Transcurrieron los fines de semana. La cadete de primera, Abigail, formaba parte del grupo juvenil, pues tenía 15 años de edad, solo que, al cumplir los 16 años, la pasaron al grupo mayor y se convirtió en mi compañera, más que eso, era mi mejor amiga y sombra. Aún recuerdo cuando la conocí, me confesó que su sueño era ingresar a una escuela militar de la Secretaría de la Defensa Nacional, aunque eso no era posible porque padecía tiroides. Al mismo tiempo le conté mi pasado y el deseo que tenía por ingresar a la Secretaría de Marina, las dos nos entendíamos perfectamente. Si nos dejaba un trabajo en equipo mi sargento Tiana, ambas lo hacíamos juntas, una ocasión nos tocó hablar del aspecto espiritual y material del Pentathlón, ambas expusimos a nuestros compañeros. Otras ocasiones nos apoyamos para hacer los ejercicios que nos ordenaban, ella me echaba porras, me subía la moral. A lo que la recluta Nadia, se entristecía porque creía que la hacía a un lado. Una ocasión, fuimos a la farmacia Abigail y yo a comprar un té, a lo que Nadia se quedó sola y no la invitamos, creo que estuvimos mal, pues éramos amigas las tres. En las clases de defensa personal nos apoyamos, a pesar de culminar con moretones en el cuerpo, aunque era novedoso y sensacional.
Aún no olvido el día que me dijo Abigail «Quiero tener músculos» y yo riendo le afirmé lo mismo, éramos tan parecidas.
Otra ocasión, Abigail faltó por exámenes y proyectos en su escuela, así que mi sombra era Nadia, ese día jugamos voleibol, a mí me fascinaba como ya lo saben, por accidente un compañero golpea con el balón a mi compañera, fue en su cabeza junto al oído, se aturdió, no se sentía bien, fui a ayudarla, ella me abrazó, sentí una conmoción porque era mi sombra también, fui su apoyo cuando lo necesitaba. La llevé a sanidad abrazada, hasta que mi sargento Tiana se percató, fue y me ordenó continuar en la actividad, teniendo que abandonar a Nadia. El compañerismo en Pentathlón es tan hermoso, que no tengo palabras para explicarlo, escribirlas se queda corto a comparación de vivirlas. Cuando culminamos la práctica fui a buscarla y le ayudé, su madre llegó y nos despedimos.
También hacíamos prácticas de técnicas de basquetbol con el oficial Mercado. Y mi instructora nos grababa muy contenta con su celular cada cosa que hacíamos.