Hannah.
—Y dime, hermana —su tono antipático no me gusta nada—. ¿Qué es lo que necesitas?
—Maggie, necesito que pidas frente al consejo que la votación extraordinaria se extienda hasta el final del juicio. —Suelto temerosa, desviando la mirada hacia Joyce quien toma suavemente de mi mano.
—¿Quiénes más desean aplazar la votación? —Cuestionó.
—Yo lo haré, Maggs —interrumpió Joyce—. Y tu generoso esposo también lo hará por Hannah.
Thomas asintió y personalmente, estaba asombrada de su imponente presencia. A lo que mí respecta, no era fácil plantearle cara a Margareth Horch, mi cuñado aún conserva esa decisión propia y carácter.
—¿Es una broma Jones? —Mi hermana se giró hacia su esposo el cual, sin miedo alguno, negó con firmeza—. ¿Por qué debería darle mi apoyo a ese patán?
—Comprendo que ustedes dos no se lleven bien, pero este no es un problema personal Maggie. Estamos hablando de las acciones de una empresa y sabes a conciencia, que si el primo de los Lacroze llega al poder, para ese entonces la imagen del conglomerado se verá afectada. —Intervengo, conteniendo la rabia que me consume. He sido testigo de la rivalidad que llevan ese par desde que decidí llegar a los Ángeles y es el colmo, que dos directores generales tengan el tiempo de comportarse como verdaderos niños.
—Tampoco me grites, pequeña —hace un puchero—. Comprendo que Carlton no esté capacitado, pero si aplazamos la votación podría ser inevitable que David sea destituido del puesto. —Dijo.
—Y sin embargo, vale la pena intentarlo Maggie —comenta Patricia—. Todos tenemos años trabajando para David y somos testigos de su tenacidad en el puesto, sin él al mando la editorial se vendrá abajo en cuestión de meses —respira—, todo el trabajo de Theodore, de Hannah, de Joyce e incluso el mío se habrá esfumado para entonces.
—Margareth te respeto como esposo, como hombre y como amigo —Thomas miró a mi hermana con dulzura—. Pero no puedo dar un paso atrás cuando tu hermana ha luchado por la editorial al igual que todos los trabajadores dentro, eres la gerente general de un conglomerado y al igual que tú, David Lacroze valora cada uno de los esfuerzos de su personal.
Por increíble que suene, mi hermana recapacitó entonces la importancia de su presencia frente al consejo de accionistas, su petición haría la diferencia en medio de la votación y seríamos nosotros quienes le diéramos una oportunidad a David de enmendar sus errores. Mi padre suele decir, que si somos capaces de recibir oportunidades de los demás, somos capaces de darlas a quienes han cometido sus propios errores. Y por el hombre que amo, estaría dispuesta a dar la vida si es necesario, porque mi corazón, mi cuerpo y alma le pertenecen desde el primer día que me sonrió dentro de esa oficina.
—De acuerdo —se resignó—, lo haré por ti y por cada uno de ustedes que han puesto su grano de arena en esa editorial. Espero y Lacroze esté dispuesto a ayudarnos en el futuro.
—Te lo agradezco tanto, Maggie. —Me sobresalto, aliviada.
—Lo harás cuando me invites a cenar en ese lujoso apartamento que tienes, tal y como los viejos tiempos Nana. —Una bonita sonrisa llena de sinceridad adornó su rostro, el corazón no podía con tanta felicidad dentro, tenía la impresión de que saldría de su sitio.
—¡Dalo por hecho!
***
Mientras los pendientes se vuelven escasos al llegar el medio día, Paty se ha contactado con Analisse, quien se ofreció a recibirnos por la tarde en el centro comercial a tomar un café y como si lo supiera de antemano, nos pidió tranquilizarnos pues tenía noticias para nosotras. Es esa la manera en la que una mujer juega con nuestro nerviosismo, he tenido pocas noticias de David durante la mañana y prefiero no preocuparlo con lo de la junta, después de todo le daría la sorpresa por la noche cuando se habilitaran las visitas en el hospital.
Antes de partir a nuestra cita en el centro comercial, moví cielo y tierra para que Marcus Robinson pudiese reunirse conmigo en la oficina. Al parecer, uno de los más exitoso abogados de la ciudad posee una agenda verdaderamente ajustada, tal vez fue el motivo de mi llamada lo que captó su atención, no lo sé, pero daba por hecho que se presentaría en mi oficina antes de terminar su hora de almuerzo. Para su suerte, es el único que la posee, pues desde esta mañana ni Paty, ni Joyce y muchos menos yo, habíamos provocado bocado alguno. Posiblemente, no lo haríamos hasta ver terminados todos los pendientes en el piso de presidencia.
—Buenas tardes, señorita Horch. —Saludó el hombre desbordando cortesía, y sabía plenamente que tras esa mirada confiada estaba analizando cada una de mis reacciones. Seguramente en su intento por averiguar mis verdaderas intensiones, por fortuna mi única intensión era observar una sonrisa en el rostro de David, hasta el momento ese era mi único anhelo.
—Puedes llamarme Hannah, Marcus —me levanto para recibirle—. Puedes tomar asiento donde gustes, ¿Agua?
Negó educadamente.
—Te lo agradezco pero debo disculparme contigo, tengo los minutos contados antes de volver a la oficina. —Tomó asiento frente a mi escritorio e imité su acción enseguida, evitando robarle más tiempo.
—Te seré clara, sé perfectamente que estás a punto de desistir del caso de David y te quiero pedir encarecidamente, que reconsideres tu decisión.
—¿Disculpa?
Suspiré.
—Hasta donde sé, ustedes llevan una amistad leal durante años y no sería justo para ninguno que esto terminara de una manera tan insensata —analizo—. Ponte en sus zapatos por un momento Marcus, si fueras tú a quien le destrozaran el corazón y las esperanzas, sé que hubieras hecho exactamente lo mismo, aún si David y Theodore te hubiesen advertido sobre las consecuencias —argumento—, conozco muy poco sobre ti pero sé que no desistes de ningún caso en los tribunales, tengo la impresión de que tampoco lo haces con tu vida personal ¿O me equivoco?
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Editado: 09.05.2023