Seducción

6

Alessio

Mientras todos se preguntan quién es la chica que se parece a Rouses, observo a la reina que luce impávida, al igual que Victoria. Me acerco a su mesa y ellas me miran.

—Un gran parecido, ¿no lo crees? —dice la reina—. Y tiene la misma edad.

—¿Quién es? —pregunto, aún desconcertado.

—Una pianista muy talentosa —responde Victoria—. La vimos tocar la noche en que no quisiste ir con nosotros.

—Qué falta de respeto, usar una corona, como si fuera una princesa —aparece Ashley, con un gesto de desaprobación. —Tranquila, Vicky. Hablaré con ella para que se la quite.

—No —la detiene Victoria—. Además, no es una corona sino una diadema.

—¿Quién es? —pregunta Ashley, insistente.

—Abby Williams —responde la reina—. Muy talentosa.

—¿Por qué está aquí?

—Porque yo lo quise.

—No creerán que ella es… —me mira—. Ella está muerta, muerta.

—No debe decírnoslo, señorita Harris. Somos conscientes de que Rouses ya no está con nosotros.

—Su majestad, los juegos están por iniciar —Maritza le informa.

—Bien, porque ya estoy harta de tener tanta gente hipócrita en mi casa. Mientras más rápido se vayan, mejor.

Ashley regresa con sus amigas y Victoria me hace sentarme.

—¿Por qué no participas en algo? —me pregunta con una sonrisa alentadora.

—No, no estoy con ánimos —respondo, suspirando.

—Oh, vamos. Será mejor que estar en la mesa con los odiosos amigos de tu prometida.

—Ella no es Rouses —sonrío débilmente y tomo sus manos.

—Lo sé, pero me gustaría que lo fuera —habla triste—. No sabes cuánto.

68747470733a2f2f73332e616d617a6f6e6177732e636f6d2f776174747061642d6d656469612d736572766963652f53746f7279496d6167652f4369764e32415a6f6170374548773d3d2d3937343739393330312e313765626532323063313364663861653133383931393435323339362e706e67

Abby

—Podemos someter a votación quién será líder de esta mesa. Considero que usted debería hacerlo, señor Williams —mi padre niega con la cabeza.

—Sería un placer, pero no conozco mucho de lo que hacen. Además, ustedes parecen tener más experiencia —responde con modestia.

—Sí, bueno…

—Mía, deberías ser tú. Eres más ágil en estas cosas —dice Calvino.

—Yo no soy la asistente de la reina —mira a Maritza.

—Por nosotros no hay problema —habla mi hermano—. Somos nuevos en esto.

—No me pongas una tarea más —le pide Maritza.

—Bien, entonces será un placer —dice ella poniéndose de pie.

—Esta es la estrategia: la mesa de la que debemos preocuparnos es aquella —señala la mesa de los anfitriones—. Siempre ganan los amigos de Harris.

—¿Cuál es el plan? —pregunto, intrigada.

—Hay varias categorías, el juego de la canasta.

—Yo puedo jugar eso —dice Maritza con confianza.

—Bien, debemos pasar eso.

El juego de canasta fue intenso. No pensé que eso se considerara deporte. Richard ganó en el ajedrez, mi padre encontró un objeto que pensó que era un recuerdo, habíamos pasado todos los juegos. Ahora solo nos quedaba uno.

—El baile, ¿quién baila?

—Sabes que no sé nada de esos bailes de salón —indica Calvino sentándose.

—Dos pies izquierdos —dijeron mis hermanos al unísono. Aunque para mí, bailan bien.

—No creo que sea conveniente que yo baile —dijo mi padre—. No he practicado en unos años.

—Abby puede hacerlo —indica Richard—. Participó en El Lago de los Cisnes en Londres.

Lo miré, sorprendida. Negué con la cabeza.

—Es el último, por favor —dijo Richard suavemente. Todos me miraron con esperanza.

—Pero solo sé ballet… —murmuré, asintiendo lentamente—. No sé qué debo hacer.

Mía se acercó, colocando una mano en mi hombro.

—Te asignan una pareja. El punto es la tentación.

—¿Y cómo hago eso? —pregunté, sintiendo una mezcla de nerviosismo y curiosidad.

Mía sonrió de manera tranquilizadora.

—Sedúcelo. Esperemos que te toque alguien fácil. Suelen derretirse por cualquier cosa que digas.

Mía regresó y me dio un número.

—Es el tuyo. El baile será después de la subasta —indicó feliz.

Comenzaron a subastar algunas cosas: sitios para pasar un fin de semana y el cuadro.

—Yo quiero ese cuadro —le susurré a Jason.

—Debes ver en cuánto empieza la subasta, pero recuerda que son millonarios. No serán dos euros o veinte.

—Bien, el cuadro de la hermosa princesa Rouses. Comenzamos con diez mil euros —anunció el subastador.

Miré a mi hermano.

—Te lo dije —fruncí los labios.

—Diez mil euros —mi padre se sorprendió.

—¿Qué harás con ese cuadro? —me preguntó él.

—Será mi reliquia personal, como tú, con las tazas —sonreí.

—Once mil millones de euros —escuché a lo lejos.

—Doce mil euros —dije, decidida.

Las cifras fueron creciendo. No iba a ceder. Quería el cuadro, pero ni siquiera sabía por qué. Ni tenía el dinero.

—Doce mil millones.

Se levantó el caballero de una de las mesas centrales y se volteó esperando una contraoferta. Fue cuando me retiré. El caballero de la mesa central se llevó el cuadro.

—Un aplauso para el señor Caruso, quien se lleva el cuadro de la hermosa princesa. Ahora es momento del baile. Se pondrán en la pantalla los nombres y números de cada pareja.

Miré hacia la pequeña pantalla, esperando que saliera mi nombre.

—Número noventa y cinco, conformado por la señorita Williams y el señor Caruso —anunció el anfitrión.

Mis hermanos me miraron sorprendidos.

—Alessio no suele participar en esto. ¿Por qué lo haría ahora? —dijo Mía.

—Esto será muy difícil —dijo Beyno—. Ashley debe haberle pedido que participe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.