Secretos del pantano Ross: Raíz de Jacaranda

Capítulo seis: Eco de la "purificación"

La cueva, ahora bañada en la suave y purificadora luz blanca de las flores del jacarandá transfigurado, exhalaba un aire fresco y limpio, un contraste absoluto con el hedor a decadencia y azufre que la había impregnado minutos antes. El zumbido ensordecedor había cesado, reemplazado por un silencio profundo y sobrecogedor, roto solo por la respiración agitada de Lourdes y el débil murmullo de Harry a su lado. La victoria, aunque dulce, dejaba un sabor amargo de agotamiento y la certeza de que la lucha aún no había terminado.

Lourdes se desplomó de rodillas, el esfuerzo físico y emocional de los últimos minutos cobrando su precio. La rama de roble, aún firmemente clavada en el tronco del jacarandá, pulsaba con una luz serena, un faro de esperanza que había disipado la oscuridad. Harry, recuperando lentamente la fuerza, se arrastró hasta ella, la tomó en sus brazos con ternura. Sus ojos, antes nublados por el dolor y la confusión, ahora la miraban con asombro y una profunda gratitud.

—Lourdes… ¿qué…? —murmuró Harry, su voz aún débil, sus ojos fijos en el jacarandá, ahora un árbol de luz, su belleza inmaculada.

La marca de la "Q" de sangre había desaparecido de su frente, como si nunca hubiera existido, un símbolo de su liberación de la influencia de los Queen.

Lourdes sonrió, una sonrisa cansada pero llena de amor, una mezcla de alivio y tristeza.

—Salvé a nuestro bebé, Harry. Y te salvé a ti. Elegí la vida. Elegí el amor. Elegí romper el ciclo.

Las flores blancas del jacarandá brillaban suavemente en la cueva, un faro de esperanza en la oscuridad que había reinado durante tanto tiempo. Los Guardianes, que habían emergido de las paredes de la cueva, ahora observaban en silencio, sus bastones brillando con una luz suave y protectora, sus máscaras de animales del pantano inmóviles en un gesto de respeto. La batalla había cesado. El Pantano Ross había sido liberado, al menos por ahora, de la influencia corruptora de los Queen.

Eleanor Douglas se acercó, su rostro antes serio y resuelto, ahora reflejaba una profunda admiración. Su túnica verde oscuro ondeaba suavemente mientras se arrodillaba junto a Lourdes.

—Lo hiciste, Lourdes —dijo Eleanor, su voz llena de asombro y respeto reverente—. Cambiaste el ciclo. La rama de roble es el símbolo de la vida, de la renovación. La plantaste en el corazón de la oscuridad de los Queen, y lo transformaste. El jacarandá ha sido purificado. El Consumidor… ha sido desterrado.

Lourdes sintió una oleada de agotamiento, pero también una extraña paz. Sintió una pequeña patada en su vientre, un recordatorio de la vida que había salvado, de la promesa que había cumplido. La cueva, ahora purificada por la luz blanca del jacarandá, fue un testimonio del sacrificio y del amor que había triunfado sobre la oscuridad más profunda.

Los cuerpos de Nora y Elias Queen, junto con los de las otras figuras encapuchadas, yacían inconscientes en el suelo de la cueva. Sus medallones de diamante, antes vibrantes con la energía violeta del Consumidor, ahora estaban opacos, inertes, despojados de su poder. Eran solo cáscaras vacías, marionetas sin la energía que los había animado.

—¿Qué pasará con ellos? —preguntó Harry, su voz aún ronca, mientras se apoyaba en Lourdes. Miró a sus padres, figuras patéticas en su derrota.

Eleanor se puso de pie, su mirada grave.

—Serán juzgados por el Consejo de Guardianes. Sus crímenes contra el pantano y contra la vida son demasiado grandes para ser ignorados. Han profanado la esencia misma de este lugar. Su poder ha sido contenido, pero la memoria de sus acciones perdurará.

Mientras Eleanor hablaba, los Guardianes comenzaron a moverse. Con movimientos coordinados, levantaron los cuerpos inconscientes de Nora y Elias, y de los otros miembros de la secta Queen. Los sacaron de la cueva a través del pasadizo secreto, el mismo por el que Lourdes había entrado.

Eleanor se volvió hacia Lourdes y Harry.

—Necesitan descansar. La energía del Consumidor los ha afectado. Harry, el drenaje de tu fuerza vital fue significativo. Lourdes, tu acto de purificación, aunque poderoso, ha sido agotador. Permítannos llevarlos a un lugar seguro, lejos de aquí.

Harry asintió, su cuerpo temblaba por el agotamiento.

—La posada… La posada Douglas. Eleanor, ¿puedes llevar a Lourdes allí? Yo… yo puedo caminar.

Eleanor negó con la cabeza.

—Ambos están demasiado débiles. Los llevaremos a un refugio de los Guardianes, un lugar donde estarán seguros y podrán recuperarse en paz. Meredith, la enfermera, también está allí. Ella podrá ayudarlos.

Lourdes sintió un rayo de esperanza. Meredith, la única persona dentro de la cabaña Queen que le había mostrado algo de compasión, la que le había advertido sobre los Guardianes y el Consumidor. Recordó la discreción de Meredith, sus susurros sobre "un mal que se esconde en el jacarandá" y cómo "la familia Douglas es la clave".

Los Guardianes restantes se acercaron a Lourdes y Harry. Con una suavidad sorprendente, dos de ellos los ayudaron a levantarse. Lourdes, con la mano aún en su vientre, sintió una oleada de mareo, pero la presencia de Harry a su lado y el aura de protección de los Guardianes le daban fuerzas. Salieron de la cueva, la luz blanca del jacarandá iluminando sus espaldas, dejando atrás el horror.

El pasadizo secreto se cerró detrás de ellos con un suave chasquido, ocultando una vez más el corazón de la oscuridad de los Queen. Los Guardianes los guiaron a través del bosque, por senderos ocultos que solo ellos conocían, un mundo invisible a los ojos de los habitantes de Hope. El aire nocturno del pantano, aunque húmedo, se sentía fresco y liberador.

Mientras caminaban, Lourdes pensó en todo lo que había pasado. La vida en la cabaña Queen, el constante misterio, el nerviosismo de Harry, la frialdad de Nora y Elias. Recordó los síntomas de su primer aborto, el "medicamento" que Meredith le había dado. No había sido un aborto espontáneo. Había sido un sacrificio. Una parte de ese ritual oscuro. El Consumidor ya había reclamado una vida, y ahora intentaba reclamar otra.




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