8. Derrumbe.
Tenía que devolvérselo, pero pensar en ir nuevamente a su oficina me volvía loca. No quería estar nuevamente a su alrededor, estar cerca de Amir era simplemente peligroso, me envolvía con aquellos ojos grises que para mí era terriblemente imposible mirarlo sin que un nudo apretara fuertemente mi estomago y me impidiera respirar como si algo estuviese apretando mi garganta con fuerza, estar frente a él una vez más en esta semana simplemente no era una opción.
Tal vez debería tirarlo y alejarme de esta maldición que era Amir Cromwell. O tal vez dejárselo a la recepcionista para que entendiera que debía dejarme en paz. Nunca estaría con él, no me estaba librando de Hazel para caer en un océano más profundo que él. Nunca.
Nunca digas nunca. Su ronca voz susurrando aquellas palabras mientras lo tenía cerca de mi rostro, ocasionaba que todo en mi interior se revolviera, y recordar justo ahora eso, no me hacía para nada bien.
– Dina, te comerás el borrador si sigues mordiéndolo de esa manera.
Di un respingo ante lo distraída que había estado al no haber escuchado a Elena llamarme. Aparté el lápiz que tenía entre mis dientes con clara confusión, ni siquiera me acordaba cuando lo había tomado.
– Estaba distraída.
Tan distraída que ni siquiera me había dado cuenta que la clase ya había terminado si no fuera porque el profesor acababa de salir del salón. A este paso no podría culminar mi carrera si seguía sin prestar atención a las clases.
– Supongo que ya te enteraste. Estas enfadada, lo entiendo, si yo estuviera en tu lugar también lo estaría.
La miré confundida. Olvide mis distracciones y me centré en Elena, girándome en mi asiento para verla completamente.
– ¿De qué estas hablando?
Ella me dirigió una mirada de compasión, como si pudiese ver mi futura reacción con solo imaginársela.
– Creí que ya lo sabías.
– Tarde o temprano lo sabría, Elena, así que no andes con rodeos y dímelo de una vez.
Ella suspiró, se apartó su cabello castaño que le caía por sus hombros hacia su espalda, acercó su silla hasta pegarla con mi pupitre para que nadie escuchara nuestra conversación.
– Ese día, Amanda organizó una fiesta para Hazel, no sé porque no lo supiste, has estado muy distraída últimamente Dina y yo no había encontrado el momento para decírtelo. Ya sabes que esa chica siempre ha tratado de hacerte la vida imposible desde que llegaste, de seguro fue ella quien te envió una foto para hacerte sentir mal, lamento por no enviarte un mensaje de texto.
– Dije que lo dijeras sin rodeos, Elena.
Elena desvío su mirada de la mía. Tal vez su habladuría se debía a que no sabía como decirme lo que quería.
– Para serte sincera no asistí a esa fiesta. ¿Lo sabes, no? Puede que no seamos las mejores amigas pero no podría ir a sabiendas de lo mal que te dejaría al saber que Hazel es un idiota total y que no puede cambiar de la noche a la mañana. Lo que he escuchado son solo rumores.
– Entonces dímelo, Elena – pedí con insistencia, aquella espera me estaba poniendo nerviosa.
– Todos dicen que Hazel se a enamorado, esta vez en serio.
Mi expresión de confusión se mantuvo ahí. Estupefacta. Sintiendo como mi cuerpo entero hormigueaba ante lo mencionado.
– ¿Qué? – pregunté sin poder creerlo. Nada tenía sentido. Ninguna palabra que Elena había dicho tenía sentido, Hazel jamás se enamoraría de Amanda, él siempre juega de esa manera con ella pero jamás la tomaría en serio.
– Hazel no puede estar enamorado de Amanda.
Elena negó con la cabeza.
– No estoy hablando de Amanda. Hay una chica nueva en el instituto, todos hablan de ella, tal vez lo pasaste por alto porque has estado concentrada en otras cosas. Se llama Alina Becker y es de la facultad de enfermería, es una chica bonita, tiene embobados a la mayoría de los chicos del colegio aunque no es tan bonita como lo eres tu amiga, ¿quién podría compararse con la belleza de Dina Soler? Al menos en todo Risten, no existe alguien que pueda hacerte competencia.
Me esforcé en sonreírle, sabía que Elena trataba de aligerar el ambiente al decir aquello pero sus palabras bonitas no podían disfrazar del todo lo que vendría. Mi corazón latía rápidamente, no sabía si estaba preparada para escucharla.
– ¿Es ella? ¿La chica de la cual Hazel supuestamente se enamoró? – pregunté impaciente. Elena asintió, mirándome en la espera de mi reacción.
– Todos dicen eso. Dicen que Hazel la miró de manera diferente y que incluso la trato diferente al resto, todos hablaban de esto el día de ayer, incluso del porqué de tu ausencia.
Por supuesto, para todo el instituto yo solo era un chiste, alguien de quien podrían reírse solo por soportar cada uno de los desprecios de Hazel y aún así aferrarme a él, incluso yo me reía de mí misma.
– Gracias, por decírmelo – murmuré a duras penas. Sentía que el nudo en mi garganta crecía con cada segundo que pasaba y solo quería que las horas pasaran demasiado rápido y estar de vuelta en mi casa.
Afortunadamente mis plegarias parecieron ser escuchadas. Las clases habían pasado rápido hasta que el timbre del receso sonó, anunciado nuestra libertad de cuarenta minutos que el profesor se animo a respetar al salir del salón a penas el timbre sonó, tal vez y él también estaba ansioso por irse.
Las miradas de mis compañeros se centraban en mí en cada momento, para después volverse hacia su acompañante y susurrar entre ellos. Estaba comprobado que Hazel me había convertido en el hazmerreír de todos, yo no era más que su fuente de diversión, de quien podrían burlarse y divertirse cuando el día se ponía aburrido. Pero ya no más. Ya no toleraría esto una vez más, aunque me doliera el corazón al escucharlos decir que Hazel se había enamorado de otra estando conmigo.
Salí del salón sin esperar a que Elena terminara de recoger sus cosas, solo escuchando que la esperara a mis espaldas, pero aún así no me detuve, sabía que él me estaría esperando afuera.
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Editado: 07.04.2022