Los días comenzaron a pasar convirtiéndose en semanas, durante todo ese tiempo mi madre y Oliver se encargaron del jardín, de la limpieza, de la cocina y decorar el castillo. En pocos días habían convertido este lugar en uno mucho más agradable. De hecho parecía un trabajo hecho por expertos de la decoración, como una de las paredes centrales era de piedra, las demás las pintaron de color blanco, claro esta, con ayuda de las personas del pueblo, los cuales se ofrecieron de forma voluntaria al ver que la reina necesitaba ayuda.
Les ayudaron a mover muebles, sillones, mesas, sillas, clóset, camas, todo lo que fuese necesario para que la reina estuviera cómoda. Los carpinteros devolvieron la vida a los objetos de madera, varios jardineros se ofrecieron a arreglar el jardín, en fin, todos los de pueblo ayudaron a que este castillo antiguo se asemejara a un hogar.
Una de las cosas que más llamo mi atención fue ver la actitud de mi madre ante sus súbditos, les ofrecía su ayuda, les escuchaba y entendía, en ninguna ocasión vi algún mal trato, ella les trataba como iguales, eso fue lo que más me gusto, ver ese tipo de relación.
Un mes después, llegaron los sirvientes del rey, algunos fueron muy amables conmigo, los cocineros me ofrecieron de mis galletas favoritas, no sabía cómo se habían enterado de ello, pero al día siguiente de su llegada, desperté con una pequeña bandeja de esas ricas galletas a mi lado.
Lamentablemente, no todo era alegre, algunas sirvientas, sobre todo las encargadas de la limpieza, solo aportaron con feos rumores sobre mi madre. ¿Acaso no sabían lo que era el respeto? Sin importar el lugar donde estuviera mi madre, ella seguía siendo la reina. Eso ella lo tenía muy claro, pues nunca le dio importancia a esos rumores.
Nunca les dio importancia, pero un día, uno de los rumores pasó la línea. Decían, que una mujer estaba frecuentando el castillo del rey, que ella se quedaba por varios días, mi madre no soporto que hablarán así frente a ella, así que en menos de una hora, esas sirvientas dejaron el castillo.
Un día mi madre viajó al castillo del rey, sin decir una palabra. Sé que fue a ese lugar sin necesidad de que ella me lo dijera, podía imaginar el motivo, pero... Lo único que no soy capaz de imaginar es que paso realmente en ese lugar, cuando mi madre llegó a casa, se notaba que algo había cambiado. Lamentablemente, nunca supe que fue lo que pasó; los días pasaron, se convirtieron en semanas y estas en meses, al final, había pasado un año.
Ya era capaz de caminar por mi cuenta, además, podía decir una que otra palabra, eso realmente me facilitaba las cosas. Por otro lado, ¿Quién me iba a decir que era tan complicado caminar? Sentía que todo el mundo se vendría abajo cuando recién daba mis primeros pasos. Fue una experiencia totalmente extraña, no hay palabras para ello.
Debo agregar que, mi madre había comenzado a visitar el castillo de mi padre con mucha más frecuencia. Pero eso no me entristeció para nada, me gustaba que ella fuera de visita porqué de esa forma los rumores sobre una "mujer misteriosa" iban a desaparecer, además, la mayor parte de mi tiempo lo pasaba junto a Oliver o Maryann, ella era una de las cocineras más jóvenes y siempre me regalaba caramelos.
Los meses comenzaron a pasar y las estaciones también, Oliver quería que aprendiera a usar una pequeña espada de madera mientras que Maryann y mi madre insistían en jugar conmigo a las muñecas, poco a poco, terminé obteniendo una rara colección de muñecas con espadas. Era divertido jugar con ellos, además, los demás sirvientes me trataban muy bien, eran todos muy amables.
Otra cosa buena era poder subir y bajar las escaleras por mi cuenta, de esa forma podía recorrer el castillo cuando quisiera, era un alivio tener dos años. Eso sí, a pesar de mi edad, seguían dándome de comer como cuando era más pequeña, aunque debo de admitir que si me alimentaba yo sola, mis vestidos terminaban con baba y comida, además, me gustan los mimos.
Pero había un problema: mi madre.
Ahora no solo iba de visita más seguido sino que se quedaba semanas enteras, debía estar sin falta una semana al mes en el otro castillo y cuando volvía... Era una persona totalmente diferente. Todos lo habíamos notado, pero nadie era capaz de decir algo.
El brillo de joyas y los elegantes vestidos que traía del otro castillo provocaron que el brillo de su sonrisa y de sus ojos se desvaneciera. Algo malo debe suceder en ese castillo pues con cada visita mi madre vuelve más cansada, más triste y me atrevería a decir que más rota. Esa era la sensación que me daba al verla, de hecho, cuando me mostraba una sonrisa, por más grande y linda que sea, solo provocaba en mi un sentimiento de tristeza.
Cuando cumplí los tres años, una bomba explotó, en sentido figurado, obviamente. Mi madre había vuelto a casa mucho más delgada y con señales de golpes en los brazos, eso fue suficiente para desatar una discusión entre Oliver y mi mamá. Nunca los había escuchado discutir antes, me dio mucho miedo verlos de esa forma, además, luego de la discusión, él se fue del castillo dando un portazo, aunque le seguí lo más rápido que pude... No logré alcanzarle. Luego de eso, mi madre no volvió a visitar el Castillo del Rey.
No mandó ninguna carta, ni siquiera se comunicó con nosotras de alguna forma. Había desaparecido completamente y eso me angustiaba, todo habría sido un poco más fácil si nos hubiera dicho a donde iría, me sentiría tranquila de saber que volvió a su casa o al castillo de mi padre, me había vuelto a ser caballero o que se había comprado una pequeña cabaña y ahora vendía pasteles, cualquier cosa, cualquier noticia hubiera sido mejor que esperar. Una gran espera que no llevo a nada más a ilusiones rotas.