Sed de Sangre azul.

Capítulo 3. -Vistas engañosas,

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Mis ojos comienzan a cerrarse sintiendo como si me cayera del risco más alto, mis ojos no se abren pero siento la brisa que choca contra mi torso, la sangre baja rápidamente hacia mis dedos perdiendo casi por completo la sensibilidad en ellos sin embargo mi cuerpo no responde, quiero moverme, abrir mis ojos y dejar de sentir esta incertidumbre que me esta carcomiendo con cada segundo que pasa.

Pero nada sucede, —Estoy cayendo, no hay más escapatoria—, Prolongando mi desesperación el vacío comienza a ser interminable.

—Va a caer conmigo, Karissa, no pertenece a este lugar y lo sabe...

Una voz lejana me habló por primera vez desde que esta agónica caída comenzó su curso, no me producía ni miedo ni horror, sino un algo que no había sentido jamás.

—La hora cero ha de llegar muy pronto, mi querida, —Lo oigo reír, su tono me advierte el peligro que lleva consigo más no estoy asustada.

Recobre la conciencia encontrándome en un lugar completamente nuevo.

Mi vista evalúa el donde estoy y resulta que me encuentro en una habitación negra, una oscuridad inminente recorre cada esquina de la misma dejándome en desventaja bastante obvia, —Pánico, me aterra el después y me asusta el mañana, no tengo certeza, no tengo control.

Caigo en cuenta del desagradable hecho de estar encadenada, rodeada de gruesas y firmes cadenas, mientras más forcejeo más me alejo de un escape, con cada movimiento más resistente se hacen y más atrapada estoy.

—No es posible... —En voz baja maldecí con las manos en puños.

Mi suspiro llego con una idea, —Fuego, una llama, —Necesito estallar y arder, las cadenas se quemaran conmigo y la tensión en mis músculos aumento.

La presión que ejercía el metal me sopesa, cargo el peso sin temor mientras aquellas parecen romper mis huesos.

Las veces en las que había cometido un desastre eran incontables, los demás parecían no poder verlo, no percibían lo que yo.

Si fuera sencillo no sería diferente, si fuera para todos no sería especial, debo intentarlo.

A ojos cerrados mi poder surgía como agua, a mi alrededor el aire llegaba y el ardor en las cadenas penetraban finas capas de piel, poca tela cubría mi torso y mis brazos estaban descubiertos permitiendo que el metal me hiciera chillar.

En segundos el mismo se tornará de un color rojizo, con poca presión de una onda la red se quebró, hice círculos con las manos enrojecidas, el dolor era palpable pero no lo suficiente para caer, con un suspiro sonoro observe las calcinadas marcas que aquellas había dejado.

Se me hace realmente repulsivo, la piel achicharrada y el escozor arde como sal en herida, recostándome sobre el suelo sentí en el mármol blanco una grieta que creció a lo largo de unos metros.

Mis dedos pasearon sobre el suelo y se agrieto aún más, apoyé la cabeza cerrando los ojos, mi piel comenzó a curarse con lentitud, el alivio vino de a poco y la gravedad de las quemaduras había disminuido.

Al levantar la mirada observe que la grieta no sólo se había dilatado, sino que el mármol antes blanco ahora era negro, la oscuridad era más densa donde se hallaba mi cabeza.

Mármol blanco y brillante yacía en los suelos, paredes negras con antorchas colgadas de ellas, la habitación tenía un vacío inquietante, divague con la mirada hasta llegar a un bello trono tallado en madera.

La finura de que cada parte era divina, los detalles eran delicados y el color suave y neutralizante, a finales de los mangos hermosas bestias talladas, respaldada de cuero blanquecino y decoraciones doradas.

Rodee el trono tocando la pulida madera, mis yemas danzaron por encima cuando una nueva sensación se apropio de ellas, levanté la cabeza encontrándome con él.

De manera brusca retrocedí, su curiosidad revoloteo por el aire y respire su incertidumbre, la evaluación de su mirada corto mi voz y enredo mis pensamientos.

—Logró soltarse, —Mencionó con un abismo de sonrisa y una particular emoción en sus ojos.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Quién eres? ¿Por qué? —La angustia me atragantó y examine la poca importancia que le dio, —¡Quiero volver a mi casa, con mis hermanos, con mis padres!

Fue lastimero el suspiro que salió de mi boca, la fibra sensible de él parecía estar muy lejana, con resignación miré al odioso ser y sus ojos estaban vacíos, no reflejaba nada en ellos ¿Por qué no podía indagar en su cabeza?

Ofreció su lugar poniéndose de pie, mi respuesta negativa lo hizo sonreír de inmediato, nuevamente estiro su brazo hacia el trono y alcé una ceja negando con la cabeza.

—Siéntese, no le va a suceder nada, —Aseguró con tranquilidad y galantería.

—No, —Lo mire de manera mordaz y defensiva.

—Su hostilidad la hace lucir muy atractiva ¿Se lo han dicho?

—No suelo ser una persona hostil, —Respondí de inmediato mientras alcé la cara.

—La seguridad que usted porta es refinada, me hace sonreír y no suelo hacerlo, —Relamió sus labios arreglando su cabello dando un par de golpecitos sobre el asiento lo ofreció nuevamente, —¿Desea saber los pasos que dará? ¿Qué conllevará a su destino?

La tentación era dulce y sabía a amarga, —¿Saber el futuro no podría alterarlo? Tal vez esto estaba escrito en la historia—, El camino era frágil y mis pies descoordinados.

—Sería adecuado que me oiga, le conviene.

Me negué a oírlo, sus palabras me eran indiferentes y mi caminata dio un rumbo lejano de él, la habitación que era tan interminable ahora no lo parecía, continúe con mis pasos ignorando el constante llamado de su voz.

—Déjelo ya, mujer obstinada, —Intento convencerme y no lo escuche.

Me di un golpe en la cabeza, —Había chocado con la pared—, Caí al suelo acariciando mi adolorida frente cuando su risa retumbó por las cuatro paredes.

Mi pecho se apretó y frente a mi su mano tendió, su suave risa se detuvo y de un manotazo golpee sus dedos levantándome enfurecida.




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