Secretos Arcanos (relatos de El Secreto de tu Magia) [1.5]

Un mal comienzo - III

Hice lo que estaba evitando por mucho tiempo y de manera extraña me hizo sentir mejor de lo que esperaba.

—¿Qué demonios eres? —Preguntó. Sus manos temblaron al tocarse el rostro y su vista fue de un lado a otro, buscando la forma de ocultarse o alejarse de mí. Me puse de cuclillas frente a él, para inspeccionar su ya no tan simétrico rostro, pues comenzó a tornarse amoratado justo donde lo había golpeado.

Se había quedado quieto, mientras pasé la mano por su cara.

—¿Qué eres?—Insistió tan asustado que casi sentí pena por él. Parecía estar en un estado de shock.

—Solo soy una madre preocupada por el bienestar de su hijo —respondí—. Pero aparte de eso, pensemos que aquí no ha pasado nada más.

Sus ojos como platos me observaron tan inseguros que no me sorprendió cuando se atrevió a mover sus piernas para darme un golpe en el estómago. Así me distrajo y se le hizo posible poder huir de mí por un momento.

Se arrastró hacia atrás y se reincorporó tan pronto pudo, para correr hasta su teléfono de disco. El aparato simplemente no le sirvió para nada, pues tuve la oportunidad de alcanzarlo con rapidez, agarrarlo y arrojarlo lejos de él.

—No tienes que llamar a nadie —hablé, de la forma en que siempre quise hacerlo —. Nadie te va a creer. 

Él salió disparado hasta uno de sus cajones. Todo daba a entender que la historia del viejo se repetiría y él me apuntaría con un arma de fuego. Mi mano izquierda adoptó la electricidad a la que antes le temía, pero ya frente a Ken, todo era diferente. Efectivamente consiguió una pequeña arma y en su otra mano agarro unas cuantas balas.

—¿Vas a matarme? —Pregunté retante—. Unas cuantas personas me han visto entrar. No te conviene que escuchen una detonación. No creo que desees que tilden al gran Ken Pendragon de asesino, ¿verdad? —Espeté mis uñas entre la piel de su brazo. El pequeño golpe eléctrico que recibió fue suficiente para que el arma cayera al suelo.

—Entonces, ¿qué quieres que haga? —Preguntó, evadiéndome la mirada. Fue sorprendente lo vulnerable que se volvió. Su cuerpo entero temblaba. 

—Bien sabes lo que tienes que hacer —respondí, tratando de fingir indiferencia ante él.

—Los veré mañana —respondió muy obediente.

—Claro que sí —aseguré—. Mañana iremos.

El terror se apoderó de él una vez más, quizás pensando como pegaría el ojo, pues no esperaba que yo negara a irme de allí. Estaba tieso, algo que hizo que yo ganara más confianza.

—Prométeme que no saldrás corriendo —dije—. Cabe decir que aunque huyas puedo encontrarte. Ahora que me conoces mejor, la cosa es mucho más sencilla—advertí y con un leve movimiento de dedos aseguré la puerta sin que el se diera cuenta.

Pero para mi sorpresa, pareció que la impresión fue tal, que pude actuar allí con naturalidad, tomar un baño, buscar ropa de alguna de sus amantes y de esa manera, tumbarme en su cama.

Sus ojos me recorrieron, tanto con deseo que como con temor. Habían sentimientos encontrados de parte de ambos.

—¿Eres feliz de esta manera?

Murmuró algo que fui incapaz de entender. Luego no dijo nada más, se quitó su camisa y se tumbó a mi lado, manteniendo su vista fija al techo.

—¿Él también es un monstruo?

«Monstruo, vaya manera de llamarnos», pensé

—No…—respondí—,  gracias a los dioses, el niño no ha heredado tu maldad. 

 

[...]

 

Cuando Gisel abrió la puerta y vio que Ken Pendragon me acompañaba, sus ojos estuvieron por salirse, pues de todas las cosas no esperaba eso. Su impresión fue tanta que no supo que decir, solo terminó por abrir la puerta y nos adentramos.

—¿Dónde está Drake? —Pregunté inmediatamente.

Giré y noté como él miraba mi hogar de una manera un tanto despectiva, haciendo que de cierta manera me sintiera algo avergonzada por llevarlo allí. Éramos dos personas muy diferentes. Él era un tipo famoso y de dinero, yo no tenía nada, él era un humano, yo era algo extraño. Yo amaba a nuestro hijo, él iba a verlo por miedo.

—El niño está durmiendo —respondió Gisel moviéndose a un lado. Por mi parte con paso vacilante decidí ir hasta la habitación. Estaba casi insegura de llegar, pues no podía creer que Ken estaba junto a mi.



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En el texto hay: misterios, romance, aventuras

Editado: 31.08.2019

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