Kaleb Campbell
En sus ojos se encontraba la incertidumbre, la nostalgia y furia. Todas esas emociones eran muy notorias ante los míos.
La busqué, la busqué hasta en el lugar más recóndito de este asqueroso mundo y todo fue en vano. No pude dar con su paradero.
¡Que estúpido fui! Debí seguir con esa búsqueda. Claramente lo que dijo Adolfo, no fueron más que una sarta de mentiras y engaños.
Scarlett, sigue con vida y ella nunca me lo hizo saber, nunca me buscó.
—Con que la famosa Ivanov, tiene un desequilibrio emocional —Xander se mofó—. De todas maneras me importa un carajo lo que le suceda, total... —alzó sus hombros dándoles poca importancia a todo—, organizadores de eventos sobran en esta ciudad —dijo apoyando su espalda en el respaldo de su silla, mirándome con superioridad.
—¿Sabes qué?, me importa un carajo tu estúpido matrimonio. Después de todo no es más que una farsa —lo mire y sin vacilar escupí la realidad en su cara, su realidad—. Tú y la zorra que tienes por prometida se pueden pudrir en el infierno —al decir eso inmediatamente se levantó de su silla mirándome con ira irrefutable.
—Tú y Demon me tienen harto con sus intromisiones. Te recuerdo que si hago esto es por el bien de todo lo que poseemos —aquella vena que suele sobresalir de su cuello cuando está enfurecido se hizo presente, los puños se armaron dejando sus nudillos en blanco, al borde de querer golpearme. Sin embargo, de pronto suelta un suspiro de rendición—. Lo siento —murmuró casi inaudible, pero pude oír el arrepentimiento—. Toda esta mierda me tiene cansado y ahora... —confesó soltando una risa carente de gracia—, viene esta tal Mila e hizo lo que hizo —dijo volviendo a sentarse.
Intenta colocar una postura más relajada, pero su intento sale fallido, pues la fuerza con la que encierra sus puños hacen que sus manos tiemblen.
El silencio invade el estudio; es un silencio apacible y muy satisfactorio para mi persona. Aunque muchos me tiren de ser una persona horrible y sin escrúpulos soy alguien que ama el silencio y la calma que transmite.
—La mujer a la que acabas de llamar Mila, es alguien que conoces —hablé con calma. Tome asiento quedando frente a él y a su mirada llena de confusión y borde enojo—. Su nombre es Scarlett Lane —decir su nombre en voz alta es un poco doloroso.
—Scarlett, la hija de...
—De Adolfo Lane —le interrumpí —. El muy hijo de puta me dijo que estaba muerta, pero mintió —farfullé entre dientes.
—Por eso le dijiste bonita, por esa razón saliste tras ella —especuló, dudoso, extrañado y a la vez enojado.
—Sí —repliqué sereno—, y te juro que esta vez no me daré por vencido hasta encontrarla. Hasta saber donde vive no voy a dejar de buscarla. ¡Maldición! necesito explicaciones y ella tendrá que dármelas a como de lugar.
¿Por qué huyó sin decirme nada?
¿Por qué nunca me buscó? ¿¡Por qué lo hizo!?
—¡No! —gritó fúrico—. Tú no vas a buscar a nadie —demandó volviendo a incorporarse de la silla.
Reí sarcástico. Él será mi hermano mayor, será el socio mayoritario de este maldito negocio pero no es nadie para impedir que vuelva a iniciar la búsqueda. No es nadie para meterse con lo que es mío.
—Ni tú, ni Demon. Escucha bien, nadie va a impedírmelo. Voy a buscarla y esta vez nada podrá detenerme —expuse incorporándome del asiento.
—Si lo haces te prometo que le haré la vida miserable. Hablo enserio, Kaleb —gruñó a mi espalda.
—Hazlo y te mato —advertí volviendo a verlo por sobre mi hombro.
Voy a buscarte bonita. Voy a buscarte y te juro que esta vez no pararé hasta encontrarte.
Eres mía y nada podrá impedir que te tenga de nuevo a mi lado.
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Omnisciente
Al igual que los sentimientos de Mila, el día se tiñó de gris, anunciando que se avecinaba una tormenta, una que no tendría problema alguno en arrasar con todo a su paso.
La noche se hizo presente y era acompañada por un silencio sepulcral, mismo que atravesaba su mente haciéndola pensar en el tortuoso pasado.
Sintiéndose sola inevitablemente comenzó a recordar aquello que tanto la atormentaba; Los daños físicos y psicológicos originados por ese hombre al que llegó a llamarle padre. Recordó el abandono del chico que se rehusó a quererla por completo, aquel que tan solo desistió y la abandonó.
Causándose daño a sí misma recordó todo lo vivido y sin darse cuenta cayó derrotada ante el sueño mientras lloraba de impotencia cayó en un pozo oscuro donde sólo habitaba el repudio por haber nacido en un mundo dominado por las injusticias, reprensiones y causante de aquel dolor que día tras día crecía dentro de su pecho.
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Ksenia estaba a punto de regresar a casa. Volvería junto a su amiga y al niño que al cual le tenía un gran apreció, junto al pequeño que consideraba su sobrino.
Con ayuda de Luis estaba bajando el equipaje, aunque no eran demasiadas cosas ni demasiado peso, él había insistido en ayudarla y ella no puso objeción en eso.
Era la reina y nunca se cansaba de recibir atención en su exorbitante palacio. Aquello le gustaba, demasiado a decir verdad.
Al escuchar el sonido de una llamada entrante inmediatamente se detuvo y sacó el móvil del bolsillo trasero de sus jeans negro.
Vio que se trataba de Henry, por lo que rápidamente deslizó su pulgar sobre la pantalla y lo colocó sobre su oído izquierdo.
—Mas te vale que sea importante — advirtió amenazante, mientras continuaba descendiendo las escaleras cual reina en su palacio.
—Lo es —Herry respondió con algo de prisa y urgencia—. Se trata de Scarlett... Perdón de Mila —repuso.
Al escuchar aquello, Ksenia se detuvo en seco y no pudo evitar entrar en preocupación.