Secretos en rojo y negro

Capítulo Uno

 

Estaba feliz de comenzar la vida universitaria, alejarme de mi ciudad natal, lejos de mis pesadillas y problemas. Hasta que el mayor de ellos se cruzó en mi camino, Adrián.

‒ Colorina ‒dice sonriendo

‒ Adrián ‒digo mientras paso a su lado

‒ ¿No vas a saludar a tu viejo amigo?

‒ No eres mi amigo y lo sabes, ahora aléjate de mí

Escucho su risa mientras entro en el baño de mujeres, saco mi teléfono de la mochila y le envió un mensaje a mi mejor amiga, Vanessa.

Yo: Mátame ya, no sabes quién está aquí, ¿acaso no había universidades más lejos?

Vanessa: hola, amiga, me alegro sabe de ti. ¿Cómo estás? Yo muy bien gracias por preguntar

Yo: ay por Dios no seas sarcástica, hablamos hace 1 hora

Vanessa: ja, ja, ja te extraño tanto, porque decidiste irte tan lejos.

Yo: sabes por qué lo hice, ahora presta atención. Acabo de toparme en el pasillo al demonio.

Vanessa: mmm no estoy entendiendo, ¿estamos hablando de Adrián?, no se supone que se iría a Canadá.

Yo: ¿qué hace aquí?

Vanessa: ¿quieres que averigüe con su hermana pequeña?

Yo: ¿y eso de que serviría? Ya está aquí, lo único que falta es que se haya matriculado en la misma carrera que yo, sabes cuanto lo detesto.

Vanessa: antes no era así ; ) jajaja

Yo: ese tema está en el olvido, me voy a clases, te hablo luego.

Vanessa: suerte, amiga te amo y trata de ignorar al demonio.

Yo: como si pudiera

Salgo del baño mientras reviso el horario de clases que me asignaron, le pregunto a una chica cuál es el salón 505 de la facultad de medicina.

‒ Debes tomar las escaleras hasta el quinto piso, el ascensor está en mantención. Lo siento. Suerte en tu primera clase, si llegas tarde el profesor Richard no te dejará entrar, por lo que veo te quedan cinco minutos para llegar.

‒ Gracias ‒le grito mientras corro lo más rápido que puedo

Subo las escaleras lo más rápido que puedo mirando de vez en cuando la hora, solo han pasado tres minutos, puedo lograrlo.

Cuando doblo la esquina choco con un gran cuerpo, lo que me faltaba. Mis cosas saltan lejos, y comienzo a recogerlas rápido.

‒ Acaso estas siguiéndome ‒dice el demonio

‒ Lo que menos quiero es estar cerca de ti —digo con rabia— puedes apartarte de mi camino, ya voy tarde por tu culpa.

Camino hacia el salón 505 y me doy cuenta de que el profesor ya está dentro, agarro la manilla tratando de abrir la puerta, está con llave. Genial.

‒ Esto es tu culpa —miro a Adrián— ¿Qué estás haciendo aquí de todos modos?, ¿no deberías estar en Canadá?

‒ Cambio de planes, sorpresa

‒ ¿Estás siguiéndome? ‒ hago la misma pregunta que me hizo él antes.

‒ ¿Por qué lo haría? Por favor Aria, te detesto, ¿lo olvidas?

‒ Por supuesto que no, el sentimiento es mutuo

‒ Ese profesor es un asno, llegue justo a la hora y me cerró la puerta en la cara

‒ El bebé quiere llorar —digo mientras hago una señal de llanto con mis manos— estamos en la universidad, aquí nadie te idolatra.

‒ Solo es cosa de tiempo ‒dice mientras se acerca a mi‒ sabes perfectamente que soy irresistible

Pega su cuerpo al mío haciéndome retroceder hasta que quedar pegada en la pared, miro alrededor tratando de buscar a alguien, pero los pasillos están vacíos. Coloca su mano en mi cintura, mientras pega sus labios en mi cabeza.

‒ Colorina —dice susurrando— eres la única que me odia, pero aun así tu cuerpo tiembla cada vez que me acerco a ti.

‒ De seguro es por asco ‒ sonrió‒ ahora aléjate de mí si no quieres salir herido

Se aparta lentamente con una sonrisa en su cara, toma un mechón de mi cabello y lo pone detrás de mi oreja, cierro los ojos. Cuando los vuelvo a abrir no está por ninguna parte y yo sigo pegada en la pared como un chicle.  




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