Corriendo a través del bosque y con el aire frío nocturno congelandole hasta el aliento, Bruno intentaba alcanzar a la joven del vestido rojo la cual esquivaba las ramas y troncos caídos con gran agilidad haciendo parecer que conocía todo el bosque al derecho y al revés. Apenas y podía verla, se le hacia casi imposible seguirle el paso con la oscuridad de la noche ocultando sus huellas. La luna nueva había decidido hacer apto de presencia esa fecha y el cielo estaba por completo nublado, las estrellas no brillaban para Bruno aquella noche.
Cansado ya de tanto correr, decidió gritar a todo pulmón.
-¡Hey! ¡Detente!- no muy seguro de si sus palabras habían sido escuchadas, continuó persiguiendo a su presa.
-Vete- exclamó la enigmática joven del bosque -Aquí nadie te quiere, aún no estoy preparada.
Su tono de voz era alterado y podía percibir desesperación en cada una de sus palabras. ¿Por qué tenía tanto miedo?
-¿Preparada para que?- preguntó y la vio perderse a través de la noche.
Con la respiración agitada y a punto de desfallecer, Bruno detuvo sus piernas y se dejo caer de rodillas al suelo, avergonzado por haber dejado escapar a la joven. Debía admitirlo, su condición física no era de las mejores. Tal vez su padre tenía razón, tal vez debía practicar mas deportes en lugar de dedicar sus horas libres a perseguir chicas en bosques oscuros.
El viento susurró en su cuello, con sus fuerzas rehabilitadas se incorporó pensando en la joven del vestido rojo. ¿Qué hacía alguien como ella en un lugar como ese? Ninguna persona normal se atrevería a pisar el bosque ni siquiera en horas decentes, pero ahí la había encontrado, a media noche, sentada en frente de una fogata extinta. Los ojos de Bruno Torrente casi salieron disparados de sus cuencas al verla, obviamente no sucedió, eso era anatómicamente imposible. Con gran descuido pisó una ramita y la hizo pedazos, entonces fue la chica la que salió disparada al notar su presencia.
La comprendía, si de por si era inusual estar solo en el bosque era mas inusual encontrar compañía. Hace mas de seis años que Bruno solía escapar de casa por las noches y visitar la parte norte del bosque junto con otros lugares, algo no muy normal para un chico con diecisiete años pero, si la mayoría de los chicos de diecisiete tuviesen las mismas habilidades de Bruno también harían cosas como esa todo el tiempo. Lo extraño era que, sus aventuras en el bosque solían ser muy solitarias, nunca antes se había encontrado con alguien tan demente como él capaz de correr tal peligro, porque era muy peligroso, inclusive con sus habilidades. Bruno no era como los demás pero podía sangrar, podía enfermar e igualmente podía morir, debía cuidarse. Pero eso parecía importarle poco a la chica del vestido rojo, tuvo solamente un pensamiento cuando la vio «No es como los demás».
Jamas lo sabría, la joven huyó seguramente pensando que algún violador, criminal o psicópata la perseguía, dudaba mucho tener la oportunidad de volver a verla. Sacudió el polvo de sus rodillas decidido a emprender marcha a casa, observó el bosque por ultima vez esperando...nada. No había mas chicas con vestido rojo esa noche a excepción de la pudo encontrar al darse la vuelta.
-¡Vete de aquí!- cayó de espaldas al verla. La joven le estaba observando con una expresión furiosa mientras flotaba y le gritaba un millón de improperios, Bruno no escuchó ninguna de sus palabras, sus ojos estaban fijos en los pies de la chica, pies que no tocaban el suelo.
-¿Tú...estas...flotando?- ver para creer dicen muchas personas, Bruno lo veía y no lo creía. «No es como los demás»
La chica flotante y el chico asustado de cabello negro se observaron entre si, ambos tratando de comprender al otro sin usar palabras.
Bruno soltó el aire que contenía y la expresión de la chica cambió de molesta a confusa.
-¿Tú...estas...vivo?- de todas las preguntas posibles, Bruno no esperaba escuchar esa precisamente. No sabía que contestar así que solo asintió -Y...¿Puedes verme?- asintió nuevamente -¿Cómo?...¿Cómo es posible?
La chica hacía demasiadas preguntas, preguntas que el pelinegro no sabía contestar, pensó en asentir otra vez y aunque eso lo hiciera lucir como un retrasado que no sabía hacer nada más, estaba a punto de hacerlo cuando una gran duda llego a su mente.
-¿Quien eres?- cualquiera con sentido común se habría dado cuenta al instante de quien era esa chica o por lo menos, que era. Bruno no lo captó hasta que fue demasiado tarde.
La claridad surcaba el cielo junto con tenues rayos de sol, poco a poco, la chica flotante con vestido rojo desapareció mientras movía sus labios tratando de comunicarse con él... ningún sonido salio de su pálida garganta. Tal vez intentaba responder su pregunta o tal vez solo lo insultaba al igual que hace un par de minutos, no estaba seguro... pero estaba seguro de algo.
«No es como los demás -pensó él- pero tampoco es como yo»