La condición

Mis días iban a ser gloriosas si lo primero que viera fuera el angelical rostro de Jin por las mañanas. Había llegado a la tienda de convivencia y después de pagar la revista que me había llevado ayer cuando corrí detrás del chico ladrón de jarrones, que aún no sé su nombre; toda mi atención estaba puesta en Jin y quiero aclarar que yo no era la única que lo miraba como si hubiese bajado del cielo, porque habían aproximadamente cinco estudiantes de secundaria haciendo lo mismo que hoy.

– Hey, limpiate la baba – dijo el ladrón de jarrones al llegar a mi lado, había estado acomodando algunos productos en el estante cuando llegue, así que me tome la molestia de esperarlo mientras miraba la sutil belleza de Jin.

– No estoy babeando – refunfuñe mientras me aseguraba que realmente no estuviera babeando, si fuera así, me aseguraría de lanzarme del río más cercano por la vergüenza que sentiría, pero no, por suerte no lo estaba haciendo. Lo seguí a una de las mesas fuera del local al ver que hizo un ademán para que lo siguiera.

– ¿Trajiste el documento? – preguntó una vez que ambos nos habíamos sentado en las afueras de la tienda.

Esta situación era tonta, ¿quién hace un trato con el chico que le robo el único dinero que tenía? La respuesta es muy simple, porque a pesar de ser la hija de Adam Mayer, era hija de Lisa Mayer y mi madre esta fuera de todos los estándares de racionalidad existentes, por ende, algo de esa irracionalidad de ella vive en mi.

– Traje el documento – respondí dejando el papel sobre la mesa, pero antes de que él pudiera agarrarlo, lo volví alzar entre mis manos.

– Antes de firmar, debes decirme en que es lo que voy a invertir – inquirí desafiante cruzándome de brazos mientras me recargaba en el asiento, en una pose un tanto intimidante.

– ¿Porque debería decírtelo? – preguntó adoptando la misma postura que yo.

– Porque primera: tú eres el ladrón, y yo soy la víctima, y segunda: yo soy la que esta dando el dinero y por ende, tú necesitas de mí – finalice con una sonrisa triunfante. Él se removió en su asiento con una mueca de disgusto en su rostro.

– ¿Qué pasa si no te digo mis motivos? –

– Llamare a la policía. Y si tu historia no es conmovedora, igualmente llamare a la policía –

El chico dejó escapar un bufido y simplemente asintió repetidas veces.

– Bien, te diré. No hago esto porque robarle a personas adineradas sea mi hobbie, es lo único que podemos hacer para llevar dinero a casa si queremos sobrevivir en esta sociedad, es algo que aprendimos desde pequeños, esa es la historia ¿contenta? –

– Hablaste en plural – dije un tanto temerosa por la idea que el chico bonito sea parte de una asociación de asaltantes. Eso sería lo peor que me pudiera pasar.

– Lo hice – respondió restándole importancia al asunto, deshizo la postura en la que se encontraba y en cambio, puso sus manos sobre la mesa.

– ¿Son una organización de asaltantes? –. Porque si lo eran, estaba dispuesta a dejarle todo el dinero que se había llegado y regresarme a Inglaterra aunque tenga que casarme con un desconocido.

– No, no lo somos. Somos chicos que crecieron juntos, uno de nosotros tuvo un accidente y por eso cuando te vi llegar, fue la oportunidad que necesitaba para pagar el hospital y los medicamentos. ¿Mi historia fue conmovedora para ti? –

Entonces llevar ropa gucci realmente había sido una mala idea. De haberle hecho caso a la señora Yon, no estaría pasando por todo esto.

– No lo suficiente, pero voy aceptarla con una condición –

– ¿Cuál es esa magnifica condición? – preguntó sarcástico a lo que yo decidí ignorarlo.

– Tendrás que esperar para saberla, ahora firma – dije entregándole la hoja, él con algo de desconfianza, la aceptó.

Ni yo misma sabía la condición que pondría, pero sabía que tenía que ponerle una condición como en las películas cuando se hacía un trato, porque presentía que algo estaba por ocurrir, y mi presunción siempre era correcta.

Así que solo debía esperar hasta que el problema apareciera, para hacer que el chico roba jarrones lo solucione.