Al final, me decidí por aceptar. No tenía mucho que pensar, viéndolo por donde se viese es una oportunidad única en su tipo que difícilmente se repita y sería pesimo rechazar.
Salir de mi zona de confort no es en si mismo un problema, por el contrario es una motivación, un aliciente para huir de mis tormentos, de todo aquello que muchas veces no me permite dormir. Claro que es un tanto confuso el hecho de que venga de mano de mí ex, aunque para ser justos siempre ha demostrado ser bondadosa y una genia en su labor, no creo que sea tan cínica como para tramar algo turbio.
Una vez tomé mi decisión, se lo informé primero a Vladimir, quien recibió mi respuesta con entusiasmo y después a Mateo, a quien por protocolo le presente mi renuncia. Desde entonces han transcurrido diez días, de los cuales cuatro seguí ocupando mi lugar en Gelmeti-Russo y guiando a quien realizará esas tareas que antes hacia yo.
La semana inmediatamente posterior la utilice para descansar y mimosear a mi hija que se está convirtiendo en un pequeño torbellino. Hace algún tiempo empezó a gatear, pero bien dicen que la práctica hace al maestro porque con el paso de los días se ha vuelto una experta en el tema y parece no querer detenerse en ningún momento.
Llegados a este punto, debo reconocer que es un poco exhaustivo pasarse todo el día con ella desplazándose por todo el lugar, tocando y tirando todo a su paso, berreando cada vez que no se le permite hacer algo o que simplemente no alcanza su objetivo. Definitivamente aumentaré el sueldo de Leila, lo merece.
Fuera de eso, que supongo es normal en niños de su edad, es una nena muy sanita e inteligente, tanto que ya pronuncia algunas sílabas al azar. Lo primero fue un más que claro "pa", es fácil deducir que la vuelvo loca para que lo repita una y otra vez, ella me complace feliz. Aún en esta faceta más traviesa e inquieta, sigo sintiendo que es lo mejor que me pasó en mi vida.
El parecido con su mamá es increíble, desde el color de su piel, cabellos y ojos, hasta la personalidad risueña y simpática. Todo en su pequeña personita es un recuerdo constante de mi preciosa Olivia, recuerdos que hoy evoco con melancolía y mucho amor.
No estoy seguro de cuál fue el detonante para activar el cambio en mi, sólo sé que desde hace algún tiempo pensar en Oli no me llena de tristeza, ahora siento agradecimiento por lo que me enseñó y el tan amado obsequio que me dejó, siento un profundo cariño hacia ella y todo lo que en mi vida significó.
Según la psicóloga que estoy visitando, es un progreso grande y va de la mano con la aceptación. Ojalá, por mi y por mi hija que lo que menos necesita es un padre atestado de fantasmas.
Francisco se ha mudado definitivamente. Desde que vino conmigo para fin de año se empeñó en conseguir empleo, y lo obtuvo un par de semanas después como playero de una estación de servicio. Según parece le ha gustado y el pago es acorde a las tareas que desempeña. Hace algunos días empezó a cursar en la Universidad por lo que lo vemos apenas algunas horas diarias. Él insiste en buscar un piso para independizarse completamente, aunque su estadía es gratificante para mí y no me supone ninguna molestia que se quede con nosotros, lo comprendo y apoyo su decisión. Está en esa etapa donde quiere valerse por sí mismo y disfrutar de la libertad e intimidad que eso supone, sé lo que necesita, sobretodo porque aún está aceptando su sexualidad y es un proceso tortuoso y desgastante que muchas veces lo acorralará. Convivir con una niña pequeña no es lo ideal para esos días que necesite pensar y consentirse.
La que peor está pasando todo esto es mi madre, quien llama cada noche tratando de disimular los sollozos. Nunca antes imagine que sería capaz de empatizar con ella a tal punto y congeniar con lo que padece, actualmente entiendo su drama. De sólo imaginar que Eluney algun día pueda optar por vivir a tantísimos kilómetros de mí me flaquean las piernas, para una mujer como mi mamá debe ser terrible habitar en una casa que durante años fuimos cinco revoltosos entrando y saliendo a toda hora y hoy por hoy son apenas dos.
Todo eso, lo reflexiono camino a mi nuevo trabajo. Así, sin más preámbulos, hoy es el primer día de trabajo y la inauguración oficial de la nueva empresa. No voy a negar que los nervios me invaden, tendré nuevos compañeros, mayores responsabilidades y mucho que aprender, de mi cuenta corre no decepcionar a quienes depositaron un voto de confianza en mí al asignarme tal puesto.
Una ventaja significativa es que la compañia funciona en el mismo complejo edilicio que Gelmeti-Russo. El edifcio que se yergue a algunos metros del que antes mencioné es realmente imponente, una fachada vanguardista que acapara toda la atención de los transeuntes. Desde el exterior se puede ver como una extensa cuadricula de vidrios espejados y para efectos visuales, salido de eje pero completamente equilibrado. Nada más entrar la majestuosidad del recinto obnubila mis sentidos, todo luce impoluto, sofisticado y a la vez cálido, casi acogedor. La decoración minimalista le suma elegancia y las imperiosas vistas de la ciudad en todos los ángulos son deslumbrantes. De alguna manera quien diseño tamaña obra arquitectónica logró sacarle partido a la cotidianeidad del asfalto que nos rodea.
Aún admirando el entorno, una jovencita muy simpática que parece recien salida del secundario, me intercepta solicitando me identifique. Apenas le muestro la credencial que un mensajero dejó días atrás en mi domicilio, junto a otros documentos donde se detalla los pasos a seguir en los primeros días, su sonrisa se expande.
-Perfecto, todo está correcto señor Emer. Mi nombre es Catalina, me verá acá a diario, será un gusto ayudar en lo que necesite.- Se presenta amablemente.- El señor Russo está en la sala presidencial aguardando la llegada de todos para dar comienzo a la reunión informativa.
- Gracias Cata, sólo Leo, me siento mejor así.- Pido cortez y agradezco mentalmente que al menos la primer persona que conozco en mi nuevo empleo parece agradable. La chica ensancha la sonrisa y asiente condescendiente.