11 de abril del 1970 Actualidad
Narrador Lorena Jhonson.
—Esta rico papá —dije mientras probaba de la sopa que estaba asiendo él mismo, mi papá acarició mi rostro y besó mi frente, vivíamos en una mansión, no como los dueño, para nada, sino como criados, no sé como, pero papá empezo a trabajar con esta familia desde antes de yo nacer, eso significa lo que ustedes están pensando, nací y crecí aquí, pero no es lo que parece no gozo de la popularidad de esta familia porque no paso ni siquiera de la cocina a mi habitación y eso es por una razón.
—Hija pásame los platos —dijo después de apagar la sopa, caminé directo a la alacena dónde tomé siete platos, pues hoy vendría a la casa el hijo pródigo de la familia Bennett; según las cocineras él se había ido hace diez años de la casa para estudiar y terminar su universidad en el extranjero.
Papá me quitó las losas y se las pasó a Berenice una empleada que llegó hace poco, pero desde su llegada se había hecho muy amiga mía, la misma lo tomó con mucho gusto dándome una sonrisita pícara ella y yo sabíamos del por qué de la sonrisa, era raro cuando esa familia se reunía o por lo menos para mí, ya que nunca los había visto juntos, o sea literal apenas he visto a los señores de la casa y desde lejos y en el lago que está a la izquierda de la mansión al par de gemelos solamente. Pero nunca en mi vida viviendo tanto tiempo en este lugar me he topado con ellos y eso tiene una explicación es la misma del porqué no paso de mi habitación a la cocina
—te quedarás aquí, no saldrás hasta que vuelva vale —mi papá estaba actuando de una forma muy extraña y de la misma forma me había hablado. Él era la razón por la cuál pocas personas me veían. Estoy segura que afuera nadie sabe que existo pues nunca he salido a la ciudad. No he pasado más allá del jardín que está detrás de la mansión, no delante ahí no puedo ir tampoco.
—¿por qué no quiere que salga? —pregunté, tenía curiosidad de ver los hermanos; ya tengo casi quince años y aún así sigue con su sobreprotección máxima, aquellos hermanos según lo que me había contado Berenice son un fenómeno en este pueblo, dicen que son los mas adinerados, los más codiciados, los mas guapos, en fin, todo lo mejor lo tienen ellos, pero los cincos se había desaparecido del pueblo por tiempos, cuando nací tres años después de yo nacer ellos se desaparecieron según mi papá y nuevamente poco a poco se fueron reintegrando al pueblo pasando desapercibido sin saber el por qué, Bere me guiñó un ojo sonriendo y yo negué con la cabeza, ella si los vería mi esperanza era que al menos ella me contaría algo.
—Esto no es discutible Lorena, te quedas aquí y cuando regrese te daré cena para que te vayas a dormir —Dijo sin más y me dió la espalda, aún me seguía tratando como una bebé. bufé con un puchero y me arrincone de la alacena con los brazos cruzados.
—Esta bien —dije ya vencida; no podría pelear contra él me ganaría de todas maneras, mi papá salió junto con las tres únicas trabajadoras que siempre lo acompañaban a cocinar cuando le tocaba a él, me dejaron sola en la enorme cocina, y sí, tenía un poco de miedo la verdad.
Me senté en el suelo y miré todo mi alrededor, estoy en esta casa desde que tengo memoria, nunca he visto a mi mama, claro, como toda joven pregunté que había pasado con ella, pero mi papá la amaba tanto que recordarla lo ponía nostálgico y ni siquiera podía decir con sus palabras que le había pasado, pero luego de repente en un día de lluvia mientras bebíamos chocolate me había dicho que murió en el parto al darme a luz, ese día me tomó de sorpresa su confección y también me había dicho que yo no era la culpable sino su corazón el cuál se había detenido, ¿Por qué me sentiría culpable que una persona muera? No tenía sentido, pero en la cabeza de él sí.
Me había preguntado en este momento cómo sería si ella estubiera aquí, ¿mi padre seguiría con esa sobreprotección o fuera diferente?, papá entró a la cocina, en su rostro se veía un fruncido de disgusto, pues su cara estaba muy roja, sabía cuándo era por enojo y esta era una de esas.
—¿Qué sucede? —pregunté al acercarme, lo tomé de las manos y este se soltó para ir a la estufa, él no es así ¿Qué le había pasado? Tocó varias veces las orillas de la estufa y se voltea dándome el frente.
—Si algunas vez un Bennett se te acerca no dudes en correr y gritar mi nombre —Lo que dijo me dejo sin palabras, sin poder preguntar el por qué sabiendo que nunca me respondería, y aun peor me había dejado con un sabor amargo, ¿Por qué lo había dicho? Esa pregunta me rondó la cabeza toda la noche y no pude dormir hasta las tres de la mañana.
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Editado: 09.08.2022