Señor L.

CAPÍTULO 10.

30 de septiembre del 2021. 10:18 pm

Narrador omnisciente.

Con lágrimas en los ojos ella observó todas las páginas que había escrito, habían pasado casi 4 meses desde que su mamá se había ido a un lugar mejor y ella seguía sin superarlo, había sobrevivido un par de meses gracias a alguien: El Señor L.

El 18 de septiembre había sido la última vez que supo algo de él, no quería que él se hiciera ilusiones sobre su futuro, no quería que creyera en ella. Por eso, en un libro, decidió confesarle toda su vida para que, cuando no estuviera, fuera capaz de verla con brillo y con amor a través de sus letras.

Tomó todo el texto y fue a imprimirlo, fingía estar bien para que nadie sospechara lo que estaba a punto de hacer. Luego, puso una dedicatoria que fue una de las cosas que la alegró en sus últimos momentos.

Fue lo que más amé, gracias por darme los mejores meses de mi vida, si existe el cielo o el infierno, o si los espíritus vagan en el mundo, usted será el único recuerdo que no me dolerá.

Luego, al llegar a su casa y ver la creación en sus manos no pudo evitar un sollozo… realmente él le había devuelto la luz en todos los sentidos, la hizo sentir amada, la hizo sentir lo mejor del mundo, la hizo sentir como una maldita supernova, la hizo sentir como la explosión de estrellas que los humanos no hubieran visto jamás.

En ese momento mandó un texto a sus amigos, todos los textos eran iguales: Te Quiero Mucho, Gracias por tu amistad, me diste algo bonito que recordar y hoy quiero que sea memorable.

Al instante empezó a recibir llamadas, pero apagó su celular y fue corriendo a abrazar a su padre, le recordó cuánto lo amaba y le dijo que pronto todo estaría mejor, que el sufrimiento que cargaba el corazón de ambos pronto cesaría, su padre le dio un beso en la mejilla y le afirmó que así sería.

Vio a su hermano mayor, pudo verlo a los ojos y lo abrazó como nunca lo había hecho, le dijo que todo iba a estar bien y que, sin importar la situación, siempre se iba a sentir orgullosa de todo lo que él lograba gracias a su esfuerzo.

Por último, su hermano menor apareció en la escena, ella lo vio y soltó el llanto que estaba resguardando desde hacía varios días, lo abrazó con mucha fuerza y le aclaró que los ángeles a veces no son espíritus, son seres de carne y hueso que deben marcharse, él la miró confuso y ella lo aprisionó más contra sus brazos, susurró un lo siento y se marchó corriendo.

Llegó a su habitación y observó la navaja sobre su cama, observó la tina llena de agua y por último vio los aparatos eléctricos que hundiría con ella. Estaba por fin lista para marcharse.

Sobre su escritorio dejó ese maravilloso libro junto a una nota Cuando lo encuentren, envíenlo a su dueño y háganle memoria que gracias a él resistí un poco más.

Notó todos sus escritos en una esquina y respiro hondo, se sentó en la cama donde había estado llorando noche tras noche y con la ropa que su mamá le regaló en su cumpleaños 18, por fin puso la navaja sobre sus muñecas haciendo un corte profundo que dejó a la vista el hueso del brazo. Posteriormente, se metió dentro de la tina junto a los aparatos y encendió el interruptor, fueron los 10 minutos más largos, pero extrañamente, fue hasta ese punto que sintió que su vida se había vuelto por fin un poco ligera.

Tomó un lapso de 6 horas para que su familia la encontrara, había decidido suicidarse por traumatismo. Era la muerte más dolorosa que un humano puede experimentar y ella lo hizo.

El primero en verla inerte fue su padre que se desplomó al ver toda la sangre alrededor, sabía que había llegado tarde y en un grito soltó todo el dolor que nuevamente lo invadía, llamó a emergencias y sus hermanos se asomaron a la habitación.

Llegó la ambulancia, el doctor no tardó ni 30 segundos para determinar que no se podía hacer nada, que ella… había muerto. Su familia sabía que estaba mal, que tenía depresión, pero no creyeron que el impacto sería tan grande.

El funeral fue una tortura, ella había dictado que quería una cremación y eso obtuvo, un jarro de un color rojo vivo decoraba la sala mientras el llanto inundaba el eco de los sonidos, el padre estaba triste, pero sabía que las cosas debían ser así, que de esa manera tal vez ella iba a sentir paz.

Sus hermanos no podían ocultar el dolor, una parte de su corazón había muerto junto a su hermana, esa que les daba razones para sonreír, pero que para ella misma nunca las tuvo.

Sus amigos lloraban, sus mejores amigos no se lo creían porque ella siempre parecía estar bien, no tenía sentido, más en el fondo, todos lo veían venir. Junto al jarro de las cenizas, se encontraba una fotografía de ella junto a su madre, dos gotas de agua que seguramente estarían juntas, nadie le advirtió al mundo todo.

Luego de viajar todos a su playa favorita y esparcir las cenizas, decidieron colocar una placa junto a la de su madre en el cementerio, porque un solo lugar que visitar no bastaba. Ella merecía que el maldito universo la recordara.

 El hermano mayor encontró el libro y comenzó su lectura, sabía que no tenía derecho, que no lo debía leer, pero había más preguntas que respuestas, más nunca quiso leerlo completo, porque ella se había marchado y lo que importaba, era que estuviera descansando, había sufrido demasiado en vida como para recordarla con dolor.




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