Sedúceme Despacio (editando)

Capítulo 2: Una inminente resaca

Hannah Horch.

     Una de sus manos acarició mi mejilla con una dulzura desconcertante, la mirada dispersa que encontré en el bar cambió en cuestión de instantes y su boca semiabierta un "te deseo, Hannah". Nuestros labios se encontraron por primera vez y mi corazón latió tan fuerte que por un instante, creí que se saldría de mi pecho. Nuestras manos acariciaron nuestros cuerpos en la búsqueda de deshacernos de nuestras incómodas prendas. 

     Aquello se sintió como un sueño del que no deseaba despertar, era presa de mis propios sentimientos. Una parte de mí era consciente de que esta situación estaba mal, sin embargo, fui incapaz de rechazar los besos que posó sobre mí cuerpo y de la suavidad con la cual me miró en ese momento. Cuando las luces oscurecieron mi habitación, nuestros cuerpos se encontraron por sí solos y se hundieron volviéndose uno. 

     Nuestras respiraciones y suaves gemidos llenaron de calidez las frías paredes de la habitación, perdí la noción del tiempo y de mi alrededor. Éramos nosotros en medio de una lluvia torrencial donde la consciencia era inexistente y yo estaba dispuesta a asumir las consecuencias. Sobrepasé esa línea prohibida donde los amoríos en la oficina representaban una amenaza y me permití pensar que él no era mi jefe y que yo no era su secretaria. 

 

(...)

     Al despertar la mañana siguiente, los rayos del sol rozaron mi rostro haciéndome sentir desconcertada. Por primera desperté sin ser atormentada por la constante pesadilla que me acechaba, por el contrario, recordé los fragmentos de la noche anterior donde fui testigo de la desbordante pasión de David Lacroze. Mis mejillas se sonrojaron al caer en cuenta que me había acostado con mi jefe; sus caricias, gemidos y susurros no fueron parte de un sueño lúcido sino de la realidad. 

     Giré mi cuerpo hacia el costado de la cama, mis pies rozaron las piernas de David quien se quedó dormido semidesnudo, la sábana blanca apenas le cubría lo necesario. Observé su rostro y tan sólo entonces entendí la gravedad de la situación; me acosté con mi superior sin consentimiento, utilizando mis sentimientos como excusa para mi propia conveniencia, el hombre estaba ebrio y bajo ninguna circunstancia fue lo correcto. 

     —¡Oh mierda! —susurré molesta. 

     Me levanté de la cama emitiendo el menor ruido posible, cualquier paso en falso dejaría al descubierto nuestra furtiva aventura. Una parte de mi ser mantuvo la esperanza de que Lacroze no recordara ni un solo detalle de la noche anterior, podía vivir con el remordimiento de mi mala acción mas no con el conocimiento de David sobre la situación. 

     Observé el reloj sobre la mesa de noche, pasaban de las ocho de la mañana y para desgracia de ambos la reunión de accionistas daba inicio a mediodía. Entonces dudé que mis pequeños pasos lo hicieran despertar de su profundo sueño, por un instante sentí envidia de la comodidad con la cual se había adueñado de mi cama. Tras alejar mis pensamientos, tomé el teléfono y marqué a la extensión de la oficina de Patricia mientras me dediqué a escoger un vestido del armario, dispuesta a tomar una ducha rápida y evitar a base de café cargado la resaca de mi jefe. 

     Los segundos tras la línea fueron eternos, sin embargo, la voz de mi mejor amiga me devolvió la poca esperanza que me quedaba. 

     —Oficina de Theodore Lacroze —dijo—. ¿En qué puedo ayudarle? 

     —Patricia, hasta que contestas. 

     —¿Hannah? ¿Sabes acaso dónde carajos está Lacroze? —cuestionó—. Theodore lleva desde temprano marcando su teléfono, es un mal día para desaparecer. 

     —De eso se trata mi llamada, Paty —suspiré—. Lacroze se encuentra en mi apartamento, pasó la noche aquí. 

     Fue una pésima explicación. 

     —¿Bromeas Hannah? —bajó la voz y detrás de la línea se apreció el ajetreo de los ejecutivos en el piso de presidencia. 

     —Prometo explicar absolutamente todo lo que estás pensando, sin embargo, necesito que envíes a mi apartamento un traje blanco de su talla mientras encuentro la manera de hacerlo llegar antes del mediodía. 

     —Esto suena muy mal, Hannah —expresó—. Jamás pensé que eras parte del gremio, te lo tenías muy escondido. 

     —Adiós, Patricia. 

     Mi cuerpo se relajó con la ducha caliente, mientras debatía conmigo misma cómo habíamos llegado a tal extremo. Como si el reglamento de ética laboral de la empresa no fuera lo suficientemente claro, las relaciones entre empleados y superiores estaban prohíbidas ya que se consideraba una amenaza para el rendimiento individual. Todas estos pensamientos los pasé por alto sin considerar las consecuencias que podrían culminar en mi despido y en la controversia que generaría en Dereck Lacroze y mi propio padre. 

     Observé a David desde lejos mientras abrochaba mis pendientes, quien se encontraba en un profundo sueño del que dudé podía hacerlo despertar. No disponía de mucho tiempo para hacer acto de presencia en la empresa, de lo contrario era Theodore quien sospecharía la ausencia del hombre que jamás se permitía llegar tarde. Moví su cuerpo suavemente sin respuesta alguna de su parte, suspiró profundamente y se giró hacia su derecha ignorando mi inútil llamado. 

     De pronto el timbre sonó aumentando las posibilidades de que despertara, aquello fue en vano puesto que no conseguí más que un bufido. Caminé hasta la puerta arrastrando mis pies pensando que se trataba del mensajero con el traje y mi corazón dio un vuelco sobre mi pecho cuando detrás de la mirilla observé a Joyce con un inmenso ramo de rosas y el traje de David. 

     De todas las personas que podía imaginar aparecer en mi apartamento, Joyce Lambert era la última. No se trataba de cualquier persona, sino del hombre que fue mi mejor amigo, mayor confidente y medio hermano, la última persona que debía ver a David Lacroze en su estado más deplorable. Y al hallarme sin opción, abrí la puerta recibiendo de su parte una resplandeciente sonrisa. 




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