Alara viajó sobre el aerodeslizador mirando a su padawan, pensando en las palabras que iba a decir, pero todavía no era el momento apropiado, ya que necesitaba que estuvieran a solas si quería darle lo que necesitaba. Su cabello hondeaba por el viento y túnica estaba demasiado limpia para la pelea que habían tenido. Shin intercambiaba unas palabras con Lyrian, cosa que la sorprendió un poco, ya que estaban hablando de su tío. La República los esperaba a un costado de la meseta. Los vehículos y Mirabella estaban listos para partir. Se despidieron de Asu para luego mirar a Lyrian, que no estaba contento de marcharse con ellos. Su padawan estaba resumiéndole todo lo que había pasado a la espía.
“Solo voy a irme con ellos porque necesitan un momento a solas, Alara.” Decía pensante Lyrian. “Nunca estuve a gusto en uno de esos… vehículos.”
“Gracias…” Dijo apenada Alara. “Intenta que pase un tiempo hasta el próximo rescate…” Agregó para cambiar de tema.
“Eso me pasa por ayudar a la gente… tengo que dedicarme a hacer créditos, preciosa.” Dijo con malicia el capitán mientras miraba a Shin acercarse. “Gracias por la ayuda, Shin.”
“¿Por qué no vienen con nosotros?” Preguntó con seriedad Mirabella. “Será un placer llevarlos hasta sus vehículos.”
“Eh, parece que tienes competencia, Alara.” Dijo jocoso Lyrian.
“No es necesario, Mirabella. Nos viene bien el entrenamiento y ustedes deberían dedicarse a cuidar a nuestro nuevo amigo.” Dijo con prestancia Alara.
“No sería un problema, nos queda de pasada.” Dijo con seriedad Mirabella mirando a Shin.
Su alumno estaba esperando por ella.
“Mejor así, espía.” Dijo divertido Lyrian. “No deberías meterte en los asuntos de la Orden.”
“Como gusten…” Dijo casi celosa Mirabella. “¿Podemos vernos luego, Shin? Quisiera… tomar nota de tus declaraciones.”
“No sería un problema.” Respondió con seriedad el padawan para luego voltearse y mirar hacia arriba.
Alara lo vio saltar unos cincuenta metros hasta una roca.
“No creo que vaya a esperarte, preciosa.” Dijo divertido el capitán. “Yo le hago compañía a Asu, creo que Chup va a querer darle trabajo.”
Alara siguió a su padawan por la cara de la meseta pensando en las palabras que iba a decir, en las palabras que Shin necesitaba escuchar. Iba a darle su corazón y esperar que lo mejor pasara. Entre los dos iban a poder resolver sus problemas. Escaló pensando en lo sola que se había sentido en la distancia, extrañándolo cada día de su vida. No le importaba si tenían que guardar el secreto o si tenía que marcharse del sendero Jedi. Shin estaba mirando hacia el pantano cuando ella se asomó por el abismo. Sus ojos verdes se fijaron en ella por un segundo para luego volver al horizonte. Apenada, se detuvo a su lado. Su chaqueta ya no olía como él.
“Shin…” Dijo nerviosa la jedi. “Necesito decirte algo…” Agregó mientras levantaba la mirada. “Mis… mis disculpas han sido sinceras.” Agregó mientras apretaba las mangas de su túnica. “Nunca quise decir esas cosas, nunca quise gritarte y te puedo asegurar que nunca he querido lastimarte…”
Desde su reencuentro que no podía leer nada en los ojos de su padawan, pero ahora solo pudo leer tristeza.
“¿Por qué me esquivaste por un año?” Preguntó con tristeza Shin.
No quería volver a verlo así.
“Porque necesitaba la distancia para… entender.” Dijo con firmeza Alara. “Para entender que te…”
Cuando iba a abrir su corazón, Shin la empujó con su telequinesis por el acantilado. Rodó en el aire para escuchar una explosión y ver unas llamas rojas en la cima de la meseta. No pudo hacer nada para detener la caída, solo pudo confiar su destino a la Fuerza.
Alara abrió los ojos sintiendo un profundo dolor en su espalda, pero poco importaba como se sintiera. Se puso de pie a fuerza de voluntad para volver a escalar la meseta. Sus piernas se movían solas, se movían por lo que estaba sintiendo en la Fuerza. Su alumno estaba en peligro. Sus manos la eyectaron hacia arriba para encontrar un cráter. No había evidencia de nada más, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero todavía podía sentir el calor de la explosión en el lugar. No había rastros de Shin por ningún lado, revisó la zona para encontrar su blaster junto a una roca, cuando lo levantó del suelo sintió un escalofrío. Alara corrió a toda velocidad hacia el otro lado de la meseta, buscando evidencia de su padawan. Sin dudar un segundo, saltó directo hacia la base Imperial para encontrarla desierta. La recorrió usando su velocidad de caballera, no tenía idea de cómo podían haberse escapado en tan poco tiempo. Revisó sus bolcillos para intentar contactarse con su padawan, su holo no llegó a conectarlo. Desesperada, corrió hacia el speeder de Shin para volar hacia la ciudad. Sin pensar demasiado, llegó a la base de la República, donde entró corriendo en busca de Mirabella.
“¿Dónde están los Imperiales?” Gritó Alara a la espía.
Esta se volteó de un salto.
“¿Estás bien?” Preguntó sorprendida Mirabella.
“No importa, Shin… Shin… me salvó.” Dijo cansada la jedi. “Los Imperiales deben haberlo atrapado…” Agregó pensando en lo peor mientras sus piernas se rendían.
Alara se despertó de un salto para encontrarse con Lira, que estaba limpiando su frente con cuidado.
“¡Shin!” Gritó para mirar para todos lados.
“Alara…” Dijo apenada Lira. “No deberías moverte tanto, tu espalda estaba muy lastimada.”
“¿Dónde está Shin?” Preguntó mientras se ponía de pie y acomodaba su túnica.
“No sabemos…” Dijo apenada Lira. “Mi hermano está rastreándolo junto a Syo.”
“¿Syo?” Preguntó sorprendida Alara mientras se caía en la cama.
Ella sabía que no lo iban a encontrar, que lo habían perdido para siempre.
“No sé qué pasó, Alara. Mirabella nos dijo que los atacaron… Llamé a Syo lo más rápido que pude.” Dijo con tristeza la jedi. “Sentí que algo había pasado, pero no sabía que era…”
Alara se apretó la cara sin saber que hacer.
“Shin… Shin va a estar bien.” Agregó Lira mientras se sentaba a su lado. “¿Quién va a salvarnos si no es él?” Preguntó para intentar calmarla.
Mirabella entró a los gritos mientras cargaba algo en su mesa de trabajo. El mapa del planeta se iluminó con miles de rutas a su alrededor. Alara se puso de pie para escuchar a la espía.
“¿Cómo pueden haberse esfumado así?” Preguntó al aire Mirabella.
“No lo sé, Mirabella.” Dijo la voz de Syo por el comunicador. “La base estaba vacía y por lo que puedo ver se han llevado todos los vehículos, pueden que tengan otra base en el planeta, pero encontrarla sería imposible. Incluso con los talentos de Athos.”
“Hasta aquí llega le rastro, maestro.” Aportó el padawan.
“¿Dónde está Shin?” Dijo Alara sin poder ocultar la congoja en su cara.
“Alara…” Dijo apenado Syo. “No hablemos por aquí.” Agregó para terminar la comunicación.
La jedi tuvo que ser detenida por Mirabella y Lira para no irse en busca de su padawan y solo se detuvo porque Lyrian aparecía en el lugar.
“Mirabella, he hablado con todos en el puerto…” Dijo apurado el capitán. “Alara…” Agregó apenado mientras apretaba sus hombros.
Nunca había querido recibir ese tipo de abrazo de ella.
“¿Dónde está Shin?” Preguntó para empezar a llorar.
“Lo siento mucho, Alara…” Dijo acongojado Lyrian. “He preguntado en el puerto, parece que el convoy del Imperio desapareció sin destino alguno. Uno de esos soldados rojos estaba de visita…”
Alara solo podía llorar en el pecho de Lyrian. Lira se acercó a acariciarla, sintiéndose igual que ella.
“¿No sabes si estaba con ellos?” Preguntó apurada Mirabella.
“No lo sé… No parecían llevar ningún jedi ni nadie herido.” Dijo con prestancia Lyrian. “Voy a pedir unos favores y averiguar algo más, Alara. Voy a encontrar al muchacho, te lo prometo.”
Lyrian soltó a Alara para marcharse por donde vino. La jedi no sabía qué hacer, pero su maestro llego para confortarla. Acarició su cabeza con cuidado mientras miraba a Lira.
“Lo siento mucho, Alara.” Dijo con seriedad Syo. “No hemos podido encontrar a Shin, vine lo más rápido que pude… ¿Cómo vas a arriesgar tu cuerpo de esa manera?”
Alara no sabía de qué estaba hablando.
“Te desmayaste justo después de gritarme.” Dijo Mirabella desde atrás.
“Shin me empujó de la meseta y cuando desperté…” Dijo entre lágrimas Alara.
“No digas nada…” Dijo apenado Syo mientras miraba a Lira, que apenas podía mantener la tristeza a raya. “Creo que todos necesitamos volver a casa…”
Alara no quería escuchar esas palabras, se separó de su maestro para mirarlo con fijación.
“No podemos rendirnos ahora.” Dijo con firmeza mientras se limpiaba la cara.
“Todos nos sentimos así, padawan.” Dijo apenado Syo. “En casa podemos organizar al resto para buscarlo.”
“Alara…” Dijo apenada Lira.
Los días de Alara iban a ser un calvario.