Las vacaciones tenían las horas contadas y se acercaba el momento de retomar las clases para encarar, con las energías renovadas, el segundo cuatrimestre. ¿Energías renovadas? Lo cierto era que a las penosas expulsiones que dejaban un hueco difícil de llenar, debían sumársele el nuevo contexto laboral de Martina, en su lucha por dejar de ser tratada como una niña, el cambio radical de Úrsula que pareció encontrar su corazón perdido entre los escombros de su inocencia; Sofía y la búsqueda incesante por descubrir quién era en realidad y lo que quería en esta vida y, también, Ludmila Parejo que lidiaba todavía, con la confesión de un viejo amigo y el tsunami que podía sobrevenir si tan solo daba un paso en falso y sucumbía ante los caprichos de la tentación.
Todas ellas, protagonistas de una misma historia que comenzó cuando eran niñas, estaban ahora llegando a la tan temida encrucijada que las obligaba a tomar una decisión; seguían adelante, haciéndose camino al andar, despreocupadas del destino siempre postergado o, por el contrario, regresaban decididas, dispuestas a abrazar lo que querían sin temor al fracaso, apostándolo todo sin importar el qué dirán.
En tal sentido, la primera en cruzar el umbral de la discordia fue Ludmila que, mientras regresaba a su casa del gimnasio, con el pensamiento en las rutinas que la dejaban exhausta, se topó con un inclaudicable Agustín Mainardi y su tediosa costumbre de sacarla de quicio.
—Creía que estaban claras las cosas entre nosotros —dijo sin dejar de caminar a paso acelerado—, pero por lo visto tienes el tupé de insistir en tus descerebradas ideas.
—¿Es mi culpa que no pueda borrarte de mi mente?
—A ver, déjame pensarlo un momento —dijo parándose en seco, fingiendo que reflexionaba sobre la situación—. ¡Sí, es tu culpa!
—¿Por qué te niegas a darnos una oportunidad?
—No voy a enredarme con un amigo de mi ex novio, es definitivo.
—No tiene ningún sentido que te niegues a ser feliz, solo por no lastimar a un patán que te olvidó hace mucho tiempo.
—¿No entiendes el idioma castellano, verdad? —preguntó frunciendo el ceño—. No estoy enamorada de Rodrigo, de hecho, estoy abierta a cualquier posible relación que me haga sentir plena, pero bajo ninguna circunstancia; es decir, ni ebria, ni mamada o drogada, me involucraría con uno de sus amigos.
—¿No te gusto?
—Dime una cosa —sonrió—. ¿Cómo haces para mirar a tu amigo a la cara después de estas escenas?
—Él ya no está contigo; además, sé bien que nunca te trató como merecías.
—¿No sientes que lo estás traicionando? —preguntó frunciendo el ceño.
—Solo pretendo no traicionar lo que siento —respondió vehemente—. Me aburrí de amarte en sueños mientras te observo todos los días caminar a un par de pasos de mi soledad. Me niego a contemplar lo que pudo haber sido, asustado de las garras de una respuesta dolorosa.
—No entendí nada de lo que dijiste, pero sigue hablando así y seguro conquistarás a muchas otras chicas.
—Pero yo te quiero a ti —dijo tomándola del brazo con violencia, perdiendo por completo la cabeza, buscando por la fuerza lo que no obtenía por genuino sentimiento.
—Me estás lastimando.
—Solo quiero que abras los ojos y no dejes pasar la oportunidad de tu vida, solo porque estás anclada en el pasado.
—Si no me sueltas en tres segundos, te juro que gritaré —dijo mirándolo fijo, sacando a relucir su bravía personalidad.
—Lo siento —respondió retrocediendo—, me dejé llevar por el ardor que produce en mi alma tenerte cerca.
—No voy a estar contigo —sentenció—, no estoy interesada; espero que ahora sí lo entiendas y busques tu camino por otro lado.
—¿A qué le temes? —preguntó abriendo los brazos de par en par—. Incluso Sofía está cerca de caer a los brazos de Alex Morgan; y él fue novio y perdición de su mejor amiga.
—No me importa lo que hagan los demás.
—De acuerdo, tú ganas —dijo levantando las manos en señal de rendición, de resignación—; pero me aseguraré de que todos se enteren que me perseguiste durante meses y quisiste revolcarte conmigo a pesar de tener una historia con mi mejor amigo.
—Estás enfermo —dijo con los ojos prendidos fuego, impotente.
—Eres una zorra vulgar, ya todos lo saben —sonrió—. ¿Acaso olvidaste que tuviste un romance fugaz con el cerebrito de Santino? Sí, yo lo recuerdo bien; y sin embargo ahora finges ser amiga de Martina.
—¿Qué quieres decir?
—No me costará nada que todos crean, que Rodrigo crea que me buscaste…
—Entonces ve y díselo. ¿Qué estás esperando? Mientras no tenga que soportar tu presencia cerca de mí, haz lo que se te antoje.
—Piénsalo, te doy otra oportunidad.
—¿Disculpa? —preguntó frunciendo el ceño.
—Acepta ser mi novia y no te difamaré en la Universidad o en las redes sociales…
—¿Quieres que esté contigo bajo coacción? —sonrió—. Siempre supe que eras un estúpido, pero ahora estoy segura de que tu patología es mucho más grave.