en él. Al llegar a la planta baja, salió un poco cohibida, visualizó a Luca sentado en uno de los sofás del lobby del edificio, distraído con su móvil.
El atractivo hombre vestía un pantalón de mezclilla, que incluso sentado se podía apreciar lo bien que se les ceñía a sus piernas, junto a una camisa casual con los primeros botones sueltos.
Ese hombre podría tener a cualquiera a sus pies. Pensó Lorena, mientras seguía recorriéndolo con la mirada.
Y así como Lorena se quedó quieta admirándolo, en algún momento, sin ella darse cuenta, él levantó la vista e hizo lo mismo, la recorrió de pies a cabeza, reparando en las finas, pero a la vez rellenas piernas de Lorena, en su silueta, en el lindo vestido que portaba, pero, sobre todo, en su rostro que, sin una gota de maquillaje, aún dejaba ver su belleza.
Para Luca, en esos momentos, él se encontraba apreciando una obra de arte.
— ¿Vamos? — se escuchó la voz de Luca.
La pelirroja parpadeo rápidamente, centrándose de nuevo en su entorno, bajó la mirada y vio que Luca le ofrecía su brazo para poder ir juntos.
¿En qué momento él se había acercado? Se preguntó ella, pero decidió no enfrascarse en ello.
— Si, vamos — contestó Lorena con una seguridad que incluso a ella la sorprendió, y se ancló al brazo del hombre para ser guiada al exterior.