Esa mañana me había levantado decidida.
Estaba decidida a confesar todo lo que pensaba e insistir a que me dijera la verdad de una vez por todas. Iba a atraparlo y no dejarlo escapar hasta que me dijera todo, pero al tenerlo de frente no pude evitar sentir miedo.
Tenía la respiración entrecortada y las pulsaciones al cien, el miedo me hacía hiperventilar. No le tenía miedo a él, si no a lo que iba a decirme. Había estado dándole vueltas a esto desde hace días, la duda seguía persiguiéndome y con cada día que pasaba el miedo se incrementaba. Una parte de mí quería seguir creyendo esa mentira y olvidar todas mis sospechas mientras las hundía el óceano de mis pensamientos pero sabía que no podía hacer eso, una relación no podía mantenerse de esa manera, no popía fingir que estábamos bien cuando nada estaba bien y había mentiras de por medio, estaría haciendo lo mismo que hice con Hazel y yo quería, y deseaba con todas mis fuerzas que Amir fuera diferente.
– Dina.
– ¿Si? – respondí después de salir de mis pensamientos y mirar fijamente sus ojos grises y como estos se oscurecían ante la poca iluminación de la habitación. Recién me había despertado y al parecer ambos éramos los únicos despiertos tan temprano en la mañana. Yo porque tenía que prepararme para ir a la universidad, pero él tenía sus propios motivos.
– ¿Qué haces aquí tan temprano? – pregunté nerviosa, rascando disimuladamente mi brazo izquierdo.
– Hay algo que tengo que decirte.
Mi corazón dio un vuelco al escucharlo decir aquellas palabras. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo hasta las puntas de mis pies, tragué saliva con dificultad, tratando que pasara mi saliva hacia mi garganta pero al parecer estaba tan nerviosa por lo que diría que hasta me había olvidado como se respiraba normalmente.
– Claro – me aclare la garganta ante lo débil que se había escuchado mi contestación – te escucho.
– Dije que deberíamos de empezar de nuevo pero aún no he hecho nada para remediar mi error, y quisiera comenzar a hacerlo hoy.
Tal vez debas comenzar con la verdad.
Es lo que quería decir pero mis labios se mantenían cerrados y no quería obedecer la orden que mandaba mi cerebro. Esa era la única solución para evitar que mi caída fuera tan fuerte, pero mi corazón y mi cerebro se mantenían separados entre sí, no lograban hacer las paces y buscar lo que sería lo mejor para mí, cada uno tenía razones distintas y mi tonto corazón tenía las esperanzas puestas en él, a pesar de que mi mente desconfiara.
– ¿Qué harás?
– Cinco citas – dijo con voz segura. Se mantuvo aún a una distancia prudente de mí mientras que desviaba su mirada al piso después de su propuesta.
Se rascó la nuca nervioso para después volver sus ojos grises hacia mí, observándome con aquella intensidad que me hacía temblar frente suyo.
– Solo tendremos cinco citas, si después de eso decides que no quieres quedarte a mi lado, entonces romperé el compromiso.
La miré confundida. Hace un par de días había ido a su oficina corriendo como si fuera la protagonista de algún drama de televisión a confesar mis sentimientos, y él me decía esto recién. ¿Qué estaba planeando?
– ¿Qué- ?
– Soy demasiado egoísta, perdón, Dina. Recuerdo muy bien lo que dijiste ese día pero no puedes estar completamente segura si quieres pasar el resto de tu vida conmigo, nadie te pregunto desde un inicio si querías casarte, incluso yo no lo hice, pero ahora te estoy dando la oportunidad de hacerlo. En la quinta cita – se quedó en silencio un instante, mirándome fijamente con una expresión abrumadora – en nuestra última cita te diré todo de mí, absolutamente todo así que esa será tu oportunidad de alejarte, si decides irte después de eso, entonces lo aceptaré.
El color gris de sus ojos se hizo más claro después de que los rayos del sol se colaran por mi ventana, iluminando la habitación con su luz y acaparando todo a su alrededor incluyendo la luz artificial que provenía de la lámpara. Su cabello rubio se había tornado dorado como si hubiese absorbido la luz del sol. Su rostro se había iluminado, pero solo lo había hecho por la luz mañanera, no porque hubiese un sentimiento de paz dentro de él, en su lugar, había un caos. Había un debate dentro de él, peleaba consigo mismo, podía saberlo por el reflejo de aflicción que surcaba su rostro, pero no sabía si era por el amor que sentía por mí o por el dolor que le causaba mis sentimientos, tal vez estaba haciendo lo mismo otra vez, tal vez nuevamente era la única que sentía algo en esta relación y estaba apostando todo nuevamente para que finalmente terminara igual que cuando termine con Hazel.
No te hagas esto, Dina. No compares a Hazel con Amir.
Al final no dije nada.
Me quede en silencio hasta que bajamos al comedor a desayunar juntos. Los demás despertaron poco después y se incorporaron con nosotros.
– Hice una cita con la señora Bris Patrick para ver lo de los arreglos de la fiesta, es importante comenzar cuanto antes. Pasaré en mi coche por ti, Dina. Puede acompañarnos si gusta Regina – comentó amablemente la señora Lya, dejando la cuchara de sopa sobre la mesa de manera elegante mientras que se secaba los labios intactos con una servilleta.
– No es necesario, madre – interrumpió Amir antes de que mi madre contestara – Yo iré con Dina. Nosotros veremos los arreglos para la boda, no te preocupes por eso.
Ella lo miró ofendida mientras que pedía una explicación a través de sus ojos, pero Amir continuo comiendo con normalidad mientras evadía las miradas de su madre.
– Por supuesto. Supongo que ustedes deben de ir, es su boda después de todo – contestó al fin al no obtener la respuesta que quería, así que opto por lucir comprensiva.
Me giré a mi lado para ver el rostro sonriente y de suficiencia de mi madre. No hacía falta que ella dijera algo para saber que estaba complacida con la acción de Amir.
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Editado: 07.04.2022