Chicas se paraban en su puerta cada tres días, ellas le daban cariño, pero el a ellas no, no se sentía bien, nada pasaba más allá de unos simples besos y un par de copas de más, ¿qué era lo que pasaba? el siempre había sido un "Don Juan" con las chicas, no sabía porque no podía serlo ahora.
-Yo creo que es tu adicción a no tener una meta-, le dijo Hustï por teléfono
-No hermano te lo digo bien, vienen chicas a mi casa y no dejo que pase nada-, le contó frustrado Shinobu, ya no sabía que le había pasado, quizás ya era hora de que fuera perdiendo el toque, aun así era demasiado pronto
Sabía que Yuta, la que había sido su mujer, la que desapareció de la nada, claramente lo había dejado muy marcado, porque si eran tan felices desapareció del radar, no sabía que era de ella, ni su familia sabía dónde estaba, si se fue, ¿porque le interesaba conocer su paradero?, tal vez muy en el fondo la amaba.
Salía cada noche a buscar un rostro conocido, pero era nuevo en la ciudad, así que todos eran completos extraños para él, buscaba algo sentía el deseo de encontrar... ¿a alguien? ¿Algo?; esa noche no caminó más allá de dos cuadras, cuando a lo lejos ve una figura en el suelo, se acerca y se percata que es una pobre anciana que se había caído y no encontraba la forma de levantarse.
-Señora, ¿se encuentra bien?, le ayudo a levantarse, la puedo llevar al hospital, ¿si gusta?-, Shinobu espera una contestación de la anciana, pero la anciana solo respondió en voz muy baja
-Así que tú eres la persona destinada a ser, más te vale que no te salga mal-, la anciana se levantó por sí sola, y se fue despacio hasta que desapareció de la vista de Shinobu.
¿Qué significa eso del destinado a ser? ¿A ser qué?, sin saber a qué se refería aquella anciana, siguió caminando en esa fría noche de octubre.