Señores de los Andes

CAPITULO XIV

EL INICIO DE UN SUEÑO

Waynacancha la primera parada

Iniciada la marcha, hacia Acamama, buscando la ruta más segura, los puquinas recorren el duro y salvaje altiplano donde la altura limita y determina la vida, donde solo la flora y fauna muy fuerte sobrevive a más de tres mil seiscientos metros de altura, luchando con el frio, la lluvia y las tempestades, pero con un hermoso e imponente paisaje salpicado de lagos, lagunas, ríos, pantanos, cuevas y salares. Todo esto coronados por nevados y volcanes, que algunos pasan los seis mil metros de altura, avanzaba la caravana de los Ayar, día tras día.

Tras dos meses de dura caminata, se detuvieron en Pachecti, una pequeña y pobre aldea poblada por pocos campesinos, cuya tierra al revisarla notaron que era de muy baja calidad y que el lugar se encontraba alejada del rio y sus canales de regadío eran deficientes, solo armaron sus tiendas y descansaron un par días. Mientras, Manco Qhapaq envió exploradores en todas las direcciones para a buscar alguna zona adecuada para establecerse temporalmente.

Uno de los exploradores llego presuroso y comunico a Tisoc Huari que había encontrado un pequeño valle llamado Waynacancha, ubicado a orillas del rio yaurisque, donde la tierra era muy buena y los pobladores, que eran muy pocos, solo cultivaban lo mínimo, existiendo una gran extensión de buenas tierras sin ser usada.

Al enterarse Manco Qhapaq, ordenó partir hacia Waynacancha. Al llegar constato con sorpresa que existía muy buena tierra, pero que no era usada. Con el fin de saber la causa de este abandono, envió un Ayar Auca a buscar y traer al campesino de mayor edad, para saber la causa de este abandono de tierras tan buenas.

Ayar Auca acompañado por uno de los exploradores que había anteriormente ubicado el valle pregunto a los campesinos donde vivía el mayor de los campesinos de Waynacancha, ubicado el campesino le podio que lo acompañe porque su señor quería hablar con él. El campesino sorprendido y asustado acepto.

Ayar Auca llevo al anciano a la presencia de su hermano, el cual temeroso al ver a Manco Qhapaq sentado en un trono de reluciente oro cayó de rodillas diciendo:

- Poderoso señor, no hemos hecho nada que le ofenda, somos solo unos pobres campesinos. ¿Por qué me han traído a tu presencia?

Manco Qhapaq, se puso de pie, se acercó al campesino y con un tono muy amable le respondió:

- Te pido disculpas anciano. Tu edad nos merece el mayor respeto, no te haremos ningún daño. Solo tengo una pregunta que hacerte: Porque teniendo este hermoso valle, ¿solo cultivan las tierras que están junto al rio y dejan abandonadas las mejores sin cultivar? ¿Porque son tan tonto u ociosos?

- Poderoso señor, mi nombre es Kisu y no somos tontos ni ociosos, es porque estas tierras no son nuestras. El Curaca del pueblo más cercano dice que toda esta zona es parte de su señorío.

- Y ¿porque su pueblo no viene a sembrar y a criar sus llamas, si hay tanto campo abandonado? - Corto Manco, más sorprendido.

- Porque su aldea realmente está muy alejada de este lugar y la zona es muy peligrosa señor- Respondió Kisu -. Hay mucha pobreza en la zona por lo que, aun sembrando poco, si nos descuidamos somos asaltados días antes de la cosecha. Cuando llegamos la primera vez, sembramos todo lo que pudimos. Pero días antes de la cosecha los ladrones invadieron nuestros campos y se llevaron casi todo. Por eso ahora solo sembramos lo que podemos cuidar y cuando ya está por cosechar tenemos que dormir escondidos entre los cultivos para evitar que nos roben. Aun así, el Curaca nos exige que les demos parte de nuestra correcha, según él como tributo. Y tenemos que hacerlo, solo así podemos vivir tranquilos.

Manco Qhapaq, miro tristemente al anciano y solemnemente dijo:

- Yo, Manco Qhapaq, Señor de los Ayar, te ofrezco mi protección y el respeto de tu propiedad, así como la de tus vecinos. No tendrán que darme nada de su producción y más bien si les hace falta, les daré parte de mis semillas. A cambio solo les pido me permitan usar toda la tierra que ustedes ahora no están usando. Comunica esto que te estoy ofreciendo, a todos tus vecinos y regresa por favor antes que termine el día con una respuesta.

No había pasado más de dos horas cuando el anciano regresó acompañado por un grupo de campesinos.

Tisoc Huari los recibió amablemente y de inmediato y los llevó ante la presencia de Apu Tambo. Los campesinos sorprendidos al ver la imponente figura de Manco sentado sobre un trono de oro, cayeron de rodillas, pues no podían creer lo que estaban viendo.

Manco Qhapaq al verlos de rodillas, paternalmente les dijo:

- Pónganse de pie – luego dirigiéndose al anciano prosiguió -.  Dime anciano ¿Cuál es tu respuesta y la de tus acompañantes?

- Mi señor, no lo pueden creer por eso los he traído, hasta me llamaron loco cuando les dije que parecías ser el hijo del sol.

- Soy hijo de Apu Kon Tiki Illa Tecce Wiraqocha, padre del Dios Inti (Sol), - Dijo solemnemente Manco, para luego agregar -. Sean todos bienvenido, voy a decirles a todos ustedes, lo que antes le dije a Kisu: Les ofrezco protección y respeto de sus actuales tierras. No tendrán que darme nada de lo que produzcan y más bien si les falta, les puedo dar parte de mis semillas y algo de mis cosechas. También los protegeré de todo ataque de extraños en esta zona. Si les roban algo, yo les devolveré el doble.



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En el texto hay: poder, dioses y guerras

Editado: 01.04.2021

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