La instrucción presencial volvió tan pronto y mis deseos de ser militar aumentaron. Papá estaba muy ilusionado de que su hija fuese pentathleta, a tal grado que me llevó a la tienda de artículos militares a comprar unas botas de color negro. Aún no las utilizaba en instrucción porque me hacía falta el pantalón granadero, mi cinto, fajilla y gorra cuartelera.
En tiempos de confinamiento pedí a Casa Penta una gorra deportiva, así que ya tenía con qué proteger mi rostro de los rayos ultravioleta.
Solicitamos pedido de uniforme con el sargento de sanidad Mario, encargado de los pedidos de Ciudad de México. Pronto recibiría mi uniformidad completa, así que quizá mi sueño de saludar militarmente sería toda una realidad espeluznante y cautivadora.
El primer día de regreso a instrucción presencial, mi sargento Tiana no se presentó, a lo que estuvimos a cargo del sargento de la policía militar y deportiva Fabio. Primeramente, tuvimos clase de ideología bajo un tejaban donde se asaba carne. Nosotros como elementos nos adaptamos a cualquier ambiente. Yo era una sabia en temas militares, pues solía pasar mis noches viendo videos del medio castrense y aprendiendo de cada aspecto. El sargento preguntó «¿Qué es la Patria?», yo tan llena de entusiasmo levanté la mano y dije: «Es la nación de cada uno, desde sus tierras, mares y espacios aéreos, con la suma de cosas materiales e inmateriales, pasadas, presentes y futuras; es la voluntad de un pueblo de afirmar su estilo de vida. En ella se integran todos los individuos y todas las clases», la cara del instructor quedó sorprendida, pero no lo suficientemente como después lo estaría cuando preguntó otra cuestión: «¿Qué es la disciplina?», de nuevo levantó la mano, puesto que ni mis cabos ni cadetes sabían, respondí: «La disciplina es la norma a que los militares deben ajustar su conducta; tiene como bases la obediencia, y un alto concepto del honor, de la justicia y de la moral, y por objeto, el fiel y exacto cumplimiento de los deberes que prescriben las leyes y reglamentos militares», tal cual así lo dije. Todos voltearon a verme como si fuese la hija del Secretario de la Defensa, pero para mí era algo normal. Mi sargento me pregunta «¿Verdad que competiste en ideología en la Convención Nacional pasada?», mi respuesta fue negativa. Jamás había tenido esa dicha, pues la pandemia no permitía hacer Convenciones con otras zonas del país y yo aún era recluta para competir, era la nueva. La envidia se hizo resonar entre mis cadetes Laura y su amiga cadete Jimena, se rieron de mí cuando cada uno comenzó a decir su grado militar en la institución, pues el sargento no nos conocía y creía que todos éramos cadetes, pero algunos expresaron que eran cabos, y yo que era recluta, en cuanto dije eso, ellas movieron los ojos y empezaron a reírse en discreción, el instructor no lo notó entre tantos que éramos. Desde entonces ellas dos no me agradaban y sabía la clase de compañeras que tenía. Así que mi sombra solamente era la recluta Nadia.
Posteriormente, hicimos acondicionamiento físico en otro sitio, cerca de un zoológico que se encontraba allí. El piso era caliente, mi compañera para llevar a cabo los ejercicios era la cadete Jimena, nos apoyamos para culminar los ejercicios pesados, ella había sufrido secuelas por el COVID-19, a lo que se le complicaba cada movimiento. Yo le daba ánimos y ella a mí. Por último, tuvimos tumbling, ya que el sargento era experto en este tema. Esta actividad no me llamaba la atención, pero era aceptable. También trotamos alrededor del malecón, no me fatigué, mi condición estaba a la altura, eso me hacía sentir lo suficientemente hábil.