Odio a Augusto con todo mi ser, es despreciable, de no haber sido por él no habría recibido esa paliza, aunque gracias al marqués me salve de quedar aún más dolorida, el señor Ivorra me juro que a la próxima me podría la gargalheira y me aterra, sinceramente, me aterra.
Termino con la ropa y la tiendo, culmino mis labores para las 5 y entro por última vez a revisar a María Catalina.
Álvaro y Maximiliano entran correteando y les pido silencio para que no despierten a su hermanita, Maximiliano se asombra al verme y me pregunta:
-¿Te gopeaste ahí ana?
Álvaro me mira y se fija mejor, abre la boca en una O y espera mi respuesta sonrío para mis adentros, son tan inocentes que no se imaginan que su padre es quien hace esto.
-Sí, Maxi. – respondo.
-¿Te ruele? - su forma tan chistosa de hablar me provoca querer reír pero me contengo.
-Un poquito- susurro para evitar despertar a María Catalina. El se acerca y me da un besito en donde me pegaron.
-¿y aoda?
-Mucho mejor- afirmo y Álvaro y Maximiliano sonríen.
-NEGRAAAA- el señor Ivorra me llama y hago que Álvaro y Maximiliano salgan de la recamara para que no despierten a su hermana, y salgo tras de ellos yo también.
-¿Qué necesita señor? – inquiero.
-Te ha venido a buscar el marqués, lárgate si terminaste.
Asiento y salgo apresurada del lugar.
Veo al marqués un poco retirado viendo unos árboles y me acerco hacia él, el señor Ivorra lo despide con un ademán de mano y una sonrisa, pero no veo que él se sienta tan animado.
Al divisarme, hala su caballo y hace un gesto incómodo.
-¿Te sientes en condiciones para trabajar?
Dudo en responder.
-Claro, siempre debo estar en condiciones.- resoplo sin que se de cuenta.
Me mira expectante y acomoda a su caballo.
-Yo mmm... aún no he podido acomodar la ropa que me he traído desde España, espero puedas ayudarme con esa labor, si no...si no te molesta.
Asiento repetitivamente.
-Gracias- sonríe y sube con elegancia a su caballo mientras yo empiezo a caminar.
-¿A dónde estás yendo?
Me paro en seco.
-¿A dónde se supone que va usted?- pregunto desorientada.
-A mi alojamiento.- dice con un tono obvio.
-Pues yo también.-devuelvo.
-Ya. Me refiero a que ¿a dónde estás yendo a pie? Súbete- palmea el asiento tras de él y frunzo el ceño en respuesta, había conocido españoles que estaban locos pero como este, jamás.
-Ya deje de bromear y vámonos antes de que caiga la noche- murmuro.
-¿Quién te ha dicho que estoy bromeando Ayana? te estoy pidiendo que te subas el lugar queda un poco retirado y no concibo la idea de que habiendo espacio debas caminar, súbete antes de que se haga más tarde -Insta.
Me quedo en el mismo lugar inmóvil pensando en que tal vez se está mofando de mi, los españoles jamás pondrían a un negro en sus caballos.
-Ayana- Menciona con una voz más gruesa, esta vez como una demanda- A H O R A.
Espabilo y como puedo subo al caballo, intento no lastimar mis piernas pero es en vano, mis ampollas se han pegado de la silla de montar y suspiro fuerte apretando mis ojos.
-¿Todo bien? – pregunta.
-Sí, si claro, señor.
Gira el rostro para verme como esperando que haga algo en especifico, yo quedo como desentendida y él da una sonrisa cansada sosteniendo uno de mis brazos y poniéndolo en su cintura.
-Sostente ahora con el otro- pide- si no te sostienes de mí, te vas a caer, espero que hayas aprendido todo para la próxima vez que tengamos que montar.
Me siento un poco cohibida cuando el caballo empieza a marchar y veo toda la hacienda, montar a caballo es algo, ¿cómo describirlo...? el aire en tu rostro, los incesantes saltitos y el sol ocultándose dan el escenario perfecto, me pregunto si esta es la vista que tiene la dicha de contemplar ellos, los árboles se elevan hasta
los altos cielos y el suelo desde aquí no se ve tan sucio, diviso en el camino algunos españoles de la hacienda asombrados por ver a una negra a caballo con un español y no cualquier español, un marqués, no los juzgo, yo también estoy asombrada.
Me pierdo un poco entre mis pensamientos y siento que si la libertad supiera a algo en específico, fuera a una tarde con la brisa en tu rostro montando a caballo,
Me gustaría ser libre, tener los privilegios que tienen ellos, andar segura como ellos, como si fuese la dueña de la tierra en la que piso, a veces me gustaría ser una de ellos, no es que no me sienta orgullosa de mi raza, pero comparar mi vida con la de ellos, mis libertades con las de ellos, es deprimente, es deprimente porque ellos lo tiene todo permitido, nosotros no.
El caballo frena de golpe trayéndome a la realidad de nuevo, el marqués se baja en un abrir y cerrar de ojos y me quedo un poco desconcertada, ya no sé cómo hacer cualquier cosa sin lastimar mis piernas.
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Editado: 23.12.2023