Señor L.

CAPÍTULO 1.

19 de julio de 2021. 9:13 pm

Hace 10 días, había empezado a escribir esto, sin embargo, no encontraba el documento y mis sentimientos fueron cambiantes, más no podía olvidar la introducción que había elegido.

La vida muchas veces está compuesta de momentos efímeros.

Una historia común para una chica común, un primer encuentro y una historia muy intensa… o al menos lo fue para mí.

Señor L., cuando lo conocí, hace más de un año, me repetía constantemente algo: No debía enamorarme; y cuando dije eso, realmente no lo quería. Al instante que se cruzó en mi vida, algo muy extraño me ocurrió ya que no había experimentado esa faceta que, gracias a usted, estaba explorando y era ese momento repentino de coquetería que citaré textualmente:

Señor L.: Helen es la infiltrada.

Helen: En tus sueños bebé

Señor L.: También ahí te infiltras, mor.

Muy raro ¿no? Pensar que nuestro primer encuentro fuera de esa manera, más ¿alguien estaba obligado a cumplir con los estándares de normalidad impuestos por la sociedad? Realmente, si lo hace, es porque así lo desea.

Conversábamos de manera espontánea un par de veces más, probablemente a estas alturas no recuerde nada, pero hay una ocasión, en la que salía de mi casa y vi su mensaje:

Señor L.: ¿Cómo te fue en el parcial?

Dígame, ¿por qué quería saber eso? No éramos los amigos más cercanos ni tampoco éramos compañeros unidos, pero me dio su atención y mientras escribía esto me seguía preguntando el motivo de aquel suceso.

Luego de pasados algunos meses, un hombre comenzó a acosarme y nunca tuve la oportunidad de contar cómo ocurrió todo, pero hoy, intentaré hacerlo.

En mi casa, no contaba con el internet para recibir clases en línea, por lo que, de cierta materia, tenía que recibir las sesiones sincrónicas con datos móviles de mi celular lo cual hacía muy difíciles las cosas. En un intento por mejorar mi situación, comuniqué en el grupo de WhatsApp de esa cátedra si alguien deseaba ayudarme y apareció este sujeto que muy amablemente dijo que podría pasarme sus anotaciones de clase; a lo que acepté. El nombre de este tipo, era Julio Edgardo Guerra Sigüenza.

Pasados los días, seguía con publicaciones de cosas personales en mi perfil y no tenía la madurez necesaria como para publicar situaciones con coherencia. Este hombre, tuvo el interés por contestarme, a lo que hablábamos más seguido, pero algo andaba mal, ya que empezó el acoso de su parte y las múltiples señales que me indicaban que sus intenciones no eran buenas.

En ese mismo rango de tiempo, mis calificaciones habían disminuido considerablemente, por lo que recibí una reprimenda de parte de mis papás donde me exigían mejorar. A cambio, yo solicité una modificación al número telefónico que tenía, a lo que ambos progenitores, aceptaron sin refutar.

La noche que hice el cambio, le di muchas vueltas a la idea de informarle sobre lo que hacía, donde al final, quizás falló mi lado racional y tomé el coraje de enviar ese mensaje, a lo que su contestación fue simple:

Señor L.: Anotado Helen.

Pasado eso, tenía parcial de física, en el que sí había estado estudiando y me sorprendió ver que el texto de una noche antes, sirviera para que usted me escribiera en la mañana ¿Lo recuerda? Fue la segunda vez que me apoyaba y la segunda vez que me ofreció su ayuda.

Comentó que necesitaba algunas respuestas, no inició el examen a tiempo, ya que no controló su sueño y se quedó dormido más de lo que debería. En ese mismo momento, concluí que era una persona dormilona, pero, a la vez, con la capacidad de no dormir y estar completamente lúcido al día siguiente.

¿Mencioné que no quería sentir una atracción hacia usted? Bueno, esa misma mañana tenía muchas ansias de por fin ver su rostro, a lo que indirectamente le pedí una foto de su cara, lo cual me dejó consternada por sentir un leve recuerdo de haber visto su imagen con anterioridad en los pasillos de la universidad mientras se realizó el curso de admisión. No iba a negar que, en mis estándares de belleza, quedó inmerso debido al alto atractivo que miraba en su persona.

No hablé mucho sobre el ser que decidió acosarme, aunque mencioné algunos elementos que permitieron que ofreciera su colaboración para librarme de él, por lo que mi cerebro decía ¿Por qué? ¿Por qué actuar así?

Pasó casi un año, y por fin podía entender que era parte de su forma de ser, así de especial era y fue ahí cuando noté que su personalidad, simplemente me encantaba.

Al saber, que físicamente también sentía atracción y no solo por su manera de actuar, decidí por fin hablar de mis sentimientos con la única persona con la que conté en esos meses, a quien llegué a considerar una de mis mejores amigas. Ella aseguró que sería bueno arriesgarme a pesar de los antecedentes amorosos que yo poseía.

Aún con eso, estaba segura de que solo era amable (al menos estaba conforme con eso de manera inconsciente) y que no debía encender una hoguera, dónde un leve rocío mojaba las esperanzas de un futuro.

Seguía pasando el tiempo y mis ganas de querer llegar a su corazón iban en aumento, y a causa de que no tenía una excusa coherente para nuevamente saber de usted, simplemente dejaba que se consumieran los segundos.




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