A medida que avanzaban las horas volvió a amanecer. Y esa mañana, como no podía ser de otra forma, se convirtió en un largo desfile de compañeros de trabajo que se alternaban para ir a visitar a Takano.
Al parecer, Yokozawa había levantado la prohibición de visitas en la Editorial, y media oficina se presentó en el hospital a la hora del almuerzo. De modo que, desde Isaka-san, hasta la chica de la limpieza, todos querían visitar al enfermo y desearle una pronto recuperación.
Al principio me resultaba molesto. Él aun no estaba muy bien y pensé que le sería incómodo recibir tantas visitas. Pero, para mi sorpresa, al contrario de verse fatigado, se veía contento.
Entre uno de esos “relevos de turno”, como los llamábamos, me dijo:
— ¿Por qué no me sigues tomando de la mano cuando hay alguien más?
— ¿Eh? ¡No voy a hacer eso!
— ¿Acaso crees que no lo saben ya todos?
— ¡Claro que no! — Exclamé — Nuestros compañeros fueron discretos todo este tiempo.
— ¡Ja! Te aseguro que lo sabría ya menos gente si lo hubiéramos publicado en la portada de revista mensual…
— Que idiota…
Tras varios relevos, llegó el turno de Yokozawa. Al parecer, le habían hecho esperar como a uno más de la tropa, así que venía visiblemente irritado, no sin razón.
— ¡Masamune! — Se quejó — ¿Acaso tengo que venir con cita previa la próxima vez?
— Ah, pero… ¿No la habías pedido?
— ¡Idiota!
— Te anotaré en la agenda la próxima vez. — Se burló Takano.
— Hum… — Gruñó Yokozawa — Onodera, ¿Qué tal se está comportando?
— ¡Eso! ¿Cómo me estoy comportando? — Seguía burlándose Takano, mirándome.
— Pues como el imbécil de siempre… — Respondí.
— Entonces todo ha vuelto a la normalidad. — Sentenció Yokozawa.
Takano sonrió y luego Yokozawa se dirigió a mí en tono más serio:
— Onodera, quiero que salgas un momento.
Esa frase hizo enfurecer a Takano, que se irritó visiblemente e intentó abroncar a Yokozawa:
— ¡Yokozawa! ¡Te advertí que no molestaras a Onod…
— ¡No! — Le interrumpí — Takano-san, si Yokozawa-san quiere hablar contigo en privado, saldré un momento. No pasa nada.
Takano se quedó muy sorprendido y confuso, sobre todo porque le puse una sonrisa cuando me levanté del sillón, dispuesto a salir de la habitación.
— Será por poco tiempo… Al fin y al cabo “mi turno” terminará pronto… — Comentó con sarcasmo Yokozawa.
— Un momento… — Dijo Takano aún algo confundido — ¿Por qué de pronto me estoy preocupando tanto por toda esa complicidad entre ustedes dos?
Miré con cara de asesino a Takano y salí de la habitación dejándoles a solas. Me imaginaba lo que Yokozawa quería hacer, así que no les molesté. Aproveché aquel rato para salir a tomar el aire fuera del hospital.
Allí, en la plaza, había efectivamente un numeroso grupo de compañeros de la Editorial esperando. A la mayoría no los conocía, pero sus caras me eran muy familiares. En uno de los bancos estaba también Kisa, que se levantó al verme para saludarme:
— ¡Ricchan! ¿Qué tal estás?
— Bien ahora, gracias.
— ¿Y Takano?
— Muy bien. — Respondí — Muy animado hoy. Esto… ¿Han venido todos?
— Casi todos… Hasegawa-san estaba fuera por trabajo.
— Ya veo… ¿Y el trabajo? ¿Alguna novedad?
Kisa me estuvo comentando un poco sobre las novedades en la oficina y como estaban lidiando con todo ello para que no nos preocupáramos. También me habló sobre la baja que Isaka-san nos había concedido tanto a Takano como a mí. Estuvimos hablando unos minutos hasta que finalmente Yokozawa salió gritando “¡El que sigue!” y Kisa se apresuró a subir para no perder su turno.
— ¡Hey Onodera! — Me llamó Yokozawa mientras se acercaba a mí — Masamune parece estar mejor. Así que si necesitas descansar o algo, llámame y te cubriré. Saldré temprano esta tarde, así que tengo algo de tiempo.
— Aprovecharé para traer más ropa limpia para estos días. ¡Gracias!
— ¡Por nada! — Se despidió levantando la mano.
Yokozawa se marchó y yo me disponía a volver a entrar al hospital cuando sonó mi teléfono móvil. Mi primera reacción fue preocuparme porque algo hubiera podido pasar de nuevo, pero en cuanto saqué el teléfono del bolsillo y miré a la pantalla vi que se trataba de mi padre. Muy sorprendido, descolgué:
— ¿Padré? — Pregunté.
— Buenos días, hijo. ¿Cómo estás?
— ¿Yo? Bien… ¿y tú?
— Muy bien. Supongo que te extrañará que te llame yo en lugar de tu madre, ¿no?
— Pues sí… un poco. ¿Ocurre algo, padre?
— Isaka-san me llamó esta mañana. He sabido lo del accidente de tu jefe.
¿¿Qué demonios…??
— Oh s-sí, sí… — Respondí con risa nerviosa — Pe-pero ya está mu-mucho mejor… Hemos venido hoy todos a verle hoy, je, je ,je…
¡¡Aghhrrr!! ¡¡¿¿Qué es lo que le ha contado Isaka??!!
— Me alegro mucho de que se haya mejorado… — Contestó mi padre — Me pareció muy buen tipo la última vez que hablé con él.
— ¿Qué? ¿has hablado alguna vez con él?
— Sí, claro. Hace cosa de un mes.
— ¿¿Un mes?? — Pregunté atónito.
— Sí. Estuvimos un buen rato hablando de ti. Parece que te aprecia mucho, hijo.
¿¿¿QUÉEEE???
— Bueno hijo, tengo que dejarte. — Continuó — Voy a entrar a una reunión. ¡Deséale una pronta recuperación! ¡Adiós!
— ¡Espera! ¿¿PA-PAPÁ??
¿¿¿Pero qué rayos??? ¿A que ha venido eso? ¿Es que sabe algo? ¡¿Por qué me están entrando ganas de matar a Takano-san tan pronto?!