Scape Room

Capítulo 2

 

11 de Junio de 2015. Los Ángeles, California.

 

El hombre roncaba recostado sobre un antiguo sillón de cuadros, tan solo hacía dos meses que lo habían despedido y ya había perdido toda esperanza de encontrar un nuevo trabajo. El hombre hizo en sueños un ligero moviendo con el brazo, aquel gesto propició que el botellín de cerveza que se sostenía en delicado equilibrio sobre el reposabrazos del sillón callera al suelo con gran estruendo.

─ ¡Chico! ─ gritó borracho. ─ ¿Qué ha sido eso?

─ Nada papá, solo se te ha caído un poco de cerveza ─ dijo el chico cuando llegó al salón.

Aquel sitio desprendía un hedor inconfundible a alcohol. El joven miró taciturno a su alrededor y tras localizar una vieja escoba, apoyada en una esquina de la amarillenta pared, recogió los trozos de cristal, que se dispersaban por la sucia moqueta que recubría el suelo.

─ ¿Has mirado hoy las ofertas de trabajo en la prensa?

─ ¿Para que? ─ El hombre se encogió de hombros ─ soy un inútil.

─ No digas eso papá.

Aquel estado depresivo en el que se había sumido su padre tras el despido, ponía de los nervios al muchacho. Lo cierto era, que aquel puesto de vigilante en el que había estado trabajando su padre durante más de diez años, nunca había sido gran cosa, pero por lo menos había permitido durante todo ese tiempo, que ambos cenaran caliente todos los días en una casa y que además el padre pudiera abrir una cartilla de ahorros para pagar los futuros estudios de su único hijo.

─ Pero si es cierto ─ el hombre se llevó las manos a la frente ─ ¿En que pensaba tu madre cuando te abandonó aquí conmigo?

─ Pensaba que serías el mejor padre que yo pudiera tener.

─ Acércate hijo ─ dijo con una apenada sonrisa.

El muchacho obedeció a su padre y se colocó a su lado. El hombre estiró una ruda manaza sobre el juvenil rostro de su hijo.

─ Tienes sus ojos ¿sabías? ─ el hijo asintió con ternura ─ ahora ve a estudiar, tienes que sacar buena nota para que entres en la carrera que quieras.

─ Papá, sobre eso quería hablarte ─ su padre lo miró con seriedad. ─ ¿No crees que sería mejor que abriésemos algún negocio con ese dinero para que así puedas ganarte la vida?

─ No ─ sentenció el hombre con rotundidad.

─ Pero papá siempre has querido tener tu propio bar y ser cocinero.

─ He dicho que no.

─ Piénsalo, por favor, si entro en la universidad te dejaré sin absolutamente nada y en estas condiciones y sin mí, no serás capaz de salir adelante.

─ Hijo, el motivo por el que tu madre me abandonó y por el que me despidieron y ahora no encuentro trabajo, es porque mi padre, nunca me animó a que estudiara o a que persiguiera mis sueños fueran cuales fuesen. ─ El hombre suspiró y bajó la mirada derrotado ─ mi momento ya ha pasado, ahora te toca a ti, no cometas mis errores, no dejaré que lo hagas.

El chico asintió con decisión ─ te prometo que no te defraudaré.

─ Pues vete, se que hoy es el día del examen de acceso a la universidad.

El chico sonrió agradecido a su padre, la única persona en el mundo que lo quería a él más que a sí mismo, luego besó a su padre en su calva cabeza y tras recoger la mochila de su dormitorio salió de la casa entusiasmo.

─ ¡Espera! Aún no me has dicho que quieres estudiar.

─ ¡Te lo diré cuando vuelva! ─ Diciendo esto el joven desapareció tras la puerta con el sabor de la esperanza en la boca.

El hombre por el contrario comenzó a llorar desconsolado “soy un lastre para mi hijo”, pensó vencido. Decidido se levantó con cierto esfuerzo del viejo sillón de cuadros, en el que antaño mecía a su hijo recién nacido mientras su esposa tejía patucos bajo la tenue luz de una lámpara, y tras coger una foto de la mujer que lo abandonó con un niño de apenas diez años, bajó al sótano en dónde colgada del techo, se mecía por la corriente, la soga que acabaría con sus sufrimiento.

 

 

 

 

 




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