Selina

14°

A la tarde siguiente, tras pasarme toda la mañana leyéndo algunos libros más de demonología y practicar con el arco decidí descansar un rato por el bien de mi cuerpo y mente. Shadow se tumbó a mis pies y comenzó a lamerse su pelaje negro para limpiarse, dejé el teléfono cargando sobre la cama y fui hacia la ventana empañada. Al salir al balcón me di cuenta de que había llovido, percibí el olor a tierra mojada y el aroma de la vegetación húmeda. Yumi estaba a los pies de un árbol recogiendo setas, llevaba una capa con capucha, me aguanté la risa al recordar a caperucita roja.

En el cielo pude ver al pájaro de Mikkel sobrevolar una y otra vez el castillo, al verle me dieron ganas de salir un rato a tomar el aire fuera, me puse una sudadera encima del top de deporte y dejé a Shadow durmiendo. Bajé corriendo las escaleras sin que nadie me viera, la puerta de la entrada estaba cerrada, pero me fijé mientras buscaba esta mañana al gato, que entraba por una de las ventanas del salón de baile. Antes de entrar en la gran habitación, di una ojeada a los lados. Caleb me tenía prohibido salir si no era con él o con Mikkel, por precaución, pero yo tenía derecho a estar sola en algún momento fuera del castillo, así que de nuevo no hice caso a otra de sus prohibiciones.

En  la sala no había muebles, lo que provocaba que se pudiera oír hasta mi respiración. Las puertas de las enormes ventanas no tenían ningún tipo de seguridad, por lo que no me llevó ni un segundo abrir una de ellas, me senté en el borde y di un pequeño salto hacia el suelo mojado.

—¿Qué estás recogiendo? —pregunté al menor de los Nephilim cuando lo encontré a la vuelta. Estaba metiendo algo parecido a una seta amarilla en una cesta.

Cantharellus Cibarius —dijo como si creyese que yo entendería aquello —. Es un hongo, es para hacer una mezcla —me lo mostró.

—¿Cómo es que sabes tanto sobre remedios y plantas?

—El mejor lugar para estar tranquilo era la biblioteca, desde que tenía uso de razón me pasaba el día allí. Si no quieres oír las quejas de Eros, a Mikkel discutir con Caleb o a la abuela llorar por sus telenovelas... te recomiendo ir ahí —al pobre le había tocado convivir con personas tan ruidosas como elefantes —. Por cierto, ¿cómo saliste? Creía que no te dejaban.

—Ya bueno, gracias a dios las ventanas no tienen candados y no van con llave —le guiñé el ojo y este embozó una delicada sonrisa que me dio demasiada ternura.

Me arrodillé junto a él y le ayudé a recoger más de esos hongos hasta llenar la cesta. Se estaba comenzando a levantar bastante viento, la capucha del pequeño se iba cada dos por tres hacia atrás, nos levantamos y le agarré del hombro con suavidad.

—Espera, tienes el cordón desatado —tomé las cuerdas azules de la capa, le puse la capucha cubriendo bien sus cuernos y  le hice un lazo.

Yumi me sonrió y me agarró la mano, era tan diminuta como la de un niño de seis años, eso, o que mis dedos y largas uñas hacían parecerlo. Escuché un ruido seco detrás nuestro como si pisaran varias ramas a la vez. Por el rabillo del ojo pude ver como una sombra desaparecía en las profundidades del bosque

«¿Qué había sido eso?» me pregunté, pero un pequeño tirón en la mano me hizo bajar la mirada.

—¿Estás bien? Parece como si hubieras visto un fantasma.

—¿Eh? No, no fue nada, me pareció ver algo en el bosque, pero no me hagas caso, seguramente era algún animal.

Aún era temprano, pero el cielo comenzó a oscurecerse con nubes negras, y relámpagos esplendidos comenzaron a formarse, iba a llover en cualquier momento y como si se tratara de un fuego artificial un fuerte ruido sonó, un trueno.

Yumi se abrazó a mi cuerpo en cuanto lo oyó, puse mis brazos sobre él para que se calmara, estaba tiritando. Alcé la vista hacia arriba, una diminuta gota de agua cayó sobre la fina punta de mi pecosa nariz, las gotas empezaron a multiplicarse hasta comenzar a llover tanto que en pocos segundos ambos estábamos encharcados y la ropa y el cabello se pegaban a la piel. Corrimos hacia la puerta y entre los dos hicimos fuerza para abrirla, en cuanto estuvimos dentro, esta se cerró por arte de magia, no tardamos mucho en darnos cuenta de que no estábamos solos.

—Parece que lo tuyo no es obedecer órdenes, princesa.

Mikkel tenía el rostro rígido, sin mostrar expresión alguna y la mitad de sus ojos estaban ocultos por la mata de cabello que le caía sobre la frente.

—No soy un soldado y mucho menos un animal, soy una persona —me acerqué un poco a él y puse mis brazos en jarra para que me viera bien.

El misterioso chico me lanzó una toalla que llevaba consigo, yo la agarré al vuelo y me la puse en el hombro e hice una señal a Yumi para que viniera a mí. Deshice el nudo que le había hecho, le quité la capa y la tiré al suelo, volví a tomar la toalla para ponerla sobre su cabello. Sin dar en los cuernos le revolví la melena para secársela. Yumi se estaba convirtiendo en el hermano pequeño que siempre quise, entre Caleb y él, ya tenía mi cupo de hermanos completo, de momento.

—Listo, vete a dar una ducha antes de que te resfríes, ya meto yo esto en la lavadora —le indiqué y el pequeño salió corriendo por el pasillo.

—Pareces su madre —se limitó a decir el pelinegro mientras se alejaba de mí.

—¿Y eso es malo? Es un niño, ¡necesita amor! —repliqué en alto. Él solo levantó sus manos en el aire con indiferencia.

«Imbécil» dije para mis adentros.

Me enrollé una toalla al cuerpo y con otra sequé un poco mi cabello, me miré al enorme espejo que había en el baño, mi rostro estaba rojo del calor que hacía dentro. Ya me había acostumbrado al nuevo look, pero no era tan especial como lo quería hacer ver Rafael, podía ser que en su mundo fuese escaso el nacimiento de gente con este tono de cabello, pero era tan fácil como teñírselo. Era tan extraño que en realidad yo hubiera nacido con estos rasgos... Pero sabia que era porque durante mi corta vida había tenido otra imagen de mí en el espejo. Mi madre y mi padre debieron ser tan apuestos...Ojalá tuviera en mi posesión una foto de ellos dos, desgraciadamente Caleb dijo que eso era imposible ya que las reglas en aquel entonces se les prohibía a cualquier ángel tener alguna fotografía que demostrara que hubiera estado en la tierra o con un ser humano.



#12181 en Fantasía
#26206 en Novela romántica

En el texto hay: angeles y demonios, de todo, amor

Editado: 13.08.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.