Señorita Prejuicios [1/2]

I - Becker

Armando Becker, no estaba entre los hombres más adinerados de la ciudad, muchísimo menos del estado. Sin embargo su autenticidad, carácter y porte le habían dado una vida llena de lujos y respeto, como a su vez, una vida llena de responsabilidades.

Al contrario de muchos hombres de la ciudad, el señor Becker le dedicaba a su trabajo 24 horas al día. Y gracias al fruto de su esfuerzo, nunca le había faltado nada: Tenía una bonita casa, en un lindo vecindario, le podía dar buena educación a su hija y todos los servicios para su salud. Aún así, después de esa charla con el director de la preparatoria de su hija. Algo en Armando había cambiado.

Por lo general todos los días llegaba a su casa a cenar, sentarse y acostarse en la cama, rara vez veía a su hija en la casa, no porque no estuviera, si no porque literalmente se olvidaba de su existencia.

Al regresar a su casa después de la charla. Armando llego a su casa y olvidando su rutina predeterminada, llegó directo a tocar al cuarto de su hija.

Dylan al escuchar los suaves toques de puerta salió curiosa de la habitación solo para encontrarse con su padre. Intercambiaron pocas palabras, aúnque fuero lo suficientemente incomodas para que Dylan decidiera sacarlo de su cuarto. El siguiente día Armando intentó algo diferente, ser más cauteloso. Llegó al frente de la puerta, sólo para tocarla y declarar su llegada, seguido de eso la invitó a cenar con él en el comedor. Dylan no acepto, exclamó ya haber cenado, pero por lo menos agradeció la oferta. 

Al parecer estaba mejorando la comunicación.

Siendo un nuevo día, por tercera vez en la semana, Armando se asomó al cuarto de su hija, le anuncio su llegada y la invito a cenar. Al hacerlo, Dylan desistió al momento. Armando suspiró y procedió a irse a la cocina. Con dudas en su cabeza y cierta añoranza se quitó el saco y se lavó las manos. Ese día había decidido cenar algo sencillo y saludable. Algo cocinado por él mismo.

Mientras preparaba el platillo, pensaba y pensaba sobre la relación con su hija. Sus ojos se perdieron en el tiempo hasta reaccionar por el olor de la comida. Armando disfrutaba del olor mientras paraba su mirada en una libreta en la mesa del comedor. Perfectamente cuidada y forrada, era de su hija. Le bastaron instantes para dejar los alimentos, y lavarse las manos con delicadeza solo para agarrar el cuaderno, no lo abriría, nunca invadiría la privacidad de su hija de esa manera, pero admitió ser un cuaderno bien cuidado, y con ello se preguntó: ¿Alguna vez la había llevado a su preparatoria? Su madre sí, pero él nunca.

Se acercó a la cocina de nuevo y mientras servía los alimentos restantes en su plato, se le ocurrió una idea. Agarro los alimentos cortados restantes, los sirvió en otro plato y con cuidado lo adorno. Al ver su obra realizada camino con el plato en mano hacia la habitación de su hija y tocó.

La joven de bello rostro, y facciones finas se asomó levemente por la puerta. Con una característica suave mirada. Dylan observo de pies a cabeza al apuesto hombre mientras  Armando solo le enseño el plato. La señorita extendió su brazo para abrir la puerta al completo y verlo de frente. Ella se extrañó.

—Te traje de cenar.

—Ya cené, pero... ¿Es para mí? —Dylan miraba curiosa el platillo: verduras, cereales y una fruta, algo muy sanó, algo que claramente su padre comería, y ella no. Pero de alguna manera solo se rindió y lo agradeció —Gracias papá —antes de cerrar la puerta sin mediar palabra.

Armando alzó la voz:

—Mañana te llevaré a la escuela.

La primera reacción de Dylan fue de negación y confusión, por unos segundos, sintió que su padre estaba atacando a su privacidad. Se enojó y quiso gritar, pero poco después se calmó, no le agradaba la idea, pero era su padre, y a él no lo podía contradecir. Además Solo sería una vez, ¿Verdad?

—Esta bien —Dylan aceptó y cerró la puerta.

...

A la mañana siguiente Dylan se encontraba consternada, no tenía ni idea de que pasaba con su padre, los días pasados habían sido como una fantasma en su casa, algo que la tenía acostumbrada, pero de la nada: ¿Le estaba poniendo atención? Nunca necesitó de su compañía y ahora resultaba que su padre quería ser "el padre ideal". Dylan no estaba alegré por eso.

A pesar de ser padre e hija, Dylan se sentía un cero a la izquierda en comparación con él. Tal vez por eso amaba la preparatoria, era como su reino, donde no existía su padre y nadie la podía superar, ser una especie de princesa perfecta a ojos de sus compañeros, esto no significaba que se sintiera dueña, pero era una vida que sentía suya, y el hecho que su padre irrumpiera ahí, no le agradaba nada.

La preparatoria estaba relativamente cerca de su casa, como para ir caminando, aún así, en sus casi tres años como estudiante, rara vez se transportó así, casi siempre iba por ella Je, su novio, novio que estuvo cero feliz porque su padre le diera un aventón.

Pero así era. Esos celos eran comunes en él, y no lo juzgaba. Su novio era su amor platónico, un hombre alto, rubio, fuerte, deportista, de facciones europeas y de voz grave. Aún así, tenían enfrentamientos recurrentes, lo amaba mucho, pero era muy agresivo.

Esta agresividad llevaba muy poco, no lo recordaba así, pero después de la última temporada de béisbol, la actitud de Je había empeorado, le gritaba a todos y mantenía casi extorsionado a los niños del primer grado. Je era el actual capitán del equipo de Béisbol, y una de las estrellas de la generación, graciosamente, se habían vuelto la pareja del momento para la preparatoria.

Al llegar a la academia, el padre de Dylan desbloqueo el seguro de las puertas dejándole en medio de la entrada. Antes de que Dylan pudiera salir, Armando le dio en la mano una pequeña nota rosa en la mano.

—¿Qué es esto?

—Una carta, cuando vayas a comer, la abres, ¿Sí?

Dylan poco entendía esta nueva dinámica de ella y su padre, y realmente no esperaba entender lo que pasaba por su mente. Aunque siendo honestos, más que ser una nueva dinámica, era la primera vez que tenían algún tipo de interacción amistosa desde hace años. Dylan agarró la nota, y salió del auto.




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