David.
Hannah se frota los ojos con insistencia, su mirada cansada y llena de somnolencia causó en mí un sentimiento de ternura. Su rostro pequeño y dulce dulce se posó sobre mi hombro, mis manos recorrieron sus curvas aferrando su cuerpo hacia mi torso desnudo. Por mi parte, debatía conmigo mismo si sería indicado presentarme en el hospital. Después de todo he sido yo el culpable de haber provocado el infarto de mi padre, sería razonable que mi progenitor no deseara verme ni en pintura.
Sin embargo, la insistencia que empleó Theodore fue tal que no pude negarme a su petición, mi madre debería estar esperándonos llena de alegría ante la noticia. Últimamente, he experimentado múltiples sentimientos encontrados que me han hecho sentir inestable. Por esa misma razón me encargué de ocultar cada una de las sensaciones que recorrieran mi cuerpo ante las adversas situaciones, tenía la necesidad de mantener el control de todos y todo con la finalidad de sentirme seguro de mí mismo.
—Iré a cambiarme. —Comentó.
—No, no lo hagas —detuve—. Es muy temprano todavía, descansa y si deseas, por la mañana podrás visitar a mi padre. —Tomé su rostro entre mis manos plantando un casto beso en sus labios, una sonrisa indiscreta los adornó de improvisto.
—Cuídate cuando vayas de camino, por favor. —Pidió, besándome la frente y volviendo a posar su cabeza sobre la almohada. Cubrí su cuerpo con la sábana y me vestí emitiendo el menor ruido posible, Hannah necesitaba descansar.
Rumbo al hospital una duda invade mi mente, me pregunto si todo lo que hemos vivido durante estos últimos meses ha sido una verdadera coincidencia de la vida, parecía no serlo. Todo el cambio que se ha presentado en mi vida, ha sido ciertamente una etapa difícil de asimilar. El enamorarme de Hannah, el regreso de Sarah, la conspiración en mi contra, el infarto de mi padre...mis encuentros con esa misteriosa Analisse.
¡Todo ha sido tan repentino!
Mis pasos parecen crear eco por los pasillos de ese frío hospital, tengo la impresión de percibir un aroma inminente a muerte cada que me encuentro en el edificio. Los hospitales no traen consigo buenos recuerdos a mi mente, el lugar sombrío y lúgubre, atormenta mi mente en cada paso que doy hacia el ascensor. Los pisos sobre la pantalla parecen subir con lentitud, me consume el nerviosismo ante la reacción que pueda estar esperando de mi padre.
En el piso correspondiente las puertas del ascensor me abren paso hasta el pasillo principal de las habitaciones. Mi madre está sentada sobre una de las banquetas, Theodore está a su lado con una expresión casi indescifrable, sé que él también espera una mala reacción de parte de nuestro padre, era de esperarse. No me atrevía siquiera a acercarme hasta la puerta de la habitación, pude apreciar desde la distancia como los doctores conversaban con papá en su habitual revisión de rutina.
—¿Hijo? —Llamó mi madre.
—¿Sí?
—Acércate, nos dejarán ingresar a la habitación en breve.
Tambaleé sobre mis talones por un instante, no deseaba hacerlo, no quería provocar una inevitable discusión al poner un pie dentro de esa habitación. Pero soy incapaz de evadir mis sentimientos, la felicidad inunda mi inexpresivo corazón el cual palpita acelerado. Me acerco con las manos dentro de los bolsillos de la gabardina y me quedo parado frente al portal de la puerta, observando como mi madre se deja caer en los brazos de mi padre.
Theo me observa en silencio y con la mirada me invita a acercarme, pero no soy capaz de dar un paso delante. Entonces la verdosa mirada de mi padre se posa sobre mí, permanece serio durante unos instantes en los cuales desvío la mirada. ¿Qué es lo peor que podría pasarme si me acerco hasta él? Las lágrimas surgen de mis ojos, he perdido la batalla en contra de mis sentimientos, estoy perdido y lleno de una angustiante inseguridad.
—Perdóname.... —murmuro—. No era mi intensión generar el daño que he provocado, no fue mi intensión hacerte daño a ti.
—David, acércate muchacho —dijo—. ¡Dios mío, pensé que jamás volvería a verte hijo! —Me extendió los brazos dejándome completamente helado. Su gesto cariñoso me llenó de incertidumbre, por primera vez en años mi padre me abrazó como alguna vez deseé que lo hiciera.
¡Contrólate o flaquearás! No permitas que las palabras salgan de tu boca insolente, o terminarás por decirle sus cuatro verdades a la cara.
—Me he disculpado contigo, papá —me separé de él—. Pero de igual manera me gustaría escuchar una disculpa de tu parte.
—David, detente. —Sentenció Theodore.
La mirada confusa de mi padre provocó que mi sangre ardiera entre mis venas, mi repentino cambio de humor trajo consigo la sorpresa sobre los rostros de mi familia. La razón por la cuál no me permito ser manejado por las emociones es muy sencilla de comprender, una vez soy preso de dichas sensaciones no encuentro manera de detener el dolor y la ira que me persigue como una sombra. Las palabras simplemente salen de mi boca sin ningún tipo de filtro, soy inevitablemente honesto.
—¿Qué te sucede? —cuestionó afligido—. Hijo he cometido muchos errores en mi vida, sin embargo, recuerdo haberlos cometido contigo o con tu hermano.
—Tú eres el causante principal de toda esta porquería que me ha perseguido la vida entera, a causa de todos tus rechazos he tenido que saciar mi sed de atención con las mujeres que tanto odias que frecuente —me sincero—. Es por tu culpa que tengo que ocultar mis sentimientos en un abismo de profunda oscuridad. para que estos no me consuman como lo están haciendo ahora mismo.
—Hijo...
—Has pasado diecinueve años criándome como un hombre frío y calculador, ¿de qué me sirve ser un hombre despreciable padre? —encaro—. Las personas hace tan solo unos meses me tenían miedo, me despreciaban como a nadie en el mundo. ¿Crees acaso que alguien pueda amarme siendo de esa manera?
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Editado: 09.05.2023