Era de esperarse que, durante las siguientes semanas, los ánimos de Jack decayeran al punto de enfrascarse en el trabajo hasta altas horas de la noche. Sí, quizás su vida de convertía en una un tanto más monótona, pero al menos así evitaba sentirse mal por haber arruinado las cosas con Winnie.
Revisó su celular justo antes de salir del trabajo, y un recordatorio de las fotografías tomadas el mes pasado se presentó en su pantalla. Analizó las capturas con cierto detenimiento, sorprendiéndose de hallar en el carrete, las fotos que se había tomado junto a Winnie en la convención de Harry Potter. Sonrió un tanto nostálgico al observarla tan tierna con su caracterización de Luna Lovegood, y deseó jamás haberla tratado como lo hizo.
Ella siempre había sido bondadosa con él, y él... bueno, él había siempre había sido un completo desastre.
Regresó a casa un tanto distraído. Bajó del auto acomodándose el largo saco que traía puesto, y se acercó a la puerta del garaje.
—¡Jack! —una voz femenina, la cual reconoció en seguida, llamó su atención. Giró en dirección a ella un tanto sorprendido, y la observó del otro lado de la calle, con dos grandes bolsas de basura en las manos. Lucía una abrigadora pijama de algodón y llevaba el cabello recogido en una coleta alta.
—¿Winnie? —le preguntó aún incrédulo. —¿Pasó algo? ¿Necesitas ayuda? —añadió preocupado, pues, no encontró alguna otra razón por la cual ella le haya dirigido la palabra.
—No, no es nada de eso. —respondió la joven, y caminó hacia el gran contenedor deal lado, dejando las dos grandes bolsas en su interior. Cruzó la calle a paso lento, y se paró justo en frente de Jack, con el rostro sereno. —Quería hablar contigo, sobre todo lo ocurrido.
Jack asintió en silencio, y la observó en medio de la oscuridad del lugar. Sus facciones lucían relajadas.
—Todo se salió de control y dejé que mi enojo me controlara. —continuó hablando. —No soy buena ignorando a la gente y tratarte así no es algo que me guste mucho que digamos.
—Estás en todo el derecho de hacerlo. —habló Jack de forma muy dócil. —Yo quería pedirte perdón por como actué. He sido un idiota y tú eres genial, mucho más que genial. No eres nada de lo que dije, Winnie, en serio, estoy arrepentido.
—Tranquilo. Sé que no fue tu intención hacerme daño. —respondió ella. —Te perdono; porque no es saludable guardar rencores. Yo no soy así, tampoco.
Jack asintió agradecido, y esbozó una pequeña sonrisa nerviosa.
—Eres genial, Winnie. —le dijo él, sintiendo un repentino impulso de abrazarla en plena calle, pero se contuvo.
—Lo sé. —concluyó ella devolviéndole la sonrisa, y caminó de regreso a casa, sintiéndose en paz consigo misma.
Había perdonado a Jack por lo que había hecho y se sentía muy bien con eso. Sin embargo, todo el tiempo que pasó ignorándolo, de cierta forma le habían ayudado a darse cuenta de una cosa: Él no era para ella, y jamás lo sería. Así que, sin más, desistió de aquel gusto inicial que había sentido por el joven, y en su lugar, decidió concentrarse en sí misma, y dejarlo ir. No intentaría nada más con él; para ella, Jack Weston sería aquel vecino de al frente con el que se llevaba bien de vez en cuando, pero nada más.
...
Jack se sintió muy feliz después de haber recibido el perdón de Winnie, y continuó el resto de la semana con mayores ánimos, esperando, inconscientemente, toparse con Winnie Gales al menos una vez, pero aquello, hasta el momento, no había pasado.
Una noche, mientras se encontraba de descanso, preparó un rico queque de vainilla en casa, y muy contento por notar que le había salido muy bien, decidió llevarlos un poco a los Gales. Quizás, y si tenía suerte, podría toparse con Winnie aquella noche, y entregarle el presente con una sonrisa.
Tocó la puerta con el recipiente entre las manos, y aguardó en la entrada un tanto nervioso.
Mike Gales, el hermanito menor de Winnie, atendió la puerta un tanto sorprendido por la repentina visita. Lo invitó a ingresar a la sala sintiendo mucha curiosidad por el recipiente que traía el joven entre las manos, pero Jack se negó a pasar, y en su lugar, solicitó otra cosa.
—¿Podrías pasarle la voz a Winnie? Les he traído esto, para que prueben.
—Eh... ¿Winnie? Bueno...ella... —respondió el niño mirando fugazmente hacia el interior de su cada. —¡Sí! Justo ahí viene.
—¿Jack? —preguntó la joven asomándose por la puerta. Jack pudo notar que se encontraba ligeramente maquillada y lucía un hermoso vestido amarillo. —¿Pasó algo?
—Ah...no. Sólo vine a traerte esto. —le dijo él, extendiéndole el recipiente de plástico. —¡Oh, gracias, amigo! Mike, por fas, ¿Puedes ponerlo en la cocina por mí? Yo ya voy saliendo.
Winnie Gales se colocó su chaqueta con rapidez y salió de casa de manera rápida. Jack le entregó el frasco al niño y caminó detrás de la joven con mirada curiosa.
—¿Vas a salir? —le preguntó, tratando de no sonar entrometido.
—Ah, sí, Pierce ya debe estar...Sí, ahí viene. —contestó sin mirar a Jack y observó como el auto del peliazul se hacía presente a las afueras de su casa. —Nos vemos, Jack. —se despidió con un movimiento de mano y subió al carro con rapidez.
El joven se quedó parado sobre la acera del lugar observando al vehículo partir.
Creyó que la ley del hielo que Winnie le había hecho semanas atrás era lo peor que podría pasarle, pero se equivocó. Su reciente indiferencia era mucho más dolorosa que aquello, y el hecho de que a ella pasara más tiempo con Pierce, de cierta forma le enojaba ¿Por qué? No sabía exactamente la respuesta, pero de algo estaba muy seguro: Él ya no formaba parte del interés de la joven, y con la mirada entristecida, regresó a casa y se encerró en su habitación.
...
—Entonces ella ya ni te presta atención... —la voz de Amanda resonaba a través del altavoz del teléfono.