Segundas Oportunidades

Capítulo 6: Rutina y Algo Más

   El lunes en la noche no podía llegar lo suficientemente rápido. Me bajé del auto dentro de la cochera, mamá ya estaba esperándonos en la puerta con la mano derecha extendida para recibir las llaves del auto. Luego de lo que pasó el sábado pasado, Lucas está baneado de tocar el auto salvo para buscarme al trabajo. 
   — Esto es ridículo — murmuró dándole las llaves. 
   — Ridículo es que hayas dejado a tu hermana varada de noche luego del trabajo. 
   — ¡Pero si no le pasó nada! Su nuevo novio la trajo a casa... — se defendió. 
   — ¡No es mi novio!
   — Todavía. 
   Mamá suspiró con cansancio. 
   — Los dos, basta — sentenció cerrando la puerta que da a la cochera.
   Lucas subió sin decir nada más las escaleras, pero yo me dirigí a la cocina con mamá detrás. 
   — ¿Te ayudo a cocinar la cena? 
   Me acerqué a la mesada, sobre la cual hay una tabla de madera y algunos tomates a medio rebanar, hay una olla sobre el fuego. Antes de que pudiera tocar el cuchillo para terminar de cortar los tomates, mamá tiró de mi brazo para alejarme de la cocina. 
   — No, no — se puso frente a mí, bloqueandome la vista de la tabla de madera. —. Recién llegas de trabajar, no paras desde la mañana, andá a descansar. 
   — Mamá... 
   — No — retomó lo que hacía con brusquedad, dejando en claro que no quería más objeciones. 
   Miré alrededor de la cocina y finalmente decidí sentarme en una pequeña silla de madera en la esquina de la habitación. Saqué mi teléfono del bolsillo y comencé a leer los mensajes que me habían llegado mientras trabajaba. 
   El más reciente leía '¿Cómo te fue hoy?' y era de Silas. Sonreí. 
   Mamá decidió justo en ese momento mirarme por encima de su hombro antes de tirar a la olla los tomates cortados. 
   — ¿Y esa sonrisa? 
   Procuré mantener una expresión seria de inmediato. 
   — ¿Qué sonrisa? 
   — La que tenías hace tres segundos. 
   Apagué el teléfono y me recosté contra el respaldo de la silla mientras cruzaba las piernas. 
   — Ah, sólo veía una foto graciosa en internet. 
   Inclinó su cabeza, todavía sin mirarme y revolviendo lo que sea que se encuentra en la olla. — Sí, ajá. 
   Bufé. — No empieces vos también... 
   — ¿Que no empiece con qué? 
   — Ya sabes con qué. 
   La escuché reír con suavidad, pero no me contestó. 
   — ¿Qué cocinas? — pregunté, el olor de la comida comienza a sentirse en toda la cocina. 
   — Salsa, ya no le falta mucho pero todavía no puse a hervir los fideos... 
   — Yo lo hago. 
   Me levanté de mi silla antes de que pudiera detenerme. 
   Cuando me paré a su lado para llenar una olla azul con agua, me dedicó una mirada poco amistosa pero no me reprendió. Es justo en ese momento cuando se escuchó la puerta de entrada y reconocí de inmediaro los pesados pasos de papá, que llegó más temprano de lo usual. 
   — ¿Qué hay de cenar? Tengo hambre... — fue su saludo en cuanto alcanzó la cocina. 
   Puse los ojos en blanco. —Hola para vos también. 
   Mientras llevaba el agua al fuego, le vi sentarse en la silla de madera en el rincón. 
   — Lo siento, fue un largo día con el taller reservado para esa dichosa camioneta... Pero al menos eso ya está terminado y mañana abrimos como siempre.
   Suspiré. Revolví la alacena en busca de un paquete de fideos y, cuando me di la vuelta, mamá le pasaba a papá un pedazo de pan con salsa para que lo probara. 
   Me reí mientras ponía a cocer el paquete entero. 
   ... 
   Es la octava vez que rehago el mismo ejercicio de matemáticas y no me da el resultado que me tiene que dar. Estoy a punto de romper el lápiz por la mitad. 
   Con una mirada rápida al reloj me doy cuenta de que van a ser las once de la noche... Luego de algunos segundos de indesición, decido dejarlo como está y copiar el ejercicio de alguno de mis amigos en la mañana antes de clase. 
   De todos modos es mi último año y no planeo estudiar algo relacionado a la economía o las matemáticas, gracias. 
   Alejé la silla giratoria del escritorio, me puse de pie y comencé a guardar mis cosas cuando el teléfono, que había dejado sobre el escritorio luego de usarlo como calculadora, comenzó a vibrar. 
   Contesté antes de que sonara el clásico tono de llamada. 
   — ¿Hola? 
   Silencio. 
   Detallé mis cortinas mientras espero, debería lavarlas. 
   — Hola. — repetí.
   Luego de un carraspeo, una voz ronca me contestó. — ¿Eva? 
   — ¿Silas? 
   Por algunos segundos, el silencio volvió. Pero entonces, de repente, fue como si él volviera en sí. 
   — Eva — pareció decir con reconocimiento. —, Eva, ¿Estás bien?¿Sucedió algo?¿Me necesitas otra vez?¿En dónde estás? 
   Puedo escuchar sonidos de fondo ahora, voces ahogadas y sus propios pasos, parece estar en un lugar con eco. 
   — Estoy en mi casa, ¿Qué te pasa a vos?¿Por qué me llamaste? 
   Le escuché detenerse. — Yo no te llamé, vos me llamaste a mí...
   — No — le interrumpí. —, vos me llamaste a mí. 
   Silencio. 
   Entonces, una avalancha de maldiciones y palabras indecifrables que me hicieron reír. 
   — Lo siento... Me pasaron el teléfono y me dijeron que me estaban llamando... 
   — ¿Quiénes? 
   — Mis amigos... — escuché un sonoro portazo a través del parlante que me hizo dar un pequeño salto. 
   Pasos y voces ahogadas se escuchan de fondo mientras Silas parece hablar en un tono de voz más bien brusco, aunque no sé muy bien qué está diciendo porque no tengo ni idea de qué está sucediendo. 
   — Lo siento, Eva... — volvió a dirigirse a mí de repente. — salí con mis amigos y fueron ellos quienes tomaron mi teléfono y llamaron... Lo siento si te molesté, seguro debes levantarte temprano mañana... 
   — No, de hecho estaba haciendo algunas cosas, no pasa nada — intenté asegurarle, pero no pareció ser de mucha ayuda. —, pero... ¿Por qué tus amigos me llamarían? 
   — Deberías ir a dormir, tus días son bastante ajetreados ya como para que sobrevivas a ellos estando medio dormida...
   Su pobre intento de evadir la pregunta es noble, pero tengo demasiada curiosidad como para dejarselo pasar. 
   — Siempre me voy a dormir a las doce y me levanto a las siete, así que estaré bien — sentencié. —. ¿Por qué tus amigos me llamarían? 
   Por un momento, no me contestó. Creí que cortaría la llamada o intentaría cambiar de tema otra vez.
   — Porque les hablé de vos... — dijo en su lugar, en un tono de voz tan bajo que me costó descifrar sus palabras. 
   — ¿Y por qué les hablaste de mí? — seguí indagando con diversión. 
   — Porque somos amigos... Y me caes bien... Y, bueno, ya sabes, lo otro. 
   Apreté los labios mientras intentaba ordenar mi escritorio distraidamente con la mano libre. 
   Quiero reírme, pero sé que no debería. Creo que Silas tomó un poquito. 
   — Está bien... — dije con cuidado. — ¿Qué es lo otro? 
   — Ya lo sabes, no hay necesidad de que lo repita, no quiero que las cosas sean incómodas para vos o entre nosotros. Sólo... Ignora la inmadurez de mis amigos, la mayoría están borrachos.
   Me reí. — ¿Y qué hay de vos?¿Estás borracho? 
   Hizo una pausa, como si lo estuviera meditando un segundo.
   — No, creo que no... Aunque no estoy en condiciones de conducir, todavía no perdí mi raciocinio. 
   Asentí, aunque no puede verme. 
   — Bueno — mordí mi labio y me senté en la silla del escritorio otra vez, ya habiendo guardado todo. —. Silas, sobre 'lo otro'... No me incomoda, enserio, y lo sé. Está bien, no hace falta que cuides tus palabras todo el tiempo para no ponerme incómoda porque no me incomoda que te sientas así. 
   — Gracias... — murmuró. — Lamento esto, enserio... 
   Sonreí. — Yo lamento no haber contestado tu mensaje más temprano, lo leí. 
   — Ah, sí, ¿Cómo te fue hoy? 
   — Bien, creo... Un día de rutina, aunque extraño un poco todo mi tiempo libre. 
   Le escuché reír. Su voz sigue escudándose ronca a través del parlante. 
   — Y yo extraño verte en el parque... Pero me alegra que te vaya bien. 
   Ladeé la cabeza. — Pero nos vimos ayer casi toda la tarde... 
   — Sí, pero no fue suficiente.
   No pude evitar imaginármelo como a un nene chiquito siendo testarudo. 
   — Veo que te tomaste a pecho el no restringirte alrededor de mí. 
   — Silas pasado de copas más permiso de hablar sin restricciones no es una buena combinación, recuerda eso en el futuro.
   Tuve que llevarme la mano libre a la boca para ahogar mi risa. 
   — ¿Eso significa que seguiremos hablando por mucho tiempo? 
   — La verdad eso espero, no quiero imaginar cómo sería no volver a verte. 
   Bueno, ahora sí me dejó muda. 
   Pero al parecer, Silas no ha terminado. 
   — Cuando te veo, sólo cinco minutos con vos es suficiente para alegrarme el día — me confesó —. ¿Sabes? El otro día, cuando tenías el cabello lleno de hojas y te ayudé a peinarlo, tuve que luchar contra mí mismo para no llevar mi mano a tu mejilla, para no mirar tus ojos verdes, o tus labios... Fue difícil, todavía no sé cómo lo hice. Lo recuerdo ahora, y sé que si estuviera viviéndolo otra vez no tendría tanto autocontrol.
   — Silas... — murmuré.
   — Sos tan hermosa... — suspiró — Pero sos más que eso, y sé que ni siquiera alcancé la superficie. Hay muchísimo más sobre vos, sobre tu vida, sobre tu forma de ver el mundo, y quiero descubrir eso también, pero también sé que si me siento así ahora, cuanto más te conozca, más... Difícil, será verte y no querer estar con vos. 
   Guardó silencio entonces. No necesito mirarme en un espejo para saber que estoy sonriendo, aunque también estoy algo confundida respecto a por qué, o no, no lo sé. 
   — Me arrepentiré de todo lo que acabo de decir en la mañana, lo sé — volvió a hablar. —. ¿Sabes qué? No soy el conductor designado hoy, así que iré a seguir tomando hasta que esté lo suficientemente borracho como para no recordar la vergüenza que acabo de pasar. 
   Finalmente me recompuse lo suficiente como para decirle algo. — Silas, mañana es Martes, debes trabajar...
   — No será la primera vez que trabajo con resaca — zanjó. —. Deberías ir a dormir... 
   Apreté mis labios. — Trabajar  con resaca no puede ser bueno, no hagas eso... 
   — Adiós, bonita. Buenas noches.
   Y me cortó.
   Alejé el teléfono de mi oreja y miré la pantalla. ¿Debería llamarlo otra vez? Pero, ¿Para qué?
   Apagué el teléfono y lo dejé sobre el escritorio. 
   Bueno, eso fue... Algo.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 26.06.2022

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