David.
—Díganme que esto es una broma. —Presiono el puente de la nariz intentado retener el enfado que corre tras mis venas, habían desastres dentro de la empresa pero considero este una aberración.
—Es una broma, Señor. —Mencionó uno de los empleados de la tienda, su compañero golpeó su brazo indicándole que se detuviera.
—No lo dice literal, Henry. —Interviene. Claramente el departamento de producción tendría una baja considerable después de la confusión de publicidad de nuestros libros.
Estaba frente a una estantería llena de libros de ficción de Isabela Hastings, con la portada de una novela de romance moderno. Donde deberían haber un par de ángeles en la tapa frontal del enmarcado, hay una imagen digna del libro "Cincuentas Sombras de Grey."
Suspiro remangando mi camisa, había tomado una buena decisión al decidir dejar el saco en la oficina. El lunes por la mañana traía consigo una agitada agenda de trabajo fuera de la empresa, y remover libros de las estanterías parecía ser el pendiente más urgente.
—De acuerdo, ustedes no tienen la culpa evidentemente —me tranquilizo, apenas me percato de las personas quienes siguen comprando pacíficamente en la librería—. Vamos a remover toda esta sección y van a devolver a la fábrica todos estos ejemplares. —Ordeno, por su parte los empleados asienten sin rechistar. Hannah tenía razón al comentar que la mayoría de mis empleados me tienen miedo, ¿Acaso soy tan intimidante?
El viaje a Houston que tenía previsto para mañana está en pie, todo había quedado en manos de Theodore luego de que Hannah tuviera que visitar las oficinas de la Volkswagen en la centro. Pasaríamos dos días en una ciudad distinta, sin interrupciones de personas indeseadas o teniendo cerca a Joyce Lambert merodeando los alrededores.
Lambert me tomaba por un idiota si cree que no he notado las miradas y roces junto a Hannah. Puede pasar desapercibido para ella pero para mí es más que evidente. Ambos pueden asegurar convivir como hermanos de la misma sangre, y sin embargo, Joyce siempre vería a Hannah como una mujer y no como familia.
Al ingresar a las instalaciones de la empresa una vez completada mi misión, observo como todos mis empleados se ponen de pie con una rapidez indescriptible. Blanqueo los ojos bebiendo de la infusión extraña que he comprado en la cafetería, su sabor dulsoso inunda mis papilas gustativas.
Puedo observar una figura sentada sobre mi silla en el escritorio, arqueo una ceja cerrando la puerta detrás de mí. Suelto una risita irónica al percatarme de su presencia, esperaba que estuviera ausente por unas cuantas semanas pero el hombre es un completo adicto al trabajo.
—Quita tu trasero de mi silla en estos instantes, Marcus. —Me dejo caer sobre el sofá cerrando mis ojos, esperando la sonrisa burlona que se dibuja sobre su rostro cada que nos reencontramos.
—David, amor mío. Te he extrañado tanto, ven aquí. —Bromea intentado dejar un beso sobre mi mejilla, le hago caer a mi lado con un ligero golpe en las costillas. Observo como se queja por lo bajo orgulloso de su estupidez.
—¡Carajo, sigues teniendo el puño pesado Lacroze!
—Claro está, Robinson —le ofrezco de mi bebida la cual toma gustoso, hace una mueca ante sabor que posee el infusión. Básicamente no era un amante de las combinaciones dulces—. ¿Dónde está Támara y la pequeña Claire?
—En el hotel, han decidido tener una tarde de chicas mientras visitaba a mi querido amante en la editorial. —Explica, jugueteando con sus dedos sobre el sofá de cuero.
—Tengo hambre, ¿Quieres almorzar? —Inquiero, Marcus asiente emocionado. No podía negarse a un almuerzo en el restaurante italiano de la Plaza Markle.
—No tenías que preguntarlo, ya sabias la respuesta. —Se pone de pie dispuesto a partir, se retira el saco haciendo conjunto con mi vestimenta. El clima cálido en los Ángeles era una buena señal después de todo, estaba dispuesto a distraerme de mis insesantes pensamientos y encontrar el balance correcto entre mi personal y laboral, no estaba en condiciones de distraerme de mis obligaciones.
(...)
—Leí de Hannah Horch en los tableros, ¿Todo este tiempo había sido tu secretaria en cubierto? —Marcus mueve su tenedor sobre el plato, afortunadamente encontramos una mesa desocupada, conseguir un espacio libre en el restaurante Lombardi era bastante inusual.
Las decoraciones típicas italianas están plasmadas sobre las paredes del local, el aroma a salsa picante y pequeñas entradas provocan el apetito de cualquiera. En todo caso suelo disfrutar de la comida casera y no tan elaborada como los restaurantes que solía frecuentar años antes.
—Hannah era todo un misterio para mí, y resulta que tenía razón propia de ocultar la verdad. Margareth Horch había opacado la imagen de la Volkswagen desde sus comienzos como presidenta. —Saboreo las aceitunas sobre la pasta, se combinan con el sabor dulsoso de la salsa.
—Esa mujer me detesta desde que su marido me pidió asesoramiento con las auditorías del conglomerado —puntualiza—. Ha de creer que estaba ligando con ella cuando quería ser amable.
—Tienes una manera muy peculiar de ser amable, no comprendo cómo Támara te soporta la mayoría del tiempo. —Su mirada juguetona me analiza minuciosamente—. Tu esposa es bastante hermosa para un tipo tan desvergonzado. —Solté, haciéndolo reír.
—Sabía que ibas a decir eso, pero para mí fortuna Támara cayó bajos mis encantos mucho antes que en los tuyos —su mujer era maravillosa, se había convertido en una gran amiga desde hace varios años atrás. Su pequeña hija se había convertido en mi sobrina consentida al igual para Theodore—. Claire estuvo insistiendo mucho en visitarte, me duele reconocer que eres de sus tíos favoritos. —Dijo.
—Mala suerte para tus hermanos, parece que para la pequeña Claire siempre seré su favorito.
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Editado: 09.05.2023