Kaleb Campbell
Entre más pienso más ansioso estoy por encontrarla y saber el porqué se alejó sin decirme nada, ¿por qué dejó que su padre me engañara de una manera tan cruel?
Verla después de tantos años se sintió como si me hubiesen echado un balde de agua fría sobre mi.
No es la misma Scarlett de años atrás, ahora es muy diferente, más distante y fría.
Su cabello era de un hermoso rojizo y fue reemplazado por un castaño que obstaculizó el poder reconocerla. Ahora su mirada es fría y distante cuando antes desprendía ternura y tranquilidad. Todo en ella cambio menos el color azul en sus ojos, aquellos que por más frío que se expresen siguen llamando mi atención, me hacen caer como lo hicieron desde la primera vez que la vi.
¡Mierda! ¿Por qué tuve que haber sido tan idiota? ¿Por qué me negué a ver lo mucho que la amaba? ¿Por qué me deje cegar por el miedo a idealizar un futuro junto a ella?
Ella tuvo algo de razón al decirme que no era mas que un cobarde por no luchar por lo que deseaba.
¡Con un demonio! La deseaba a ella, la sigo deseando. La quiero conmigo, siempre lo quise y no pude verla hasta que la perdí.
—Debemos brindar —canturreó Xander, entrando a mi oficina y gritando escandalosamente.
En sus manos sostiene una botella de Whisky y dos vasos anchos, en rostro se nota una sonrisa extensa, mostrando aquel gesto que suele ser agradable para más de una persona, sin embargo a mí me resulta repugnante.
—¿Brindar? ¿Por qué? —cuestione enarcando una ceja, sin comprender a carajos que se refiere con su mierda.
—Por los pequeños logros, hermanito —respondió ensanchando la sonrisa. Su expresión de “lo logré” me hace pensar que todo esto se debe a algún triunfo grande. Xander sonríe así cuando consigue asociaciones importantes, o en todo caso cuando logra encontrar a los objetivos impuestos por algún cliente—. Por los pequeños logros —repitió colocando los vasos sobre el escritorio.
Vierte una medida de Whisky y extiende uno hacia mí, a regañadientes lo tomó y lo dejo a un lado del móvil.
—¿Y ahora cuál fue tu pequeño logro, Xander? —inquirí— Nunca bebés en las mañanas y si lo haces es por que algo grande has hecho —alegue extrañado, en respuesta él chasquea la lengua y bebe sin dar mucho preámbulo.
—Cierto, no lo hago por pequeñeces y esto no es muy importante que digamos, pero aún así quiero brindar por él —replicó volviendo a llevar el vaso hacia sus labios. Veo cómo ingiere el contenido de un solo trago y se deleita realizando un gesto de aprobación.
—Me alegro por ti —ironice. Agarrando el móvil me incorporo de la silla pasé por un costado del escritorio—. Festeja tú que para mí es demasiado temprano como para andar bebiendo —añadí retirándome de la oficina.
Meto las manos en los bolsillos y salgo hacia el jardín.
Scarlett si supieras cuanto me arrepiento de haberte dicho todo aquello. Era un imbécil y lo único que deseaba era tener una vida llena de lujos y dinero, sin pensar que todo eso viene del daño que causo en los demás.
No me arrepiento de haber lastimado a todos ellos, sino de haberlo hecho con sus familiares. Porque aquellos a los que lastimé se lo tenían merecido y sé que no soy quien para decidir por la vida ajena, pero ninguno de ellos fue Ángel sobre la tierra, todo lo contrario. Habían cometido tantas atrocidades que terminaron convirtiéndose en demonios, ellos eran los causantes del dolor en seres inocentes. Merecían morir como los bastardos que fueron.
Alguien debía cazar a esos demonios y quien los casó y mandó al infierno a cada uno de ellos fui yo, quizás eso me convierta en uno de ellos pero jamás lastimaría a un ser que prevalece de la inocencia.
Sin embargo sé que esto no justifica que deba seguir haciéndolo, pero yo no elegí esta vida y si para proteger a los míos tengo que seguir haciéndolo, pues, así lo haré.
Ya he aceptado seguir con el negocio y por más que Demon insista en que lo deje no voy a hacerlo, después de todo no tengo una razón para hacerlo. No hay nada que me impida continuar con esta vida de mierda.
—¡Aquí estás! —escucho decir detrás de mí y no hace falta darse vuelta para saber qué se trata de Demon—. Te estaba buscando —mencionó sentándose a mi lado—. Es raro verte aquí solo vienes para...
—Buscar paz y poder pensar —interrumpí—. ¿Qué quieres Demon? —inquirí y el niega dándome a entender que nada— ¿Entonces solo vienes a fastidiarme cómo lo hace tu hermano? —quizás he sonado un poco brusco, pero si he venido aquí es para buscar tranquilidad, no más estrés del que tengo.
—No soy como Xander —protestó—. La única similitud entre nosotros es nuestro apellido, de ahí en más somos completamente diferentes —aclaró en una nota de fastidio. Coloca sus brazos sobres sus muslos y entrelaza sus manos agachando la cabeza—. Cambiando de tema. ¿Tú problema es alguien que tiene el cabello rojo como el fuego, ojos azules como el mar y la piel blanca como la nieve? ¿O me equivoco? —inquirió girando en mi dirección.
—Te equivocas. Mi problema tiene el cabello castaño como la arena y sus ojos si son azules como el mar, pero fríos como el puto hielo —respondí desviando la mirada hacia el frente, donde mis ojos se encuentran con los lirios, las flores que tanto le gustan a ella.
—Esa es nueva —dijo con cierto entusiasmo. Quizás debe pensar que estoy hablando de otra persona y que ya me olvide de Scarlett—. ¿Cómo se llama la chica? —formuló la pregunta con curiosidad y un atisbo de interés ansioso.
—No es nueva y su nombre ya lo conoces —respondí, borde.
—No estoy entendiendo. ¿Estas hablando de Scarlett? —moví la cabeza en afirmación— No está muerta —cabizbajo susurró para sí mismo.
Tal vez Demon esté tan atónito como yo al momento de volver a verla.
—No lo está —afirmé—. Y lo sé porque la he visto. Te puedo asegurar que sigue tan viva como nosotros dos —sonreí con amargura—. Sabes, por años la creí muerta y todo resultó ser una mentira de su padre. Todo este tiempo estuvo con vida y ocultándose de mí —aprieto los ojos con fuerza y llevó ambas manos hacia mi rostro—. ¡Maldición! ¿Por qué lo hizo?