Volví a mi querido Pentathlón, era un domingo, estaba nerviosa. La única persona que estaba enterada de mi regreso era la sargento Yuditsi, una compañera que tuve desde el principio, solo que antes era cabo y ascendió a sargento en mi ausencia. Cuando llegué estaba la cadete Laura, ya iba con mi uniforme, estrenando mis botas por primera vez, se sentía tan pleno portarlas, sin duda eran pesadas. Me impresioné al ver el asombro de todos, al verme llegar, me reconocieron. Mi cadete, Laura, me señaló como debía ir correctamente la uniformidad, pues tenía dudas sobre ello. Ese día mi instructora Tiana no se presentó, pero el sargento Iván se hizo cargo del grupo. Tuvimos actividades como atletismo, acondicionamiento físico, trote, entre otras actividades.
El fin de semana siguiente, llegué al cuartel y vi a mi sargento Tiana, ella en cuanto me vio se acercó a mí, se sorprendió de verme ya de uniforme. Cuando estuvo más cerca, la saludó militarmente y le dije «Buenas tardes, mi sargento», ella respondió mi saludo respondiendo «Buenas tardes, Jhoana, ¡volviste! Prepárate, en un par de minutos nos reunimos». En ese momento me sentí satisfecha y sabía que no había defraudado a mi instructora.
El sargento Villarreal nos impartió la actividad «Sigue al instructor», escalamos obstáculos en tierra hasta en las alturas. Mi respiración aumentaba cada vez más, parecía que mi corazón ya no podía latir más fuerte. Recorrimos kilómetros a lo largo del río y malecón. Y aparte teníamos que regresar al cuartel a trote. Mi cadete Laura y yo no podíamos continuar, sin embargo, mi sargento Tiana nos decía técnicas para seguir. Llegué al cuartel con bastantes estornudos y gripe, pienso que era alergia, ya que no soy compatible con el polvo y el polen.
Llegué a casa y estaba peor cada día. Seguían los próximos días de instrucción y se complicaba mi salud respiratoria. Antes no me ocurría eso.
Llegó el campamento a la playa, se integró una compañera nueva, tuve que ayudar a formar las carpas con tubos pesados. Incluso recuerdo que la cadete Abigail ya no asistió, solo la recluta Nadia, quien sería mi única sombra; ella me enseñaba a amarrar las botas correctamente y un día nos regañó el sargento Villarreal por no ir a formación, pues no nos percatamos de ello, lo bueno que hubo sanción.
Sentía una identidad más fuerte con la institución, pues todos me conocían, hasta los oficiales.