Alika se sentía cabizbaja, había planeado con detenimiento todas sus vacaciones. Pasaría navidad con su padre, esposa y hermana pequeña en Palm Spring, luego iría a San Diego a pasar los días con su mamá la cual no veía mucho por la universidad.
Ahora todo se había arruinado.
Miraba la nieve caer y le daba tanto coraje que hubiesen cancelado su vuelo. Ella entendía que era culpa de la nevada, y que era por seguridad de todos los pasajeros, pero de igual forma, esa no era la manera en la que había ideado sus días libres. Se encontraba varada en Carolina del Norte, sola y sin conocer ni a un alma en todo ese lugar.
En el aeropuerto les otorgaron a algunos pasajeros habitaciones en hoteles cercanos, ella por su parte no fue tan afortunada, primero, no tenía tanto dinero para pagar alojamiento y segundo, se agotaron por las fechas. Así que les dijeron que debía quedarse encerrados en el aeropuerto a esperar a que todo pasara.
Esa no era una opción.
Así que tomó sus maletas y salió de allí, no tenían fecha para cuándo iban a estar listos para viajar, pero una tormenta de nieve estaba ahí fastidiándole la existencia. Así que saldría y respiraría aire fresco. Conocería una ciudad y lo guardaría en su álbum de recuerdos.
A mal tiempo, buena cara.
Siempre había sido una persona muy espontánea y activa, por lo que muchas personas enclaustradas en un mismo sitio, la matarían. Encontrarse con su propia miseria no estaba en los planes. Sobre todo en navidad, su época favorita de todo el año.
Las luces, los niños corriendo y los dulces, todo era hermoso. No había días más bonitos que esos. Desde pequeña siempre esperaba con ansias la llegada de la navidad y esta no sería una excepción.
Tenía una única maleta y ahí llevaba el regalo de sus padres, había tomado algunas fotos que esperaba imprimir en un futuro. El aire olía diferente, el ambiente se sentía diferente. No sabía qué tenía la navidad, pero era inevitable pensar que todo cambiaba.
Lo único que la había entristecido fue el hecho de haberse chocado con un desconocido en la calle, por más que se disculpó, el hombre la trató como una chinche y eso no era una cosa de la que fuera fan. Siendo como era ella, eso era como un insulto.
Pero se dijo que todos tenían sus problemas y trató de no tomárselo a pecho, por eso ahora que se lo encontró justo frente a ella, se dio cuenta que no se había equivocado. No estaba tan bien. Tenía una mirada triste y lejos de parecer un ogro, estaba segura que era una persona amable pasando por un mal momento.
Y decidió que no podía dejarlo así. Ella sentía que era su deber intentar alegrar a las personas que conociera. Y además tenía un cachorro demasiado dulce y que provocaba darle apapachos, sonaba mejor que quedarse viendo a sus compañeros de viajes refunfuñando por una navidad perdida.
—¿Te echaron de tu casa o qué? —ella no comprendió a lo que se refería hasta que lo vio señalar con su cabeza la maleta que estaba dispuesta allí al lado suyo.
Se rio. —Nop, pero casi. Mi vuelo hizo escala aquí y por la nevada decidieron que era mejor retomarlo mañana, así que esa es la historia.
—Y yo creyendo que encontraría algún drama familiar de por medio. Me ilusionaste. —el chico dio una sonrisa bastante dulce. Viéndolo así, no parecía el amargado que la abordó cuando lo chocó fuera de la cafetería. Era bastante guapo, si era sincera consigo misma.
Y esa opinión estaba ahí porque era una artista, llevaba años pintando y fotografiando a cientos de personas, era solo el veredicto de una experta. No porque le pareciera ideal para modelar ropa interior o hacerle una escultura que rivalizara con el David de Miguel Ángel, solo era mero interés profesional.
Tenía los ojos entre azules y verdes, el cabello de un color arena, su piel era un poco más bronceada, una sonrisa de dientes blancos y alineados que contrastaban con su piel. Poseía la mandíbula cuadrada y lo único que hacía perder por completo la perfección en su rostro, era la nariz que tenía un poco desviada, suponía que de alguna pelea en el pasado. Y con ese cuerpo y estatura estaba segura que se había metido en algunas peleas.
Lo que todo encajó. Era militar.
Vio su placa por el reflejo de la luz que cayó sobre ella confirmando así su teoría.
—No hay dramas familiares de por medio, pero si un duende de santa que deseaba pasar una feliz navidad.
Al nombrar la palabra “navidad” su nuevo amigo no parecía para nada feliz. ¿Cómo podía odiar la fecha más bonita del año? Fecha en donde siempre ocurren milagros. Ella los había visto con sus propios ojos, no podía aceptar nada menos.
—¿No deberías estar en el aeropuerto? Hace frío aquí afuera.
Sí, estaba congelándose, sobre todo para ella que era de California, pero era un pequeño precio a pagar con tal de no verse muerta por el aburrimiento. Jugar con su teléfono ya la había dejado agotada por el resto de su vida. Su Pou nunca antes había estado tan cuidado y alimentado en los últimos cuatro años que no jugaba.
—No soy una chica de estar encerrada. —lo miró—. ¿Y tú?
—Igual, por lo general me enceraría en mi casa por la fecha, pero tanto Cronos como yo necesitábamos salir. Lo malo son el montón de adornos con canciones navideñas que hay por doquier. Te juro que mi vecina tiene uno que cuando abres cualquier puerta de la calle, se activa. Es molesto escuchar All I want for christmas todo el día.
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Editado: 04.01.2022