Winter
Crucé las piernas y me senté recta en cuanto el señor Reed consiguió una mesa para ambos. Había comenzado a fijarme en la clase de cosas que le gustaban lucir, a esto me refería con los carísimos trajes que vestía, relojes de las mejores marcas, corbatas de diferentes diseños que le ayudaban a lucir un poco más elegante, el cabello bien peinado y una sonrisa de lado. Por mi parte, siempre optaba por usar trajes de oficina, de distintos colores, tacones altos y bolsos de trabajo que me resultaran cómodos para llevar las cosas que solía usar y maquillaje ligero que no me hiciera parecer mucho mayor de lo que era naturalmente.
—Bueno, señorita Howland, en primer lugar, quisiera aprovechar para decirle que me parece que su nombre es muy especial —soltó sin previo aviso, logrando sonrojarme de inmediato, pero, me reincorporé y tragué saliva rápidamente.
—Gracias, señor Reed. Mis padres eligieron ese nombre para mí porque nací durante el invierno, exactamente el 17 de febrero —ni siquiera yo misma supe la razón por la que tuve que decirle algo tan personal como aquello. Me arrepentí al instante, puesto que acababa de darle inicio a una conversación sobre asuntos personales.
—En tal caso, tiene mucho sentido —Devan me sonrió—Winter, me gustaría que me llamaras Devan en lugar de señor Reed.
¿Así? ¿Por qué? He de admitir que a pesar que un principio me pareció que usted era un hombre bastante egocéntrico y demás, se ha comportado exquisitamente bien conmigo. Y lo aprecio, aunque, no se lo diga directamente.
—Siempre he preferido no saltarme las reglas, señor Reed. Usted es mi jefe, de una u otra forma, y yo estoy trabajando a su lado por un proyecto suyo, al fin y al cabo —respondí.
—Deja las reglas de lado una sola vez, Winter. Creo que nuestras edades no son muy distantes, en lo absoluto —quizá, ni sabía cual era la edad de mi nuevo “jefe”—Me presento, esta vez fuera de la oficina y como una persona común y corriente, mi nombre es Devan Reed, y tengo veintisiete años. Vivo solo y no salgo con nadie.
Me encogí de hombros y supe que no tenía otra opción que presentarme de la misma forma que él acababa de hacer.
—Winter Howland, veinticuatro. Todavía vivo con mis padres y mis dos hermanas pequeñas debido a que mi hermano mayor se casó meses atrás.
—¿No te gustaría comenzar a vivir sola?
—La verdad es que no sé. Le tengo mucha confianza y cariño a mi familia, y no me molesta vivir a su lado. Tal vez dentro de un tiempo, me vaya de casa, sin embargo, no creo que eso sea muy pronto —negué y me obligué a mí misma a darle una pausa a la conversación que estábamos teniendo—Discúlpeme, no obstante, no suelo hablar mucho de mi vida personal.
Era cierto. Durante toda mi vida, mis padres habían sido muy protectores conmigo y no podía entregarle mi confianza con tanta facilidad a personas que acababa de conocer. Mi círculo de amigos no era tan grande, pues, en él solo se encontraban; Hope, mi amiga de la escuela; Evangeline, una gran compañera y amiga cercana a la que conocí en mis tiempos de universidad y August; un muchacho al que había conocido en una situación muy graciosa en el parque de diversiones cinco años atrás.
—Lo que digamos o hablamos aquí, no va a ser de conocimiento de otras personas —señaló dejando de ver el menú.
—Disculpa ¿Debería confiar en ti? Es decir, no nos conocemos ni mucho menos…Se supone que nuestra relación no debería dejar de ser profesional en ningún momento —esbocé una mueca. No entendía la razón por la que le interesaba conocerme más a fondo.
—Winter, mira que no soy una mala persona para nada —se tomó un momento para respirar—Sé que existen muchos rumores de mí, en los cuales se habla de que salgo con muchas mujeres y que me la paso de fiesta en fiesta.
—¿Y acaso eso no es cierto? Todo el mundo habla de lo mismo —supe que iba a ser el momento indicado para averiguar mucho más acerca de quién en realidad era el hombre que tenía enfrente en este mismo instante.
—Eso ya está en mi pasado, Winter. Salí con muchas mujeres cuando acababa de entrar a trabajar en la empresa pues, me encantó el poder que tenía y como todo el mundo volteaba a verme cada vez que entraba a un lugar. Si bien es cierto no fui ni el mejor empresario ni el mejor hombre la primera vez que estuve a cargo del lugar que continúo manejando hasta el sol de hoy, pero, si puedo asegurarte que hoy soy un hombre muy distinto a aquel que recurría a fiestas todas las noches sin excepción alguna. Digamos, que no le hacía un muy buen uso al dinero que recibía por mis labores.
—La verdad es que creo que todos fallamos, nos equivocamos y volvemos a levantarnos al menos una vez en la vida.
—Y es cierto, en realidad lo hacemos varias veces a lo largo de los años. En lo personal, me he equivocado dos veces en la vida de una manera terrible. La primera porque me di la vida que no debía llevar y la segunda, es algo que me seguiré reservando por un tiempo.
—Comprendo, todavía no he cometido un error que me duela enormemente o del cual me siga arrepintiendo hasta ahora. Quizá es por la falta de experiencia o, simplemente la vida misma lo ha querido así —tal vez mi vida jamás ha sido la más entretenida ni mucho menos porque como mencioné antes, inclusive mi círculo social se reducía a un pequeño grupo de personas. Y odiaba, con mi vida entera salir de fiesta y esas cosas. Lo odiaba, realmente lo hacía.