Sedúceme Despacio (editando)

Nuevas Expectativas.

Hannah.

Abro los ojos ante la suave sensación del sol sobre mi rostro, al abrirlos me encuentro con el relajado rostro de Joyce profundamente dormido. Con disimulo, paseo mis dedos sobre su nariz y acaricio su contorno, sobre sus pómulos y cejas. Jamás había prestado atención con tanto detenimiento en su apariencia, sabía perfectamente que tras sus gafas se escondían unos ojos marrones tan brillantes como estrellas sobre el cielo.

—Despierta, dormilón. —Me estiro sobre la cama aferrándome a su cuerpo, una risita burlona se escapa de sus labios.

—Buenos días, Nana. —Saludó adormilado, su voz aterciopelada provocó un escalofrío sobre mi piel.

Es tan tierno.

—¿Ya no estas enfadado conmigo? —Pregunto, curiosa. Él niega con seguridad.

—No me enfado porque quiera Hannah, me preocupa que ese tipo te lastime y te vea llorar por él. —Expresó, angustiado.

Joyce conocía a la perfección la imagen de David sobre los tableros del periódico, había pasado años sembrando su reputación como un hombre manipulador, altanero y mujeriego. Podía dar fe que las primeras dos características eran una vil mentira, David Lacroze poseía una educación refinada y aquello iba contra sus propios principios.

—Deberías darle una oportunidad, te he dicho que parece un narcisista, pero es un hombre excepcional —aseguro, confiada. Sus recientes facetas me habían demostrado cuán sensible y distinta es su personalidad detrás de su industria—. Vamos, hazlo por mí. —Hago un mohín, causándole ternura al mayor. Cómo podía ser capaz de negarse ante esa tierna mirada.

—Tú ganas, pero si se le ocurre ponerte un solo dedo encima...

—Entendí, papá. —Bromeo juguetona, provocando una sonrisa de su parte, su sonrisa era la más hermosa entre todas. Sabía que su única intensión era protegerme, tal y como lo hace mi padre y Thomas. Sin embargo, en su mirar había un sentimiento que me negaba a creer, su mirada transmitía envidia y celos del hombre que hace a mi corazón latir con fuerza.

—Debemos preparamos, la señorita Vicepresidenta debe ser presentada al consejo accionista. —Avisó poniéndose de pie, suspiré de espaldas desconfiada. Tenía la impresión de saber que Joyce verdaderamente, tenía temor del pasado de David tras la industria.

Me convenzo de que estoy alucinando, hasta el momento Lacroze Publisher ha incrementado en las ventas considerablemente. El esfuerzo de los dos hermanos ha sido recompensado, he trabajado cada estadística y distribución de la empresa desde que inicié. Joyce debería comenzar a trabajar su auto control, a pesar de no transmitir miedo a su equipo, su temperamento puede ser amenazante en algunas ocasiones.

Visualizo mi imagen sobre el espejo, el vestido rojo resalta mis caderas como la noche anterior, me siento distinta. Siempre oculté la seguridad con la que mi familia siempre me caracteriza, me había creado todo un personaje al llegar a los Ángeles, ya no tenía la necesidad de hacerlo por más tiempo.

Papá y Margareth me han acompañado a la editorial, Thomas se encargaría de la sede de la empresa en la ciudad. Joyce por su parte, tenía trabajo pendiente en la oficina, ya se había percatado de que David Lacroze era un hombre exigente cuando de su empresa se trataba.

Mi día sería demasiado largo por lo que veía.

—Me gusta la decoración, hace un buen tiempo que no vengo por la ciudad. —Puntualiza mi progenitor, una sonrisa de satisfacción se instala sobre mi rostro. Los empleados me miran de reojo, me siento orgullosa al observar que no dejo indiferente al género masculino.

—Cielos papá, no empieces a halagar a Lacroze —Bufa Maggie, disgustada—. No sea que se le suba la fama a la cabeza. —Refutó.

—Maggie, tienes demasiado odio para un cuerpo tan pequeño —Me deleito del mohín que adorna su rostro, para ser hermanas teníamos el mismo carácter retador de papá—. Ya te escuchas como Joyce. —Sonreí.

—Si Joyce lo ha dicho es por una razón, Nana. No sé cómo puedes tener a ese narcisista sobre un pedestal. —Agrega, observamos a papá negar divertido ante nuestra juguetona discusión. Somos adultas pero parecemos unas crías de instituto con nuestros constantes retos.

—¿Quién es el narcisista señora Horch? —Escuchamos su voz entre la multitud de accionistas en la sala de juntas. Su inconfundible elegancia se hizo presente frente a mi familia, su traje gris detona cuán seductor se muestra esta mañana.

—El heredero de los Robinson, un verdadero egolatra. —Reprime su sonrisa macabra, cierro los ojos soltando un suspiro. ¡Cuánto desearía que supieras cerrar la boca, Margareth!

—Hija, Marcus Robinson es el abogado de la familia Lacroze. —Reprende nuestro padre, con cierto disimulo. Claramente aquella indirecta no era más que un advertencia a su comportamiento, Maggie podía ser una cría en los momentos menos indicados.

—Es la reputación de los buenos abogados, ¿No es así? —Dirigió una hermosa sonrisa hacia nuestro progenitor, y extendió su mano con cortesía—. Es un gusto tenerlo en las instalaciones de mi empresa, señor Horch. —Saludó.

—Eres de la familia, David. Puedes llamarme por mi nombre, no soy tan viejo.

—Adelante, pueden tomar asiento. —Señaló la entrada principal, misma por la que desaparecieron de nuestro campo de visión. David se vuelve hacia mí, y analiza con cuidado mi figura, ladea su cabeza con inocencia dispuesto a lanzar su halago.

—Te ves exquisita, señorita Horch —Frunce las cejas con un aire de misterio—. Tan encantadora que soy capaz de invitarte a comer esta tarde, ¿Qué dices? —Sugirió.

Mi corazón latía con fuerza, aquello era un hecho, y me apetecía enormemente hacerlo rogar por un almuerzo. Ya había extrañado cuán coqueto podía ser cuando se lo propone, lo cual me provoca una completa y sincera admiración por su madre.

¡Su hijo es un bombón, señora Lacroze! —Afirma mi conciencia.




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