Segundas Oportunidades

Capítulo 10: Injusticias

   Lucas había decidido en su mayoría quedarse en su habitación o hablar con nosotros a distancia. A pesar de que las mecidinas lo ayudan, su nariz está algo roja y de vez en cuando se le puede escuchar estornudar.

   Sin la medicación, a este punto ya no podría respirar por la congestión, pero sobrevivirá, aunque planeo hablar con mamá sobre lo que hizo hoy para evitar que suceda otra vez.

   Lucas es alérgico a Leo, no entiendo por qué de la nada lo dejó entrar a la casa sabiendo cómo se pone Lucas si pasa demasiado tiempo cerca de algún perro. O, bueno, creo que si sé por qué, pero considerando que cuando lo traje por primera vez no me dejó entrar a la casa ni a mí, esto me parece injusto.

   Estaba poniendo la mesa junto a Silas cerca de las diez de la noche mientras Lucas miraba por la ventana cuando presté más atención a la ventana, y noté enseguida que la lluvia parece haber aminorado. Silas enseguida lo notó también y se acercó a la ventana. Hice una mueca cuando le vi a mi hermano pasarse la manga de su campera por la nariz.

   Leo lloriqueó desde su rincón, ya que Silas le ordenó quedarse a un lado del sofá para evitar que derribara cualquier cosa en el salón y para que Lucas pueda mantenerse a una distancia segura para sus alergias con más facilidad, aunque la reacción alérgica ya la tiene.

   Se volteó a verme y sujetó la cortina.

   — Parece que por fin aminoró... — Silas sacó su teléfono del bolsillo y miró la hora. — Debería irme, mañana trabajo y, bueno... — Miró a Lucas de reojo.

   Mi hermano levantó ambas manos mientras nos miraba. — Nono, no hay por qué ser discreto. Gracias, mi nariz ya me está matando.

   Se alejó con desgana hacia la cocina sin más. Silas enseguida suspiró y se relajó.

   — La verdad es que me siento mal, preferiría volver otro día con ropa limpia y sin Leo, no puedo ver a tu hermano así sabiendo que es por mi culpa...

   — Bueno, técnicamente es culpa de Leo — intenté animarle mirando al susodicho con ternura.

   — Y Leo es mi responsabilidad, así que la culpa sigue siendo mía — insistió.

   Apreté los labios y llevé mi mano a su brazo. — Silas, no sabíamos que llovería así, no es tu culpa, si a alguien hay que culpar es a mi madre por no considerar ni un poco las alergias de Lucas.

   Él hizo una mueca. — Bueno, técnicamente si lo hizo, le hizo tragar su medicina.

   Me reí. — Dios, no, ¿Sabes cómo engaña a Lucas siempre? Le pone las medicinas en galletas o cosas dulces. Esta vez se las metió en un alfajor, es como un perro a veces...

   Ambos comenzamos a reír, Lucas volvió a la habitación en ese momento cargando cubiertos y con cara de pocos amigos.

   — Era un buen alfajor.

   — Lo que digas, hermanito.

   — Bueno... — Ambos nos volteamos a ver a Silas. — Podría irme ahora, entonces, ya que el mal tiempo mejoró un poco...

   Abrí la boca para decirle que sí cuando mamá entró en el salón comedor con su mejor cacerola en mano y lista para servir la comida.

   — Oh no, ¿Pero por qué? Es temprano, quédate a cenar... — reprochó enseguida.

   Enserio, tengo pendiente una charla con esta señora.

   — Lo siento, pero de verdad debería irme —  se excusó sonriéndole. — Mañana comienzo a trabajar a las ocho, mi perro aún no ha comido y tengo algunas cosas que hacer...

   Enseguida vi cómo en su rostro se denotaba la clara decepción, así que me giré hacia Silas, que la miraba sin saber muy bien qué decir.

   Lucas me ganó antes de que pudiera sacarlo del apuro.

   — ¿Qué tal si vienes durante la semana otro día? — ofreció apoyándose en el respaldo de una silla, mamá enseguida cambió la cara larga. — Vienes más temprano, cenas con nosotros, te quedas un rato... Creo que a mamá realmente le gustaría conocerte, ya que no pudieron hablar mucho hoy.

   Me sorprendió la expresión que encontré en el rostro de Silas, que sonrió deacuerdo con la idea de inmediato, incluso se ve entusiasmado.

   — Eso sí que se puede arreglar.

   — ¡Perfecto! — mamá habló por fin. — Entonces Lucas, llévalo a la cochera para que pueda irse.

   — Leo — Silas llamó al perro con un suave golpe en su pierna, que se levantó de su lugar y corrió a su lado enseguida mientras él se acerca a despedirse de mi madre con un beso en la mejilla. —, nos vemos en la semana entonces.

   Luego caminó hacia la puerta que da a la cochera, en donde Lucas lo esperaba a un lado del marco. Le seguí en silencio, pero ambos se pusieron a hablar ni bien nos acercamos.

   — ¿Me podrías dar tu número? No confío en que mi hermana coordine nada.

   Escuché cómo Silas reía mientras sacaba su teléfono para hacerlo. No mentiré, eso me ofendió, pellizqué a mi hermano al pasar hacia la puerta de la cochera para poder quitar el candado y que pueda ser abierta otra vez. Lucas tomó el impermeable de un pequeño perchero pegado a la pared y fue directamente a abrir la cochera y la reja exterior.



#21679 en Novela romántica
#4184 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 26.06.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.