Mila Ivanov
—Vamos Mila, dime que paso para que te pusieras así —insistió.
Su impaciencia e insistencia de poco a poco están comenzando a cansarme.
Desde que llegó a casa no ha hecho más que preguntar y preguntar por qué estoy así. Cuatro días aguantando sus preguntas y si continúa haciéndolas va a lograr que le diga todo.
¿Qué es todo?, si lo único que me pasó fue ir a un lugar donde no tendría que haber ido, sin embargo lo hice y ahora no sé qué demonios hacer.
«—¿En qué piensas? —su preciosa voz interrumpió mis pensamientos.
Alcé la mirada y esos ojos verdes me estaban mirando atentos. Ahora puedo apreciar la ternura en ellos y también la bonita sonrisa sobre sus labios.
—En el futuro —respondí.
Le robe una de sus papás y me la llevé a la boca con prisa.
Sé cuánto le molesta que haga eso, pero me gusta cuando entorna sus ojos y me lanza una mirada asesina; una mirada asesina pero no letal.
—No lo vuelvas a hacer —advirtió clavando sus ojos en los míos, mientras arrugaba el entrecejo con enfado. Alcé mis manos en señal de paz y él rechistó cambiando su expresión severa—. ¿Qué hay en el futuro? —preguntó, desarmando el nudo de su corbata.
Eso mismo quisiera saber yo.
¿Qué habrá en él?
—No lo sé. Sabes, a veces me imagino una vida lejos de este sitio viviendo en una hermosa casa con vista al mar. Dos pequeños con tu sonrisa, con el mismo color de tu cabello y que anden correteando de un lugar a otro.
—Scarlett, no vaya de nuevo por ahí.
Ya sabes lo que pienso al respecto —otra vez. Otra vez arruinando mis esperanzas e ilusiones con esa voz fría y esa expresión de total desagrado.
—¿Acaso esperas que siempre esté escapando? Siempre que huyo de mi padre para venir aquí y verte a ti es un riesgo para mí, pero nunca tienes en cuenta eso, ¿no? —odio que siempre esté arruinando todo.
¿Tan difícil es idealizar una vida a mí lado?
—Me cansé de esta mierda —farfulló lanzando el paquete de papas fritas al suelo. Sujetando mi brazo con más fuerza de la necesaria revierte la calidez en la mirada al repudio y hartazgo—. Te he dicho millones de veces que no pienso armar una familia con nadie. La familia es debilidad y yo no quiero eso. ¿Tanto te cuesta entenderlo? —la oscuridad en su mirada me hace temblar y comprender que no debo seguir insistiendo en dejar lo que tanto ama.
La mejor me opción es largarme y luchar sola por lo que realmente quiero; mi libertad.
—Suéltame —con el poco coraje que conservaba logré zafarme de la firmeza y rudeza de sus dedos—. No siempre voy a estar esperándote, Kaleb. Toma una puta decisión o piérdete y nunca regreses—mi enojo fue desbordado a través de palabras con punta envenenada.
Nunca le he gritado, siquiera lo había visto de manera tajante, pero así como él también tengo mis límites y no pienso dejar que nadie me lastime de manera física o psicológica.
—¿Quieres una vida normal? —asentí— Búscala por ti misma. No me jodas Scarlett, que muy bien sabes que nunca voy a formar una vida con nadie, ni siquiera contigo —declaró severo, borde y tan gélido como el maldito hielo.
No respondí, simplemente asentí a pesar de que decenas de lágrimas abordaban mis ojos listas para descender a través de mis mejillas.»
—¡Scarlett, te estoy hablando! —Ksenia vociferó sacándome de aquel transe hacia el pasado.
—¿Quieres saber lo que me pasa? —inquirí retórica. Ya me venció y se lo voy a decir por qué es la única forma que tengo para que me deje en paz. De manera ansiosa asiente y me mira para que comience a quitarla de dudas—. Bien, te lo diré, pero no aquí. Te espero en mi habitación —pasé junto a ella y comencé a caminar hacia las escaleras.
En el silencioso pasillo se me ocurre chequear si Ian continúa durmiendo, voy hasta su habitación, y si, mi niño precioso sigue dormido.
Me recuerdas tanto a él.
«Lo había escuchado. Palabras crueles abandonaron sus labios y lo único que hice fue tomar la iniciativa de alejarme.
Estaba corriendo para alejarme de él, de sus palabras con doble filo, el mismo filo cada segundo cortaban mis esperanzas, el que poco a poco estaba destruyendo mi alma. Pero como la estúpida que soy no puedo alejarme de él sin llegar a sentir un vacío en mi pecho, no sé cómo hizo pero él es el único que logró tener control total sobre mí y mis estúpidos sentimientos.
—¡Scarlett! ¡Scarlett, espera! —suplicó detrás de mí.
No quiero seguir escuchándolo, ya lo he hecho suficiente. Ahora él tendrá que escucharme quiera o no.
—¿Qué quieres? ¿Acaso vas a seguir repitiendo que la familia es debilidad?
—grité—. Tú eras mi maldita debilidad, pero como eres tan estúpido nunca te has dado cuenta de eso. ¿Sabes qué?, siempre creí que serías tú quien me sacaría de esta vida de mierda, pero fui una imbécil al creer eso. Déjame en paz y hazme el favor de no volverme a buscar. ¡Esto se termina aquí! —dictamine dándole la espalda.
—Scarlett —volvió a llamarme casi en una súplica, esta vez me detengo pero no lo miro.
Su cabello, sus labios, sus ojos y todo en él es como una maldita droga, esa que pruebas una vez y no quieres dejar de consumirla. Kaleb es mi maldita droga, me convertí adicta a sus besos, a sus caricias y no supe darme cuenta del daño que estaba causando en mí. Él es así, es tan adictivo y destructivo como la droga.
—Hasta nunca Kaleb —con lágrimas en los ojos y sin mirar atrás me comienzo a alejarme de él. Está vez será para siempre.»
Mis ojos arden, siento como las lágrimas pujan por salir pero no les daré el gusto. No las dejaré salir de allí porque sería volver a mostrar vulnerabilidad, regresaré a ser aquella adolescente que lo perdió todo a causa de haber nacido en un mundo codicioso.