Me estaba tomando muy en serio lo del tiro con arco, había días en los que no podía dormir que iba a la sala de entrenamiento a practicar. Las primeras prácticas me habían costado lo suyo, pero trabajando duro había conseguido que nueve de cada diez flechas que lanzaba dieran en el objetivo. Con solo visualizar el lugar al que quería dar, la flecha acababa ahí, ni un centímetro arriba ni uno abajo. Lo había hecho de lejos, con el muñeco en movimiento, quieto...por lo que ya no tenía que estar entrenando todos los días y podía descansar aunque fueran un par de horas, que era lo que entrenaba con la arma.
—Canalla —le tiré un cojín que había en el sillón de al lado mío, pero él lo cogió al aire.
—Impetuosa.
—Prepotente.
—Me dicen cosas peores, princesa —colocó sus pies cubiertos por unos calcetines negros «como su corazón» sobre la mesita del salón.
—¿Se puede saber por qué estáis discutiendo esta vez? Ya van dos veces en lo que llevamos de día —intervino Caleb como las otras veinte veces en el último mes.
—Kim y yo estábamos viendo la televisión tranquilamente y ese energúmeno se apropió del mando y cambió de canal —le acusé y el pelinegro se echó a reír falsamente.
—¿En serio? Pareces una niña pequeña chivándose a su madre —Caleb puso los ojos en blanco como siempre que le decíamos lo que pasaba.
—Kim, vayámonos, esto puede llevarles tiempo hasta que lo solucionen —oí decir al ángel y mi amiga se levantó del sofá, me pidió perdón con su mirada y se fue junto al chico.
No era justo, en estos casos Madi me hubiera ayudado, seguramente no de la manera que querría, pero lo hubiera hecho. En cambio Kim se iba y me dejaba que solucionase el problema por mis propios medios. Como si con este simio se pudiera conversar.
—Dame el mando —me interpuse entre la televisión y él para taparle la visión. Extendí la mano para que me lo devolviera.
—Está bien, toma —lo acercó, pero antes de que lo pudiera coger lo apartó —. Te lo creíste —se echó a reír. «¿En serio se cree gracioso? Hasta una tortuga tendría más gracia que él» me dije a mí misma.
—No te aguanto, a tu lado Yumi es más hombre —le fulminé con la mirada y me fui alejando en dirección a la puerta.
—El odio es mutuo, princesa —cabreada le mostré el dedo de en medio.
Entré al comedor a paso rápido y abrí las puertas de la cocina de golpe, estas dieron a la pared y Sandy y Eros se me quedaron mirando sin entender nada. Evité los saludos, solo cogí una cacerola y me acerqué al grifo en el que estaba Eros lavando los platos. Él se apartó con un plato sucio en la mano y comencé a llenar el cacharro.
—Ahora va a saber quién es Selina Devine, a la siguiente se va a pensar mejor con quien meterse —mascullé y comencé a reírme como si fuera la mala de alguna película. Noté la mirada de Eros, le sonreí, me estaba observando con cara de "¿qué es lo que vas a hacer?"
Me despedí de ellos alegremente y seguí el pasillo que me llevaba al salón, tuve que ir despacio para que el agua no se saliera. Conseguí llegar sin derramar ni una gota, Mikkel seguía en el mismo sitio, viendo boxeo. Avancé de puntillas hasta él y elevé la cacerola sobre su cabeza en cuanto le tuve a la mínima distancia.
—Eres cabezota eh, te dije que no te daría el mando —antes de que se girara y averiguara mi plan, derramé todo el contenido del cazo sobre él, ¿lo bueno? El mando descansaba ahora sobre el suelo, ¿lo malo?
—¡Dónde está mi ángel de la guarda cuándo lo necesito! —exclamé a la vez que corría por las escaleras con Mikkel persiguiéndome.
—De nada te va a servir que llames a Caleb, de esta no te libras, princesita.
Shadow apareció ante mis pies haciéndome caer al suelo después de un intento de tambaleo por intentar no pisarle, este salió corriendo del susto. «Al menos no le pisé» me hubiera sentido como un monstruo si mi pie hubiera tocado el mínimo pelo de su gordo cuerpo.
Me incorporé, pero en un intento de echar de nuevo a correr, me di cuenta de la figura musculosa y alta que estaba ante mis ojos. Mikkel tenía los brazos cruzados, tanto la camisa como los pantalones de su pijama se le pegaban a la piel...y no tan piel. Podía sentir como la temperatura se extendía por toda mi cara, tragué saliva y miré hacia arriba para disimular que no había visto lo que se le estaba marcando. Su cabello chorreaba, las gotas se deslizaban por la tez tostada de su rostro divinamente definido, este hombre tenía que ser un ángel, si no, no podía explicar tanta belleza. Caleb también era atractivo, pero Mikkel era el típico hombre que toda mujer querría tener en su cama al menos una vez en su vida, aunque si se tratara de mi amiga... no me atrevía ni a pensar en lo que haría.
—Solo fue una bromita de nada hombre —le sonreí mostrando los dientes como hacían los niños pequeños cuando querían parecer buenos después de hacer la peor trastada de sus vidas.
—¿Sabes qué pasa? Que yo no suelo perdonar tan fácilmente —entonces se agachó y me cogió como si fuera un saco de patatas.
—¡Mikkel, por tu vida suéltame!
Empecé a darle patadas y puñetazos como si la vida me fuera en ello, subió las escaleras conmigo encima y por el camino nos encontramos con Eros y Kim, ambos nos siguieron para ver que pasaba. Les saqué la lengua por no ayudarme. Cansada de pegarle, apoyé mi codo en su espalda y mi barbilla en la mano, si lo que me estaba era dando un paseo, la verdad no se estaba tan mal, pero fue llegar al cuarto piso y gritarle varias obscenidades al saber dónde íbamos. Abrió la puerta que daba a la piscina y comenzó a andar hacia ella.
—No serás capaz, Mikkel... ¡Mikkel! —grité en el aire antes de caer al agua.
Una idea apareció en mi cabeza, comencé a hundirme aposta en el fondo de la piscina, moví todas las extremidades de mi cuerpo para hacer burbujas y hacerle creer que me estaba ahogando, el idiota tardo tanto en tirarse al agua que por poco la broma se fastidiaría, pero al final hizo de socorrista y se lanzó. Al verlo en el agua metido me puse en pie, ¿en serio había caído? ¿No sabía lo que había de profundidad?