Mila salió afuera con su pequeño en brazos, mientras él jugaba con el dinosaurio ella se acercó hasta Ksenia y a los dos hombres que estaban junto a ella.
—¡Corazón! —exclamó con felicidad y repentinamente Mila y Ian se vieron envueltos por los brazos de la pelinegra —. Hoy te he extrañado más de lo normal —comentó y de pronto río con nerviosismo.
—¿Tú me has extrañado? —inquirió con asombro. Ksenia deshizo el abrazo y la miro con una simpática sonrisa.
—¡Claro que sí! —frunció el ceño—. ¿Acaso eso es un crimen? —inquirió agraciada.
—No, pero el que lo digas es raro — respondió sería.
Ksenia puso los ojos en blanco.
—Por razones como estas es que nunca me gusta hacer este tipo de cosas —protestó mirando a los hombres que estaban parados a su costado izquierdo.
—Quizás debas hacerlo más seguido —se refirió a sus demostraciones de afecto—, y con eso no se sorprenderá cada que lo hagas —alegó Luis.
—No, no y no —espetó haciendo pequeños movimientos negativos con su dedo índice y cabeza—. Yo no sirvo para eso —agregó luego de unos breves segundos de silencio.
—Eso no es cierto —contradijo Mila.
—¡Claro que lo es! —se quejó, cruzándose de brazos y mirándola desafiante.
—No me pondré a discutir sobre tus acciones —replicó con desinterés—. Tú... —señaló a Ksenia con el dedo —, tienes que ir a resolver todo para mañana —pronunció autoritaria.
—Tengo tiempo y de sobra —respondió ella con indiferencia.
—Parecen dos niñas —le susurro Stevens a Luis. Pero ambas mujeres escucharon lo que él dijo y le lanzaron una mirada asesina.
—Hazme enojar y veras lo que puede hacer esta niña —desafío Ksenia, acercándose a él de manera lenta y amenazante.
—No empiece lo que no pueda terminar, niña —respondió él con una sonrisa sarcástica.
Mila abrió los ojos con notable sorpresa. Era la primera vez que veía a Stevens actuar de tal modo y la dejo muy asombrada.
—Ya es suficiente —sentenció Luis, quien se interpuso entre los dos y con la mirada regaño a Stevens.
—Nía, mejor ve adentro y ponte a trabajar —ordenó Mila.
No quería ser dura con su amiga pero si no se interponía, de algún modo, esa discusión terminaría mal.
Mila, conocía bien a Ksenia y sabía que cuando alguien la provocaba ella siempre respondía a golpes o con violencia verbal... Fue entrenada para defenderse y/o asesinar a quien fuese. A ella no le molestaba utilizar las habilidades aprendidas en aquel lugar maldito.
Ksenia a lo largo de sus entrenamientos había adquirido la habilidad de luchar cuerpo a cuerpo, y además de aprender el uso de varios tipos de armas también tenía una gran puntería a la hora de herir con palabras.
Aunque todo aquello había quedado sepultado al igual que su pasado aún continuaba entrenándose, pero únicamente lo hacía por diversión y en parte también lo hacía para no perder eso que consideraba como parte de ella.
Las habilidades de una asesina iban más allá de actuar por mera intuición y la rusa lo sabía.
Ksenia entró no sin antes hacerle un gesto a Stevens, indicando que era hombre muerto. Él solo se río, pues bien sabía que no lo haría debido a que lo necesitaba para sus planes. De momento su vida continuaba.
El pequeño niño se bajo de los brazos de su madre para ir detrás de su tía.
—No sé que fue eso, pero que no se vuelva a repetir —reprochó Mila mirando al hombre participante de aquel hecho.
—De acuerdo señorita —acotó Stevens cabizbajo.
Lo que menos sentía por Mila, era temor, sin embargo aún debía continuar fingiendo obediencia.
—Luis —lo llamó y él de inmediato la miro—, hoy en la noche Carmen irá a visitar a su familia, necesito que la lleven al aeropuerto —ordenó mostrándose poco cordial.
—Mila, no creo que eso sea buena idea —espetó severo—. ¿Ian, con quien se quedará mañana? —inquirió arrugando el gesto.
—La decisión ya esta tomada, y por Ian tú no preocupes que él estará todo el tiempo conmigo —respondió tajante.
—Bien —dijo con rudeza—. Después de todo tú eres la que manda —dijo y se marchó hacia el auto.
Se quedó perpleja ante lo que él había dicho y se sintió un poco mal, pues no le gustaba ser demandante, mucho menos sonar exigente con las personas que la rodeaban.
—La jefa —murmuró Stevens, y la ironía que acompañaron esas dos palabras no paso desapercibida para ella.
****
Ksenia estaba en su despacho, ya terminando con la suma de todo el dinero gastado y ganado durante el mes cuando de pronto recibió un mensaje, por lo que tomó su móvil y comenzó a leer lo que decía aquel mensaje.
«“Buenas tardes.
La reunión de mañana se realizará a las 03:00 pm. Quiero que sean puntuales o de lo contrario se cancelará.
Atte.: Christopher. P”»
Lo leyó y no respondió, pues ya sabia que si recibía un mensaje de aquel número no debía responder bajo ningún motivo.
Continúo con su labor hasta que sumó las últimas hoja. Una vez terminó con su trabajo guardó las carpetas en su bolso y procedió a bajar. Tenia que hacerles saber a Luis y a Stevens que había recibido un mensaje con el horario exacto en el que se haría la reunión.
Ksenia sabía que el final de todo estaba acercándose y debía estar lista para cualquier cosa, debía hacerlo por las personas a las que amaba y si fuera necesario daría su vida por ellos.
Vivió más de seis años ocultándole un secreto a su mejor amiga; un secreto que pronto sería develado y tenía el temor de que cuando eso ocurriera Mila no pudiera llegar a perdonárselo jamás. Pero todo lo que estaba haciendo tenía un propósito y la única persona que se lo podía decir era aquella que envió ese mensaje.
—Me ha enviado el horario de la reunión —anunció parándose frente a Luis y Stevens.
—¿A qué hora será? —inquirieron los dos al unísono.