Lisbeth manejaba el camión, hacía una hora cuando había recobrado completamente sus sentidos se había percatado del rostro cansado de Jeremy. Iban hacia el norte, eso había sido todo lo que Jeremy le había dicho de dirección cuando estaban intercambiando de lugar. Él apenas si había respondido, aunque Lisbeth había querido indagar sabía que no le respondería. El silencio gobernaba, pero la mente de Lisbeth estaba fija en la carretera. Hacía unos kilómetros se había fijado que el camión se estaba quedando sin gasolina, por más que buscara sitios en los que existiera la posibilidad de que hubiera gasolina no los encontraba. Lisbeth no tenía problemas en caminar, ya se había acostumbrado a hacerlo, el problema que la fatigaba eran las chicas. Sabía que el trabajo más difícil erradicaba en llevarlas a todas al mismo ritmo y sin escuchar tantos quejidos. Distraída Lisbeth se detuvo a un lado de la carretera mientras suavemente se bajaba y habría las puerta de atrás del camión, casi todas le miraron mal, molestas podía ser. Ella creía que era la hora de que caminaran un poco en busca de algún baño, así le gustaba decirle formalmente a cualquier lugar para hacer las necesidades.
— ¿Dónde está Jeremy? —Preguntó Danna con el entrecejo fruncido.
Lisbeth bostezó mientras miraba la carretera distraída.
— Le maté, ahora seré su proxeneta—sonrió divertida.
Inmediatamente algunas empezaron a llorar, Lisbeth las volteó a ver aún atónita. Quería preguntar si en serio lloraban por eso pero la respuesta iba a ser más decepcionante que formular la pregunta, suspiró pesadamente mientras maldecía para sus adentros.
— Está durmiendo—dijo finalmente a regañadientes—. Ésta es su hora de descanso, si están en peligro gritan y yo iré. Manténganse cerca del camión y vayan grupos de a 10 donde sea que quieran desplazarse.
Danna miraba a Lisbeth con odio, no quería que ella le diera órdenes desde el primer momento en que la escuchó hablar. Ayer había aceptado que el plan de que ella hizo en acotación al ya establecido de Jeremy parecía ser mejor, pero había declinado ante la idea de buscarla cuando Jeremy se lo había comentado. No quería que ella se uniera a ellos y peor aún, no quería que él se fijara en la chica pálida que ahora parecía tener las mejillas rosadas y su tono de piel eran casi del mismo rosado que de sus mejillas. Había advertido aquella mirada que Jeremy le había soltado a Lisbeth cuando la había visto antes de que desapareciera entre ellas, al amanecer las había despertado y le había negado a Danna que se sentara delante con él, el rubor provocado por la furia había corrido en la cara de ella al lanzarle una mirada fulminante a Jeremy. Por el contrario de ella, él le había sonreído como respuesta mientras cargaba a Lisbeth y la colocaba en el lugar donde ella había estado antes de bajarse del camión para entrar al supermercado. Cuando éste le había preguntado algo por última vez, Danna se encogió de hombros mientras infantilmente se marchaba enojada, quería que él se diera cuenta de su enojo pero él a penas si se había limitado a prestarle atención mientras discutía con él. Ahora estaba segura de que no dejaría que Lisbeth pasara más tiempo a solas con él y menos tenía ganas de que él continuara adelante con ella.
— Aquí tú eres otra de nosotras ¿de acuerdo? El único que va decidir qué hacemos es Jeremy, si las chicas se quieren dispersar lo hacen.
Lisbeth reconoció el tono peculiar que ella había utilizado para hablarle, era uno herido. Probablemente él la había desplazado, supuso ella y quería atacarla para sentirse superior. Lisbeth sabiendo que podía hacerle enojar aún más, había decidido sonreír como respuesta. Danna que ya parecía estar enojada, algo se había encendido en su interior al verla con aquella sonrisa llena de malicia. Aunque en realidad, Lisbeth simplemente había sonreído como burla a ella, no tenía idea de que aquella chica se iba a acercar a ella para intentar golpearle. Rápidamente esquivó el golpe tratando de ser lo menos brusca posible, sabía que si le esquivaba con lo que ella creía que era su fuerza normal podría romperle algo. A pesar de los intentos fuertes de Lisbeth, escuchó cómo algo se rompía (con suavidad) en la mano izquierda de Danna, ella sin pensarlo gritó adolorida mientras sollozaba y se había lanzado en el piso del camión. Lisbeth no pudo evitar sentirse culpable, se acercó rápidamente tratando de averiguar qué había sido el sonido, Danna en un murmullo débil le dijo que no le tocase. Todas las chicas miraron mal a Lisbeth mientras le decían que lo buscara, ella sin poder negarse se fue y abrió la puerta para despertarlo.