¡Akira, despierta! ¡Se te va a hacer tarde el primer día! —gritó su madre desde la cocina.
Un pie salió de entre las cobijas, luego el otro… y después se oyó un estruendo.
—¡Aaaauch! ¡Mi cara no era parte del plan! —dijo Akira, tirado en el suelo con la sábana aún enredada como si fuera un rollito de sushi humano.
El primer año de secundaria había llegado, y Akira Yoshida no sabía si sentirse emocionado, nervioso… o simplemente hambriento.
—¡Vamos, que me vas a perder el bus! —dijo mientras se ataba los zapatos a la velocidad de la luz.
Akira era un chico tranquilo, a veces rebelde, siempre alegre, con una extraña habilidad de meterse en situaciones absurdas sin proponérselo. Pero hoy, tenía una meta clara: disfrutar su nueva etapa escolar al máximo... y acercarse a cierta chica especial.
La secundaria Seika era una institución común y corriente, sin lujos ni misterios… pero con una energía única en sus pasillos. Al cruzar las puertas por primera vez, Akira se sintió como si comenzara un nuevo anime protagonizado por él mismo.
Carteles coloridos anunciaban la temporada de inscripción a clubes:
“¡Únete al club que cambiará tu vida!”
“¡Entrena, ríe, compite y sueña!”
Y uno, en particular, captó toda su atención:
💖 Club de Baloncesto Femenino – Reclutamos mánagers y... admiradores serios.
— Firmado: Hinata Mizuki
—Hinata… —susurró Akira, con una sonrisita boba—. Es mi oportunidad.
Al medio día, ya había pasado por clases básicas, reencuentros con su hermano Yuu y su primo Sota, y hasta una caída épica por las escaleras frente a la sala de música.
—¿Te tropezaste solo o el viento te empujó? —le preguntó Sota, riéndose.
—¡Era un ataque aéreo sorpresa de la gravedad! —respondió Akira, levantándose como si nada.
Pero mientras caminaban por el patio, algo extraño sucedió: Akira se detuvo frente a un tablón lleno de hojas.
Seis clubes diferentes lo llamaban. Literalmente.
Una chica del club de teatro lo haló del brazo.
Un chico del club de fútbol le lanzó un balón.
Un músico le prestó una guitarra.
Una bailarina le enseñó un paso.
Un boxeador lo invitó a probar el guante.
Y, claro, Hinata lo saludó desde el gimnasio del club de baloncesto.
—¿Tantos clubes? ¿Y si me meto en todos? —pensó Akira en voz alta.
—¿Estás loco? —le dijo su hermano—. ¡Ni tú puedes con tanto!
—¿Quién dijo que no puedo?
Ese día, Akira Yoshida se inscribió oficialmente en seis clubes escolares. Nadie lo obligó. Nadie lo entendía. Pero él lo resumió con una sonrisa:
—Solo quiero divertirme... y quizás, hacerla sonreír.
Lo que no sabía era que esa decisión cambiaría su vida por completo.