Selina

24°

Los días pasaron sin ningún tipo de incidente, pero no había podido pegar ojo en toda la noche ya que en cualquier momento mi tía aparecería por la puerta del castillo. La emoción me arrebató las ganas de lanzarme a la cama y tomar una siesta de al menos siete horas, también habían ayudado las tres tazas de café de hacía unas horas.

Mikkel se había encargado de ir a buscarla, pero la demora se me hizo eterna, llevaba fuera como cuarenta y cinco minutos y tan solo tardaba unos segundos en teletransportarse, más el tiempo en llegar con la barca. Tenía agarrado de la mano a Caleb, ambos estábamos esperando en la entrada con impaciencia a que Sharon apareciese.

—¿Nerviosa?

—¿Estás de broma? Tengo tantas ganas de verla que si no aparece me da algo —me encontraba dando pequeños saltitos en el sitio.

La puerta principal se abrió, Mikkel entró seguido por el cabello corto y canoso de mi tía, era tan bajita al lado del muchacho que parecía una niña pequeña. En cuanto atravesó la enorme puerta solté la mano de Caleb y corrí hacia ella, esta soltó su maleta al suelo e hizo lo mismo, ambas nos fundimos en un abrazo que casi nos llevó al suelo.

—Te he echado mucho de menos, tía —la abracé más fuerte y las lágrimas recorrieron mi rostro.

—¡Ay mi niña, yo también! No había ni un día en que la preocupación por ti no transitara por mi vieja cabeza.

—Sharon —la voz de Caleb me hizo separarme de ella.

—Muchacho, espero que me la hayas cuidado bien —indicó con voz seria.

—No te voy a mentir, tuve ayuda, ya os conocéis, él es Mikkel —señaló a su amigo y mi tía echó una ojeada al chico que tenía al lado —. Si me acompañas te enseñaré tu habitación.

Antes de que Caleb y Sharon me dejaran a solas con Mikkel, fui tras ellos. Llevaba los últimos dos días esquivándole por lo del beso, él intentaba acercarse a mí y hablar, pero yo no le hacía ni caso, era demasiado mala ocultando cosas y se acabaría dando cuenta de lo que podía llegar a sentir por él.

Caleb asignó a mi tía una de las habitaciones de invitados del final del pasillo del segundo piso, donde nosotros teníamos las nuestras. Cuando el ángel se fue me quedé a solas con ella en la habitación, esta era parecida a la mía, solo que no tenía baño, por lo que tendría que ir al que había el lado de la puerta de Eros y Yumi.

—Y dime, cariño, ¿qué tal estás aquí? ¿Te cuidan bien, comes bien...? —preguntó con interés mientras sacaba las cosas de la maleta.

—Es increíble vivir en un castillo y más cuando eres una persona apasionada de esas épocas. Ya sabes con caballeros, reyes...

—Lo sé, parece que fuese ayer cuando te contaba historias y leyendas de esos siglos antes de dormir. Que rápido pasa el tiempo, mi niña.

—Y me tratan bien, tardé un poco en conseguir caer bien a Mikkel, y aún estoy en ello con Eros, es uno de los niños Nephilim que viven aquí. Además, tanto él cómo la abuela Sandy cocinan de muerte.

—Me alegro, cariño. Pero lo más importante es... ¿qué tal con tu nueva vida? —añadió queriendo oír la verdad.

—Desde que Caleb me dijo lo que realmente soy, lo he intentado sobrellevar, y más al darme cuenta de que no era ningún tipo de sueño. Por una parte se me hacía raro todo esto y aún me pasa, pero por otra, era como que en realidad dentro de mí sentía que era diferente, que no era humana. Gracias a los chicos aprendí a luchar y he matado a varios demonios, sentí como si desde siempre lo hubiera hecho.

—Sabes que yo... —comenzó a decir y se sentó en la cama, sabía a lo que se refería.

—Sí, era extraño que mi madre tuviera parte Nephilim, Caleb me dijo que alguien de la familia debía serlo, supuse que eras tú, eres la tía de mi madre. Y aunque fueron muchas las cosas que me dieron una pista sobre ello, el que tu físico se mantuviera intacto en dieciocho años me lo aclaró.

En realidad Sharon no era mi tía directa, si no la tía de mi madre, por lo que para mí era mi tía abuela, pero yo la llamaba tía. No me sorprendió mucho el descubrir que ella también era una Nephilim, como mencioné, desde que Caleb me dijo aquello de mi madre, yo ya me olía algo.

—Bueno, me alegro que ya sepas luchar y defenderte y más con esos monstruos sueltos.

—¿Podré volver a Detroit? —solté de golpe.

—Eso debe verlo Caleb, por mí te tendría de nuevo en casa, pero no quiero que te pase nada.

Siguió guardando la ropa en el armario, yo me senté en el suelo y suspiré.

—No soy una niña, ya sé a lo que me enfrento, no podéis tenerme aquí toda la vida, que no sea humana, no significa que no pueda tener una vida como una. Quiero trabajar, salir de fiesta con Madison, todo lo que haría una persona normal.

—Pero no lo eres —replicó y cerró las puertas de madera —. Seres celestiales y Nephilim nacimos para proteger a los humanos de los seres de la oscuridad, no podemos distraernos yendo de fiesta o cualquier otra cosa que hagan los mundanos, nuestro deber es aprender a combatir y matar demonios, eso debes hacer tú.

No llevaba ni una hora aquí y ya me estaba diciendo cosas que me sacaban de quicio. ¿Entonces no podría volver a Detroit para ser una chica normal?

—¿Tú luchabas?

—Claro que sí, hasta el momento en que te trajeron, en ese instante mi único deber era protegerte y criarte como cualquier niña mortal. Y lo conseguí, creciste siendo una preciosa niña, fuerte y valiente, creo que demasiado valiente —ambas nos echamos a reír. Mi valentía me había llevado a muchos problemas, como por ejemplo a casi ser devorada en aquella casa el día de Halloween por un demonio.


 

Enseñé a mi tía todo el lugar y a las personas que vivían en este, como supuse, Sandy y Sharon congeniaron a la perfección. Fue presentarlas y a los cinco minutos me las encontré en el salón tomando un café mientras veían en la televisión una telenovela y charlaban de las cosas que habían hecho hasta el día de hoy como si se conocieran de toda la vida.



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En el texto hay: angeles y demonios, de todo, amor

Editado: 13.08.2021

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