Relato 1
Enero, 1984, Valparosa
—Bella, ¿qué vas a hacer? —La anciana dobló un paño hasta convertirlo en un pequeño cuadro de tela. Trasladó el pañuelo mojado sobre mi frente y con su otra mano limpió mis lágrimas de felicidad, pues siempre al pensar en como mi vida había cambiado me emocionaba por completo.
—Estoy ansiosa por contarle a Sigmund. —Sonreí. Estaba conmocionada al saber que llevaba una vida dentro, sin embargo, había algo extraño. Sentía algo raro, como si algo me consumiera poco a poco. Y eso, me preocupaba. Nana pareció notarlo, pues su semblante cambió por completo.
—Te veo desmejorada, ¿cómo te sientes? —Nana tomó la mano que descansaba en mi vientre y me guió hasta uno de sus viejos sillones con adornos estampados. Me eché hacia atrás, recostándome un poco hasta sentirme cómoda.
—No pienses que no estoy contenta por el bebé. Lo espero con todas las ansias del mundo. —Acaricié el pequeño bulto que se formaba en mi tripa—. Pero, ¿es normal sentirme así?
—¿Qué sientes exactamente? —Su rostro arrugado se palideció un poco.
—Ando débil, con pesadillas y todos esos otros síntomas comunes que dicen del embarazo. Pero, hay algo más... no sé cómo explicarlo.
—Bella inténtalo, dime, ¿qué es lo que sientes? —Ladeó su cabeza y lució genuinamente preocupada—. Cuéntame.
—La tripa me arde, como si el niño estuviera encendido en fuego. Y es muy temprano para eso, ¿no? Solo va un mes, ambas sabemos que esto no es normal. —Mi preocupación era genuina. Los embarazos arcanos generalmente no se diferencian a los regulares, a menos que el bebé que está por llegar sea peculiar, por enfermedad o por algún poder ajeno a nosotros. Y yo, no quería eso.
No hubo necesidad de decir nada para saber que Nana comprendía que pasaba por mi cabeza y cual era mi preocupación al respecto.
—Quizás Sigmund te podría ayudar con eso. —Se sentó a mi lado y colocó una mano sobre mi panza. Era increible como tan rápido se podía palpar algo.
—Lo sé, pero no creo que las embarazadas sean lo suyo, ¿verdad?
—Pero es tu marido, Bella y tiene sus conocimientos, ¿no? —Nana esbozó una sonrisa, parecía lista para decir algo más—. Sabes, si te preocupa lo mismo que a mí yo conozco a alguien que podría decirnos de antemano cual será el sexo del bebé y si viene saludable o no.
—¿No será muy temprano para una ecografía?
—No te hablo de una ecografía. Te hablo de una arcana que conozco con la habilidad de la clarividencia.
—¿Saber el futuro no es peligroso? —Fruncí. Había escuchado historias sobre como el hecho de alguien ver el futuro puede traer repercusiones muy serias.
—Todos los seres humanos lo hacen para saber el género de sus niños. Nosotras solo nos adelantaríamos un poco.
—No sé si eso sea lo correcto. He escuchado que los clarividentes pueden presenciar la vida entera si así lo desean.
—¿Cómo puedes creer eso? —Nana negó con la cabeza—. Entiendo que ella puede ver más allá, pero, ¿el futuro? No es algo existente en este instante, pues se forma con el tiempo, así que sería imposible verlo.
—Supongo que tienes razón.
—Pero en fin, primero lo primero. Tu deber ahora es hablar con el flamante padre de la criatura y darle la buena nueva. Luego pensaremos lo de la clarividente. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. Aunque insisto, ese asunto no me parece una buena idea.
—Solo será saber el sexo del bebé y nada más, tranquila.
—Lo consultaré con Sigmund.
—Deberías —respondió sonriente —. Por cierto, ¿Cómo llamarías al bebé?
—Nosotros quedamos en algo. Si algún día esto pasaba; si era niña Sigmund elegiría el nombre, si es niño llevará el nombre de mi padre, Krane.
—Krane Utherwulf.
Sostuve mi vientre y mi instinto me decía, que ese sería su nombre, también algo me decía que las cosas no serían fáciles.