Señores Dragones y Señores Piratas

Capítulo 14

Antes de abrir los ojos sintió un agudo dolor en la parte trasera de su cabeza y en el omoplato derecho. Se llevó la mano izquierda detrás de la cabeza, abriendo los ojos lentamente.

—¡Joder!

Como médico sabía que no debía hacer movimientos bruscos; después de haber recibido un golpe en la cabeza lo mejor era el reposo. Pero abrir los ojos y encontrarse un enorme ojo amarillo mirándola fijamente no ayudó a que se mantuviera tranquila. Retrocedió arrastrándose por el suelo mismo, sentada, y alcanzando la carreta con su espalda.

El dragón se irguió y la siguió observando atentamente.

Kaitlin permanecía con la mano detrás de la cabeza, y por increíble que pareciera tenía un chichón importante, pero no sangre. El omoplato no parecía haber tenido tanta suerte, y le era imposible mover el brazo sin pensar que si se lo arrancaba le dolería menos.

Miró el bulto de la mandíbula del dragón,  comprobó con satisfacción que el tamaño se había reducido mucho, y eso era bueno.

—¿Estás mejor? –le preguntó ella, agarrándose el brazo por la altura del hombro.

—Sí. Gracias, humana.

Kaitlin se lo quedó mirando, ¿lo había entendido? Sí, lo había entendido. ¿Acaso el golpe en la cabeza había hecho que entendiera al dragón? Hablaba, además, sin mover la boca, hablando directamente en su cabeza. No, un momento, ella había hablado en un idioma extraño, no solo lo comprendía, también lo hablaba.

—¿Por qué nos entendemos?

—Porque así lo he querido. Tú me has ayudado. Eres una humana diferente a todos los que me han traído antes.

—Pero los sacrificios…

—Sí. Los sacrificios. Los exigí en su momento, me pareció divertido… los humanos podéis llegar a ser muy fanáticos cuando os lo proponéis. Pero dejó de ser divertido cuando se mataban ellos mismos para que yo me los comiera, o cuando intentaban robarme el tesoro.

Kaitlin miró hacia las tumbas de su tripulación, y luego hacia los esqueletos que más o menos ella había intentado amontonar. Finalmente, miró al dragón con incredulidad… ¿Divertido exigir sacrificios?

—¿Y qué esperabas que ocurriera? Ellos… están convencidos que eres su protector, por eso te hacen estos sacrificios. Tus gruñidos les hacía creer que tenían hambre, aunque en realidad fuese porque el dolor.

—Sí. Pero ahora me duele mucho menos.

Todo estaba construido alrededor de una gran mentira. Sí, él era un dragón, esta era la única verdad, pero dudaba mucho que pudiera proteger nada, por sus cicatrices, y mucho menos con la herida en la boca… y los gruñidos no eran de hambre, la tripulación había muerto por intentar quitarle el tesoro, no porque se los hubiera comido.

El dragón se acercó a ella de nuevo, pero por algún motivo Kaitlin ya no le tenía miedo. Sí, se tensó, pero sabía que no le haría daño… de haberlo querido hacerlo, ya lo hubiera hecho, en vez de esto, le había permitido poder hablar su idioma.

—Podrías haberme intentado robar más de lo poco que me queda de mi tesoro, pero no lo has hecho. Sin entenderme, me has comprendido, y me has ayudado. Sin esperar nada a cambio, quizás esperando que no te comiera, pero has recibido daño más que gratitud. Quiero compensar eso. Necesitaba tu ayuda antes, y la necesito ahora. Quiero que seas mi Barsiost Drako.

El corazón de Kaitlin latía tan fuerte que se le iba a salir por la boca.

—¿Barsiost Drako?

—Significa “amigo de los dragones” o “compañero de los dragones”, pero en realidad se usa más el término Señor Dragón. Ah, claro… no es eso lo que me preguntas. –Mucho más animado, el dragón se rio, levantando una nube de polvo alrededor de Kaitlin–. Serás mi portavoz. Mi contrapartida humana, protegerás mi hogar, cuidarás de mí y harás aumentar mi tesoro, a cambio, tendrás ventajas que te harán poderosa.

Kaitlin no se acababa de creer que un dragón estuviera pactando algo con ella, y si algo le había enseñado Jacques es que nunca hiciera tratos con criaturas que no fueran humanas. Y con humanos tampoco, todo sea dicho.

—¿Qué ventajas? –Quiso saber, más que nada porque puede que allí estuviera la trampa, ¿quién le decía que lo que un dragón considerara una ventaja no fuera en realidad un inconveniente?

—Te podrás llevar mi tesoro e invertirlo como mejor te parezca, poseerás un poco de mi magia y gozarás de una mayor longevidad. Y a los ojos de mis pares tendrás más respeto que el resto de humanos.

—¿Y las contras?

—No hay contras a menos que malgastes mi tesoro y seas incapaz de recuperarlo o hacer aumentar su tamaño. En cuyo caso deberé matarte a ti y a tus descendientes, que por cierto, deberán seguir tu labor de Señora Dragón.

Entrecerró los ojos mirando al dragón, no parecía estar bromeando.



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En el texto hay: piratas, dragones y magia, siglo xviii

Editado: 10.09.2019

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