Me pesan los párpados y me esfuerzo para abrirlos, no lo consigo hasta pasados unos minutos. Al primero que diviso es a mi hermano Scott, que me arranca un gimoteo por su sensibilidad al acariciar mi mejilla. Están mis padres también y Jungkook se ha evaporado.
«No quiere verme.»
—Dejame solo con él, tenemos mucho de que hablar —pide mi hermano, sus manos se tornan ásperas—. En privado, por favor.
Resoplo, agobiado por su tono. Antes de salir con mamá, mi padre le dice:
—Sé prudente, Scott. No te atrevas a ser duro con él, tú no tienes idea de muchas situaciones que, por respeto a tu hermano, no te hemos contado. Contrólate.
Scott y yo nos miramos y aguardo su bronca. Conozco su mirada y está llena de rencor... Temo un encontronazo. Y, para mi asombro, me estrecha entre sus brazos y me consuela. Termino llorando. Odio cómo me siento, con la culpa y la carga de este irreconocible Jimin. Quiero ser como era al llegar a casa de los Jeon.
—Te he echado de menos, pequeño, era desesperante no saber dónde estabas, porque, muy a mi pesar, tampoco quise saberlo tras enterarme de que no volverías. —Me da besos como cuando era un niño, sin embargo, al retirarse, expresa su resentimiento—. ¿Qué te puedo decir? Me has decepcionado, jamás habría esperado eso de ti. No puedo entender tu comportamiento.
Asiento sin poder hablar, comprendo cada uno de los reproches que vendrán.
—Sé que Jungkook es muy complicado y que está enfermo; no obstante, irte así no fue lo mejor. Yo te habría apoyado siempre, como lo hice el primer mes, por eso no entiendo cómo no volviste sin más. Sin decirnos adónde ibas... Él te buscó, te habría seguido hasta el mismo infierno... pero tú simplemente desapareciste. Te esfumaste como un fantasma.
Me da un pañuelo, junto con una pastilla y agua.
—Para la ansiedad —me aclara, pero no me la tomo; no me apetece estar atontado en un día como hoy. Espero, para saber cómo continúa—. Jamás he visto a una persona tan destrozada como lo estuvo Jungkook, tan muerto en vida. Lo pasó tan mal que pensamos que no saldría de ésa. ¿Sabes lo que fue tener que viajar a su lado, él como un loco, rastreando lugares donde no te encontraría?
—Yo —carraspeo por la sequedad— también estaba mal...
—Pequeño, aunque me duele verte así, creo que es lo justo. —Su tono es apagado—. Lo mereces, después del daño que le causaste al hombre que hubiese dado su alma por ti.
Aunque las palabras son ciertas, me parte el corazón que sea tan duro conmigo. Yo no estaba bien tampoco, como no lo estoy hoy, y sin embargo no le importa, a pesar de que mi estado no es el mejor. Soy consciente de lo poco que quizá me conoce. ¿Qué esperar? Mi hermano, al igual que el resto, piensa que fui feliz al tomar esa decisión. Que me olvidé sin más de mi vida en Málaga y en Madrid.
—Scott...
Alza la mano derecha y me interrumpe.
—No es a mí a quien tienes que explicarle nada. Aunque se te olvidó, sigues estando casado y Jungkook sigue siendo tu marido. A él es al que tendrías que enfrentarte para explicárselo, pero, por favor, no lo atormentes más.
«Respira, Jimin.»
—Te voy a decir una cosa, Scott, yo asumo mi parte de culpa, pero no pienso consentir que se me machaque. Porque nadie sabe lo que vivimos Jungkook y yo cada día y todos desconocen mi vida lejos de la familia, ¿entendido?
—Podrías haberlo solucionado, no obstante, decidiste no volver.
—¿Para qué me has pedido que vuelva ahora? —le reprocho indignado—. ¿Para hacerme sentir peor de lo que ya lo estaba antes? ¡Creía que me apoyarías un poco!
—Y lo haré, pero también me veo en la obligación de decirte lo que por un frío teléfono no se puede decir. Te quiero, pequeño... pero has cometido una locura.
Me incorporo y me calzo los zapatos. Es fácil juzgar cuando no se sufren los problemas en la propia piel, cuando no se entiende que la relación fue tan tormentosa y posesiva que apenas me daba un respiro. Una mala decisión, sí, pero impulsada por muchos factores y nadie menciona lo que yo viví.
Me convenzo de que venir aquí ha sido una insensatez y, aunque es duro tener enfrentamientos, tampoco consentiré un acoso y derribo.
—Es mejor que me vaya, creo que no he debido volver —murmuro resignado—. Es otro error más que hoy asumo.
Su mirada refleja tal desprecio que me controlo para no gritarle y zarandearlo. ¿Qué mierda sabe él del sufrimiento que viví y toleré? ¿¡Qué!?
—Eso es, vete de nuevo y olvídate de todos —escupe y se encara conmigo con aire atormentado —. ¿Dónde quedó el hermano valiente y desafiante que se enfrentaba a todo con valor? Si te sientes así, trata de enmendar errores y lucha para demostrarnos que no fue fácil para ti. Que no fuiste tan cínico como para largarte y olvidarte sin más de todos los que te queremos.
—Scott, basta...
—¡Ni Scott ni mierda! ¡Vuelve, maldita sea, vuelve de una vez! —ruge casi zarandeándome—. ¡Quiero a ese hermano de siempre, no a este que se rinde sin dar nada de lo que dio antes! ¿¡Dónde está mi pequeño!?
Me asombra su salida de tono. Él pocas veces me ha gritado, hoy yo tampoco reconozco a mi musculitos. Ni en la apariencia.
—Scott, tú no sabes nad...
La puerta se abre de golpe, interrumpiendo mis palabras. Miro, alarmado y cohibido por esta situación tan bochornosa en una reunión familiar... y es Jungkook, que nos escruta de hito en hito, alarmado. Con el semblante que yo conocí tiempo atrás. Sus magníficas facciones revelan su preocupación.
—Scott, me gustaría hablar con tu hermano a solas. —Scott niega con la cabeza—. Creo que es necesario.
—¿Seguro?
—Sí.
—Cualquier cosa, estoy fuera —deja caer. ¡Imbécil!
—No soy un demonio —le recrimino, harto de su actitud—. ¡Puedes largarte tranquilo, que cuando se me pida que me marche, lo haré!
Y aquí estamos Jungkook y yo, cara a cara, con tanto que decirnos y a la vez nada... La sensación de vacío es intensa. ¿Cuántas noches lo imaginé conmigo y que amanecíamos juntos? Hoy está a mi lado, cerca, y me parece un sueño. Muy guapo, igual de impotente... pero con la devastadora diferencia de que sus ojos ya no brillan no proyecta luz al verme...