Narrador omnisciente
— Señor, tenemos la información que solicito — habló un joven, neutral y manteniendo la postura muy definida.
— Detesto los merodeos. ¡Se amable y habla de una vez! — hablo su jefe, sin mostrar paciencia. — ¿Qué han descubierto? — inquirió girándose y mostrándo la mitad de su rostro, dejando a la vista el cigarrillo que posaba entre sus dedos.
— Los hermanos Lane y La élite Cobra han formado una alianza. William, ha reunido a los hermanos Campbell, y ellos ya saben de la existencia del niño. Todo ha salido tal cual lo planeado — una sonrisa de triunfo se dibujó en aquel hombre que no dejaba ver completamente su rostro.
— ¡Por fin! — exclamó haciendo evidente su felicidad. — Ahora que los tengo reunidos y en un solo lugar todo será más fácil.
— ¿Cómo proseguimos? — inquirió el joven, esperando atento a las ordenes de su jefe.
— Por el momento no haremos nada, solo hay que mantenerse ocultos hasta que ellos requieran de nuestra disposición... — mantuvo silencio pensando en si eso era buena idea — ¿Sabes qué? — pregunto con una sonrisa ladina.
— No señor, no lo sé — respondió serio ante su pregunta.
— Saldremos de la oscuridad y nos daremos a conocer, creo que es hora de que esos pequeños sepan quienes están detrás de toda este plan de venganza ¿No lo crees, Smith? — volteó y sus ojos curiosos escanearon al joven.
— Señor, en mi opinión — pronunció llevando una mano hacia su pecho —, ya es hora. Hemos estado trabajando desde las sombras por mucho tiempo y creo que ellos merecen saber quiénes los han ayudado en todo estos años — anuncio con tranquilidad.
Sabía y conocía perfectamente al hombre que se ocupaba detrás de esas facetas frívolas, sabía que anhelaba cumplir su deseo de obtener la cabeza de Adolfo Lane, entre sus reliquias. Vonocía cada detalle y planificación para completar con una venganza que llevaba años armándose entre las penumbras.
— Buena opción. — halago el hombre — Por esa razón me agradas muchacho. Haremos lo que tanto me impacienta — finalizó pegándole a su escritorio con la palma de su mano, en un acto de ánimo y dicha.
— Prepararé a los hombres, usted dígame cuándo lo haremos, en que lugar y los mantendré listos — acotó sin duda alguna.
— Para hoy, que todos estén listos para hoy en la noche. ¡Sin armas! — exclamó lo último con advertencia — Nos acercaremos y demostraremos que no somos el enemigo sino todo lo contrario. — mantuvo su voz neutra y con toques de seriedad — Ansío por ver sus rostros, principalmente el de los hermanos Campbell, en cambio Scarlett y William no sé asombrarán tanto... ¿Pero que digo? Si no me han visto en años posiblemente ni me reconozcan — se rio, por dos razones entre ellas era por haber imaginado el rostro de aquellos que no sabían de su existencia. Algo que a él le resultaba tétrico.
Tantos años de mantenerse oculto y haberle ayudado a los hermanos Lane, tenían un precio justo y razonable. Uno que muy pronto pagarían y él sabía que ninguno se rehusaría, pues al fin y al cabo todos buscaban algo; saciar la sed de venganza.
— Me pondré en marcha — dijo retirándose hacia la puerta del despacho.
— Un minuto, llama a Stevens y hazle saber que pronto estaré dándole una pequeña visita — pronunció haciendo que Smith, lo mirase con ingenuidad.
— ¿Crees que eres el único trabajando para mí? — inquirió ocultando una sonrisa de suficiencia detrás de su seriedad — Ya veo que sí, pues te equivocas así que llámalo y dile que se percate de que no me asesinen antes de tiempo — hablo realizando un mohin inconforme.
— Supongo que su número... ¿está en?— inquirió un tanto dudoso.
— Está en la agenda. Búscalo y llámalo — ordenó algo irritado.
— Bien, eso lo haré ya mismo — dijo y rápidamente se marchó, dejando al hombre con una enorme sonrisa de satisfacción.
Doce años manteniéndose entre las penumbras de la oscuridad para por fin hacer lo que tanto había estado anhelando...
Muchas marionetas usadas para un juego macabro, quizás algunos de ellos caerían y no saldrían gloriosos pero cada uno de ellos buscaban exactamente lo mismo que él y eso... Eso era algo favorable.
Un recuerdo llegó a su mente, rápidamente se puso de pie y camino hacia afuera de su oficina.
— Jeremy — pronuncio con normalidad.
— ¿Señor? — Smith, al oír su nombre se volteó rápidamente — ¿Desea algo? — inquirió con sumo interés.
— Tú sabes de la relación entre Catalina y el mayor de los hermanos Lane, ¿cierto? — el ceño de Smith se frunció levemente ante su pregunta, pues no sabia las razones de tal pregunta — Sabes que ella ya tiene dueño y no quiero inconvenientes por el interés que tienes sobre ella — alegó estoico, los años de experiencia eran muchos y podía reconocer cuando alguien de su círculo tenía los ojos puesto en alguien inalcanzable.
— Lo sé, y también debo admitir que jamás tendría oportunidad en derrotar a un contrincante como William. Ella solo es como una emoción ligera; sutil y fugaz, no debe preocuparse por eso, no estropeare un plan de tantos años por algo tan insignificante como un romance — mencionó con resignación.
— Sé que le tienes afecto, pero debes ahuyentar esos sentimientos. No quiero lágrimas de por medio. Tú eres un hombre sabio y debes de recordar que el amor en este ámbito es una amenaza directa — lo decía por propia experiencia, y sabía que lo mejor en una situación tan arriesgada era la resignación y el olvido.
— Eso lo tengo muy en cuenta — asintió con la frente bien en alto.
En un mundo lleno de avaricia, codicia, trafico y enemigos el amor podía llegar a ser mas rápido que una bala, con un filo mayor a cualquier cuchillo o espada. Un sentimiento como ese no era conveniente para ninguno, puesto que tratar de no demostrarlo podría llegar a ser evidente ante los ojos enemigos.
Demasiado tenían con todos los empleados que trabajan allí, arriesgando sus vidas a conciencia, una víctima mas en su lista era algo que no deseaba tener. Entre mas sangre corra menos se sentiría su victoria.