Sedúceme Despacio (editando)

Lo que la vida une.

David.

—Así que te gusta el vino blanco —esbozo una sonrisa—. Si me lo preguntas a mí, me gusta más el sabor del vino griego, es más dulce, como tú. —Acaricio su mano enredada con la mía, siento sus piernas rodear las mías en busca de calor.

—¿Sabes? Aveces pienso que vivir rodeado libros te ha convertido en un verdadero poeta. —Me busca con la mirada, tentada a robarme un beso. Sin embargo, es bastante penosa para reaccionar de tal manera.

Es verdaderamente tierna.

Acostados sobre la misma cama hemos pasado la noche, entre risas y un par de besos. Estaba dispuesto a esperarla tanto como fuera posible, sus labios, su voz, su mirada eran indispensables para mi vivir. Si meses antes me hubiesen dicho que sería incapaz de vivir sin su presencia, me hubiese reído a carcajadas.

—Bueno este poeta quiere invitarte a desayunar en un buen restaurante y después caminar por las calles de ciudad. —Propongo ganándome una hermosa sonrisa de su parte. La tomo por la cintura haciéndola sentarse sobre mi regazo, posa sus manos sobre mi pecho sorprendida de mi arrebato.

—¡David! —suelta una risita—. ¿Habías cancelado los pendientes de hoy antes de irnos de viaje? —Cuestiona divertida.

Asentí.

—Lo siento, pero quería compensar a mi dulce secretaria. Sé que te he hecho la vida imposible estos últimos meses, Hannah. —Me cuesta reconocerlo, pero también me avergüenza ser tan poco caballero. Fui un desconsiderado al cargar con trabajo excesivo a la pobre Nana.

—Si quieres compensarme, entonces dame un beso —susurra, provocadora. Me doy la libertad de acariciar su mejilla atrapando sus labios en el proceso, nuestras lenguas se enredan en un vaivén seductor mientras los jadeos comienzan a escucharse dentro de la habitación—. ¿David?

—¿Si?

—Gracias por esto.

                             (...)

Mientras tomaba una ducha en el baño de la habitación, todos mis sentidos se agudizan. Pienso en lo difícil que sería para ambos iniciar una relación formal, si Hannah llegara a enterarse de mi pasado como mujeriego estoy seguro que todo tomará un rumbo equivocado. ¿Acaso viviría con el temor de ser engañada o peor aún destrozarle el corazón?

Somos de familias muy distintas, Hans Horch desea un hombre que haga feliz a su pequeña hija. Y la hermosa Hannah deseará formar una familia, yo sería incapaz de darle una pues era una delicada situación. Jamás tendría la oportunidad de ver crecer a mis hijos, cargarlos, mimarlos, o simplemente acompañarlos en su vida.

—¿David? —Hannah llama mi atención mientras me arreglo el cuello de la camisa. ¿Cuánto tiempo había pasado absorto en mis pensamientos?

—Lo siento, ¿Decías?

—Tu teléfono está sonando, deberías atender. —Extiende el aparato, tomo de su mano antes de apartarse y dejo un beso cerca de la camisura de sus labios.

Suelta una risita.

—¿Hola?

—Que desconsiderado es de tu parte no llamar a tus padres, muchacho malcriado. —Reprende, divertido. Una sonrisa de oreja a oreja se dibuja sobre mi rostro.

—Lo siento padre, ¿Cómo está mamá?

—Buscando un vestido para la fiesta de Hans, ya sabes como son las mujeres. Hemos recorrido los dos últimos centros comerciales de la ciudad. —Ríe, y puedo escuchar la voz de mi madre reprenderlo.

—Theo y yo pasaremos una semana fuera papá, ¿Estás seguro de dejar en manos de ese bastardo tu empresa? —Refunfuño por lo alto, observando las hermosas vistas que ofrece el balcón de la habitación.

—Es necesario no sólo para destinar el puesto que Carlton regirá en la empresa, sino para darles a mis hijos un merecido descanso —se detiene—. David no cometas el error de colocar el trabajo por delante de tu vida, disfruta de la compañía que pueden ofrecerte, realmente no quiero que mi hijo desperdicie su vida detrás de un escritorio negando dar su corazón. —Concluye.

Mi padre era testigo de mis preocupaciones, supo que era estéril el día que una mujer se presentó a su oficina a reclamar una prueba de paternidad de mi parte. El médico en cuestión le dijo que no solamente no era el padre del niño sino que jamás podría tener hijos propios, sin un tratamiento de por medio. Para la mujer que desee ser mi esposa esto será un martirio y un sufrimiento insesable.

—¿David?

—Estoy aquí papá, dejaré la decisión en tus manos y confío plenamente en que no pondrás a Carlton cerca de mi camino. Sabes de lo que soy capaz. —Advierto, ante ello paso una mano sobre mi rostro y seguidamente sobre mi cabello.

—Cuídate hijo, y cuida a la hermosa Hannah que ya bastante está prendada de ti.

—¿Ya sabías sobre esto?

—Te conozco desde la cuna, y no hay nada que yo desconozca de ti. —Dijo.

—Adiós papá, dale un beso a mamá de mi parte.

                           ***

Después de tomar el desayuno paseamos por las calles en un pequeño mercado en el centro de la ciudad. Parecía mentira pero me sentía realmente cómodo a su lado, observando sus gestos de niña pequeña cada que algún objeto llama su atención. Me gusta cuando hace pucheros, cuando se muerde los labios y sus mejillas se ponen coloradas cuando busco un cumplido. Simplemente es la mujer más hermosa que mis ojos han podido ver.

Ni siquiera cuando empecé a salir con Sarah sentí una conexión tan íntima, el sexo estaba bien para mí. Pero las caricias, los besos y susurros al oído jamás se habían escuchado más placenteros al lado de Hannah. Tengo miedo, mucho a miedo de herir su bondadoso corazón, ella ha sido sincera conmigo y yo no puedo decir lo mismo de mí.

—Oye me gusta mucho tu brazalete, ¿Dónde la conseguiste —Preguntó tomando de mi mano, ya había olvidado el objeto que la mujer me dio el otro día.

—¡Oh eso! —observo el objeto—. Una mujer me lo obsequió el otro día cuando caminaba con Theo y... —Su mirada interrumpe mis palabras, se cruza de brazos disimulando su enfado.




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